03 de diciembre del 2020
Anónimo
Todos tenemos puntos débiles, y uno de los más comunes es la comida. Nos proporciona una enorme sensación de placer y satisfacción; hace que compartamos tiempo con nuestros seres queridos; nos aleja durante un rato del trabajo... Todo lo que tiene son cosas buenas. Incluso cocinarla (para algunos) es una actividad más que atractiva. Todos, en algún momento, hemos comido más de lo que debemos, sobre todo en cenas familiares festivas como la de Nochebuena, pero llega cierto punto en el que si nos damos atracones a menudo puede que estemos padeciendo una adicción a la comida.
Esta afección puede provocar, inevitablemente, un aumento de la grasa corporal y, en última instancia, obesidad, lo que tiene sus propios y complicados problemas de salud. Además, desembocar en este tipo de condición implica, inevitablemente, que nos enfrentaremos a dos problemas para los que deberemos encontrar sendas soluciones: una enfermedad mental como una adicción y la pérdida del peso ganado.
La adicción a la comida, a pesar de no estar considerada como una enfermedad psiquiátrica en el 'Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales', quinta edición (DSM-5 por sus siglas en inglés), el libro más importante de un psiquiatra, tiene 5 síntomas concretos y muy definidos. Son los siguientes:
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Tenemos que tener muy claro que tener hambre y tener 'ganas de' son dos cosas que poco tienen que ver entre ellas aunque parezcan muy similares.
El ejemplo más claro de tener un 'antojo' es, a pesar de haber comido un buen cocido madrileño una tarde de domingo, desear un bombón, un trozo de chocolate, un polvorón (si la época es la adecuada), una bola de helado, etc.
Es necesario aclarar que casi todos tenemos antojos de algo y padecerlos, por sí solo, no supone que padezcamos una adicción a la comida ni muchísimo menos, pero es un síntoma. Así lo explican los doctores Ashley N. Gearhardt, Marney A. White y Marc N. Potenza, de la Universidad de Yale, en Estados Unidos.
Del mismo modo, en un estudio elaborado por investigadores de la Johns Hopkins University y de la Pennsylvania State University, "estos antojos no son la respuesta a una necesidad de nutrientes o de energía, sino a una petición del cerebro para lograr una liberación de dopamina, una sustancia química del cerebro que juega un papel importante en la sensación de placer de los humanos".
Pretendíamos hacer un platito de pasta para nosotros, calculamos mal y acabamos haciendo para una familia numerosa. No solo eso, sino que además nos la comemos toda. La ausencia de moderación es un síntoma importante de cualquier adicción, y uno que acelera el proceso de dependencia, como explican en un estudio investigadores del Departamento de Psicología de la Universidad de Míchigan, en Estados Unidos.
A ninguno nos gusta sentirnos incómodos por haber comido demasiado. Esa sensación de tener el estómago completamente repleto no es del agrado de nadie. En algunos individuos, el sentimiento de culpa que surge a raíz de este comportamiento es extraordinariamente intenso.
Los adictos a la comida van un paso más allá: repiten en un corto periodo de tiempo esa misma conducta como paliativo a la sensación de culpa, lo que desemboca en un círculo vicioso del que es difícil salir.
Cuando queremos cambiar un aspecto de nuestro estilo de vida tendemos a establecer barreras, límites arbitrarios y reglas con el objetivo de corregir las cosas que no nos gustan. Hasta ahí todo bien. El problema es que nos las saltamos a la torera.
Si, en el entorno de la comida, nos imponemos mil reglas (que no cumpliremos, pero eso no es lo importante) existe una gran probabilidad de que seamos adictos. Ejemplos de ellas son solo comer comida basura los fines de semana, no comer postre, limitar raciones a un plato o tener solo un capricho, etc.
Lamentablemente, cuantas más reglas, más difícil cumplirlas.
A nadie le gusta ser adicto, a lo que sea. El simple concepto de adicción implica una privación de nuestro libre albedrío o, al menos, una reducción de este. Todas, también, implican una gran vergüenza en aquellos individuos que las padecen.
Ese sentimiento hace que ocultemos comida y eso supone una clara muestra de adicción a la misma.
Recuperarnos, tanto de cualquier adicción como del sobrepeso, son auténticas heroicidades en las que los que más pueden ayudarnos son los profesionales. Una visita al médico puede ahorrarnos muchísimos disgustos.