21 de octubre del 2016
Cuando la marihuana actúa sobre nuestro organismo, sus principales efectos son debidos a la unión del químico psicoactivo THC con un receptor que se encuentra no solo en las células del cerebro, donde es muy abundante, sino en muchos otros rincones del cuerpo humano. Se trata del receptor cannabinoide número 1 (CB1), que desde este jueves es más conocido que nunca porque un grupo de investigadores ha conseguido obtener su estructura cristalina. Es decir, estudiarlo y representarlo en estado sólido y en tres dimensiones. Este logro vaticina importantes avances en la fabricación de medicamentos, elaborados o no a partir de la planta, que actúen sobre CB1 y que se destinen, por ejemplo, a tratar el dolor, la inflamación, la obesidad, el abuso de sustancias o incluso la fibrosis hepática. Pero que no produzcan o potencien los efectos secundarios que causa el consumo de marihuana, que ya han provocado la retirada de algún fármaco.
Los científicos, pertenecientes a varios centros de Estados Unidos y China, consiguieron definir la estructura tridimensional de CB1 en el laboratorio mediante varios pasos. Lo primero fue lograr la unión del receptor presente en neuronas humanas con una sustancia modificada procedente de un fármaco cannabinoide para tratar la obesidad, actualmente retirado del mercado por producir efectos secundarios como ansiedad, depresión o ideas suicidas.
Una vez unidas las dos partes, y añadiendo alguna modificación genética al receptor que no afecta ni a su estructura ni a su función, el conjunto se sumergió en un medio acuoso sin que se separara y se pudo estudiar. Algo que no se había conseguido hasta el momento y que este jueves publica la revista Cell. “Hasta ahora hemos estudiado más de 800 receptores similares, pero este fue el más difícil por su inestabilidad, lo que nos sorprendió teniendo en cuenta que es uno de los más presentes en el cerebro humano”, explica a Big Vang Raymond Stevens, que trabaja en las universidades de Shanghai y del Sur de California en los Ángeles y es uno de los autores del estudio.
Este nuevo paso permitirá conocer mucho mejor qué requisitos debe cumplir una molécula para unirse con CB1 y cómo hacerlo para conseguir los efectos deseados y evitar los no deseados de los medicamentos basados en cannabinoides.
“Es un avance muy importante que la comunidad científica estaba esperando”, celebra Rafael Maldonado, catedrático de Farmacología de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona (UPF). Maldonado es buen conocedor de las necesidades que a partir de ahora quedarán cubiertas, pues el grupo que él lidera ha hecho varias investigaciones al respecto. “Este receptor, por su gran abundancia en el cerebro, tiene un papel fundamental en el control de funciones como la memoria, la ingesta alimentaria, la coordinación motora o las emociones, y conocerlo más a fondo nos permitirá responder a muchos interrogantes”, detalla.
CB1 se activa de tres maneras: a través de sustancias fabricadas en nuestro cerebro y en otros órganos, llamadas endocannabinoides; por el consumo de la planta Cannabis sativa o marihuana, que contiene el químico psicoactivo THC, o mediante la administración de medicamentos elaborados en el laboratorio para uso científico o terapéutico.
Actualmente hay varios medicamentos autorizados en diversos países que actúan sobre CB1 y se administran con éxito, obtenidos o no a partir de extractos de marihuana. Es el caso, explica Maldonado, de un tratamiento para la espasticidad de la esclerosis múltiple que se receta en varios países incluyendo Europa, Canadá y Estados Unidos, y de otro para el síndrome de epilepsia refractaria aprobado en Estados Unidos. Pero el campo a recorrer es aún muy amplio. Y es que, por la gran abundancia de CB1 en el cerebro, “muchos fármacos se enfocan y se enfocarán a este receptor”, añade.
“Estamos trabajando duro para entender cómo se activa el receptor, lo que nos permitirá conocer mejor los efectos de los cannabinoides sintéticos, un tema en auge en Estados Unidos”, explica Stevens. Y es que el artículo que publica Cell llega en un momento en el cual la legislación sobre el uso terapéutico de medicamentos cannabinoides, pero también sobre el consumo recreativo de marihuana, es un tema de especial debate en Estados Unidos. Eso sí, el avance se enfoca, claramente, a la elaboración de fármacos, y en este sentido los autores ponen hincapié en la necesidad, una vez descifrada la estructura tridimensional del receptor, de profundizar en el estudio de Cannabis sativa para avanzar en la fabricación de medicamentos más seguros y eficaces.
Para Maldonado, la diferencia entre el consumo de la planta y el uso terapéutico de medicamentos elaborados a partir de sus extractos es diáfana: “Hace centenares, miles de años, la marihuana se usaba directamente porque no se tenía el conocimiento científico del que disponemos ahora, gracias al cual sabemos que el consumo recreativo de la planta puede tener como consecuencia problemas mayores como alteraciones de la memoria y la función cognitiva, problemas de desinhibición y para la conducción de vehículos, o incremento de la incidencia de psicosis”, explica. “Existe un medicamento para la presión arterial que es extraído del veneno de una serpiente, y no por eso compramos serpientes venenosas para que nos piquen. O la morfina se aplica como medicamento, pero no se vende para otros usos”, ilustra.
Fuente - lavanguardia.com
Roser Reyner
21/10/2016