02 de marzo del 2017
Hombre, de 25 a 35 años y con experiencia en el consumo de estupefacientes. A estos patrones, Francisco Babín, delegado del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, añade: «Y que se traga todo lo que cae en sus manos». Este es el perfil del candidato perfecto a ingerir alguna de las 35 nuevas sustancias alucinógenas cuya presencia se ha detectado en España. Son datos del Ministerio de Sanidad referidos al último par de años y que muestran un ascenso respecto a los 14 narcóticos de nuevo cuño registrados en 2014; una tendencia común en toda Europa donde en cuestión de una década se han interceptado más de un centenar de drogas inéditas. Su propagación es, sin embargo, todavía minoritaria.
La última generación se reparte por toda la geografía española, desde Murcia –la Guardia Civil se incautó en mayo de 10.000 dosis de GHB y GBL, un ácido que ejerce de falso éxtasis y fulmina velozmente el hígado– hasta Bizkaia, donde dos británicos fueron detenidos el año pasado en Leioa por fabricar compuestos psicoactivos y distribuirlos a través del servicio postal o de mensajerías. Este último caso resulta paradigmático. Revela una de las estructuras más comunes del narcotráfico de sustancias de síntesis: un puñado de individuos con conocimientos de química, un instrumental relativamente elemental y una nave para albergar la cocina del infierno. En su caso daban salida por correo a la mercancía, «disimulada como si fueran otros productos». También, una práctica habitual.
En cantidades pequeñas, la rutina consiste en hacer pasar estos compuestos por artículos inocuos, como sales de baño. Internet funciona como vía de contacto: hay informes de hace un lustro que ya contabilizaban unas 400 web y casi 700 tiendas donde era posible comprarlos en la denominada ‘red profunda’. «Sin embargo, este canal no es el principal. Nos preocupa más que en un determinado lugar vinculado al ocio nocturno haya una persona que esté vendiendo estas drogas sin saber siquiera lo que vende. O sabiéndolo, pero sin decírselo a su comprador», señala Francisco Babín. De ahí a Urgencias hay un paso.
En realidad, el consumo de narcóticos sintéticos se encuentra a «años luz» del alcohol, la marihuana y la cocaína, las tres drogas de cabecera en España. La alerta reside en su capacidad letal. Es sabido que cualquier droga mata. La cuestión es saber cuándo y cómo. «Una nueva droga de síntesis puede llevarse una vida por delante en el primer o segundo uso. Yo lo comparo con una ruleta rusa: el consumidor aprieta el gatillo sin saber si la bala está en el siguiente hueco del tambor», ejemplifica el delegado del Gobierno.
Los estupefacientes resultan «altamente peligrosos porque no se conocen ni su composición ni su concentración exacta» hasta que el Observatorio Español de la Droga y las Toxicomanías los descubre y puede analizarlos. ¿Cómo los localiza? Un mecanismo lleno de engranajes se encarga de ello: aparte de la coordinación con su organismo homónimo en Europa, Europol y la Agencia del Medicamento, el Observatorio cuenta con varios anillos de detección, unos confesables y otros que se mantienen en el anonimato para evitar dar pistas a los traficantes.
Entre los primeros, figuran lógicamente las fuerzas de seguridad, seguidas del control de la Agencia Tributaria sobre la importación de sustancias declaradas para usos legales. Cada vez que llega un cargamento sospechoso, los laboratorios lo analizan para confirmar que no se trata de ningún ácido o principio químico susceptible de sintetizar como narcótico. Luego, están las ONG que trabajan «en espacios de ocio nocturno donde ofrecen a los usuarios la posibilidad de testar las sustancias que consumen». Y finalmente, la vigilancia sobre Internet.
La olla a presión
De los últimos 35 psicoactivos detectados, tres eran desconocidos en el resto de Europa. «El peligro existe y es muy grande. Tampoco hay una reflexión en el consumidor sobre los riesgos que entraña tomar un producto cuyos daños son impredecibles y del que ni siquiera sus fabricantes saben que es lo que ha salido de la olla a presión», remacha Babín. De ahí, que Sanidad haya lanzado desde 2005 más de 130 alertas de salud pública relacionadas con drogas, como la ‘superman’ –que contiene PMMA y se relacionó con 50 muertes registradas en Europa– o la ‘Flakka’, cuya base es el estimulante Alfa-PVP. La primera fue detectada en cinco comunidades españolas. La segunda, en siete. En ambos casos figuraba el País Vasco.
A diferencia de otros narcóticos, digamos tradicionales, los fabricantes de estos se aprovechan de la síntesis de productos legales o de la alteración molecular de aquellos principios activos que están fiscalizados –es decir, prohibidos por la legislación de un país– para transformarlos. En ese sentido, España cuenta con una de las normas más restrictivas de Europa: el delito genérico contra la salud pública es aplicable a cualquier sustancia que produce efectos nocivos en las personas.
Fuente - elcorreo.com
Miguel Pérez
02/03/2017