19 de julio del 2016
De cara a la galería, la cocaína desinhibe, excita, envalentona e incluso hace perder la percepción de la realidad. De puertas adentro, concretamente en el interior del cerebro, provoca graves alteraciones. Un equipo de científicos del hospital de Sant Pau de Barcelona, el Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge (Idibell) y la Universidad Autónoma de Barcelona han demostrado, por primera vez, que la cocaína altera las funciones cerebrales y modifica la estructura del propio órgano. Estas adulteraciones provocan, por ejemplo, que el cerebro de los consumidores no detecte las consecuencias adversas de su propio comportamiento.
Una treintena de personas diagnosticadas con una adicción a la cocaína pero en fase de desintoxicación participaron en el estudio, que se ha publicado la revista Addiction Biology. Los investigadores sometieron al grupo a un juego de azar y observaron su actividad cerebral a través de tres técnicas distintas de neuroimagen por resonancia magnética. Los expertos querían ver, de forma simultánea, la función cerebral, la estructura de la materia gris y la blanca y el estado de las vías de comunicación entre las áreas del cerebro. "Descubrimos que habían sufrido cambios en los tres elementos que estudiamos", resume el doctor Jordi Riba, investigador principal del estudio.
Este hallazgo nos explica por qué la gente no cesa en el consumo y tiene tantas recaídas
Las resonancias magnéticas revelaron que, a diferencia de la población sana, los consumidores de cocaína tenían una zona primitiva del cerebro hiperactivada. Se trata del estriado ventral, un eslabón del llamado "circuito de recompensa", vinculado a favorecer comportamientos básicos, más bien automáticos e impulsivos, como comer o el sexo. Los expertos advirtieron que esta hipersensibidad contrastaba con una hipoactividad en otra parte del cerebro mucho más evolucionada, la corteza prefrontal, encargada de regular la propia conducta. "Ante condiciones adversas, en este caso era que fallaban en una apuesta, los voluntarios sanos activaban la corteza prefrontal para afrontarlo, pero esta zona estaba desactivada en los consumidores de cocaína", señala Riba.
Además, los investigadores hallaron que, aparte de las anomalías en la función cerebral, los consumidores también sufren cambios en la estructura del cerebro. "Vemos que, en la materia gris, se ha reforzado el circuito de recompensa y las conexiones entre ellas mientras que baja el tamaño de la materia blanca fuera del área de recompensa", apunta el médico. Esto significa que aparecerían reforzadas las estructuras que tratan la gratificación en detrimento de las áreas que controlan procesos cognitivos como son la regulación de la propia conducta y la atención.
"Este hallazgo nos explica por qué la gente no cesa en el consumo y tiene tantas recaídas. No es por simple debilidad o falta de fuerza de voluntad, es que la estructura cerebral ha cambiado", concluye Riba. Los expertos investigan ahora si este daño cerebral es irreversible o, a medida que el paciente ceja en el consumo, el cerebro es capaz de regenerarse y normalizar sus funciones.
Fuente - elpais.com
Jessica Mouzo Quintáns
19/07/2016