23 de agosto del 2018
El videojuego online es un eslabón de una cadena mucho más larga. El adolescente siente que es un espacio de libertad absoluta, sin límites". El psiquiatra chileno Alejandro Maturana, experto en ciberadicción, confirma lo que muchos otros especialistas han observado en sus consultas. La llegada de los videojuegos a pantallas portátiles (celulares y tabletas) literalmente ha cambiado las reglas del juego, expandiendo su masificación a números insospechados.
Maturana dice que los más populares entre adolescentes son los que implican competencias online, que suceden continuamente. Piden atención permanente lo que, sin una debida atención parental, puede vulnerar espacios de sueño, de descanso y de aprendizaje escolar. "Implica que si te sales del juego, puedes perder o quedar eliminado. Se crea una línea de dependencia entre el sujeto que está jugando y el juego en torno a ti", agrega.
En este sentido, el también psiquiatra Elías Arab considera que los juegos online tienden a ser más adictivos que los offline. "Hay un refuerzo social porque los adolescentes se comparan con otros jugadores. Los que más tiempo dedican ganan más puntos. Eso estimula los circuitos dopaminérgicos, que se relacionan con las adicciones".
El problema de esto, dicen los expertos, es que si antes los videojuegos se compraban por completo, hoy sus versiones online se consiguen por partes. En el mundo virtual se les llaman "microtransacciones" y consisten en pagos accesorios que permiten una mejor experiencia en línea. Una suma de dinero regularmente baja pero que, en situaciones específicas, ha gatillado trastornos dentro del hogar. Maturana describe casos de adolescentes gastando de 400 a 700 dólares en videojuegos online, usando, a escondidas, la tarjeta de crédito de los papás o burlando mecanismos dispuestos para evitar el consumo excesivo.
"Se abre una puerta bien amplia a conductas propias del mundo de los adultos. He visto casos de adolescentes donde uno esperaría un concepto más armado del dinero y no lo hay. No saben manejarlo, no saben lo que cuesta, y se crea un mundo de fantasía en torno a algo concreto que es el dinero. Hay que evaluar si se trata de un tema de descontrol de impulsos o de dificultad para tolerar los límites. Ambas dificultades tienen que ver con el manejo de los padres frente a ciertos límites y a la frustración".
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