25 de mayo del 2016
Vivimos una época difícil, contradictoria. Una época que nos llena de cosas mientras, en diversas áreas, nos vacía. Una época que nos presiona con niveles altos de exitismo y rendimiento mientras propone, de múltiples maneras, aliviar los conflictos, dolores o tensiones personales a través del consumo de diferentes químicos, como son los psicofármacos.
Una época de ineludibles urgencias, de exigencias laborales cada vez más implacables y de redes y vínculos cada vez más frágiles.
Es ese marco tan complejo como controvertido, la sociedad de consumo impulsa a las personas a ciertos hábitos y conductas que luego terminan convirtiéndose en adicciones. No hay más que ver como por distintos medios, nos regalan la “ilusión” de poder desatender las señales del campo emocional, anestesiando o enmascarando con químicos, distintas carencias y vacíos.
Efectivamente, mucha gente ni siquiera reconoce a los psicofármacos como drogas y las recomienda a sus pares con total ligereza, como si la experiencia en el consumo les diera potestad para ello. Con esto quiero decir que, en vez de concienciarnos de los efectos nocivos que pueden provocar sin la supervisión idónea, naturalizamos su consumo (e incluso lo incitamos), como si fueran de lo más normal y no lo es.
Lo peligroso de estas drogas, es que en los casos de abuso o consumo sin supervisión responsable, es que no tratan problemas de salud, sino de bienestar; no buscan curar una enfermedad, sino subsanar una inadaptación o incomodidad. Se convirtieron en una solución farmacológica al desafío agotador de sobrellevar lo cotidiano. Los psicofármacos están a la orden del día, se consiguen fácilmente y las personas creen “controlarlas”. Y claro está, que no es así, y tampoco fueron concebidas con ese objeto.
Buenos ejemplos para ello son el sildenafil y el clonazepam. El primero que generalizó sus usos recreativos y se convirtió en la estrella de ventas, cuando su prescripción original apuntaba a combatir la impotencia sexual; y el segundo, representa otro de los exitazos terapéuticos de los últimos tiempos, cuya primera aprobación clínica fue para el control de las convulsiones en las crisis epilépticas.
Entre ellas:
Los opioides pueden producir somnolencia, estreñimiento y, dependiendo de la cantidad tomada, depresión respiratoria. Una sola dosis de gran cantidad puede causar depresión respiratoria grave o la muerte.
Los depresores se dividen en:
A pesar de sus efectos beneficiosos para las personas que sufren de ansiedad o trastornos del sueño, estas drogas pueden ser adictivas y sólo se deben utilizar de la forma prescrita. Los depresores del SNC no se deben combinar con ningún otro medicamento o sustancia que cause somnolencia, incluyendo bebidas alcohólicas y analgésicos de prescripción. Si se combinan pueden desacelerar la frecuencia cardiaca y la respiración al punto de causar la muerte.
Entre ellos:
Hoy en día, y debido a que en tantos casos se han convertido en objeto de abuso (para mejorar el rendimiento o para fines recreativos), los estimulantes sólo se prescriben para tratar unas pocas afecciones de salud. Las altas dosis de estimulantes pueden provocar alteraciones en el ritmo cardíaco, aumento significativo de la temperatura corporal, insuficiencia cardiovascular o convulsiones.
La prevalencia por problemas derivados del consumo de los psicofármacos aumenta considerablemente. La dificultad principal que se encuentra en esta adicción es que la persona no es consciente de que es adicta, necesita tomar más cantidad para conseguir el mismo efecto, a la vez que se va perdiendo paulatinamente la capacidad de afrontar, según qué situaciones, sin tomarse una pastilla o el pánico a quedarse sin ellas. Es una adicción severa que requiere un tratamiento integral de terapia cognitiva para promover el cambio conductual y emocional.
Tal es así que, en la mayoría de los casos, este proceso requiere ayuda y supervisión profesional. Así lo asegura Manel Colomer, director del centro de desintoxicación Sin Consumir, quien acompaña a las personas en el proceso de recuperación, brindando el apoyo y la asistencia que requiera cada caso durante las 4 etapas fundamentales de la recuperación: Desintoxicación. Deshabituación. Rehabilitación. Reinserción.
Ha establecido distintos tipos de asistencia para responder a las necesidades concretas de recuperación de cada adicto. Entre ellas:
Las adicciones se nutren de una sociedad que prioriza el consumo y la inmediatez, mientras empobrece los vínculos y ofrece atajos para silenciar las necesidades emocionales.
Fuente - sinconsumir.com
25/05/2016