02 de junio del 2020
PsicologĂa y mente
La crisis existencial es uno de esos fenómenos problemáticos que parecen no estar relacionados con las condiciones materiales que nos toca vivir.
Puede aparecer en cualquier momento de la vida, afecta también a personas con amplios recursos económicos e incluso pueden experimentarla mujeres y hombres aparentemente exitosos y con buena imagen social. De hecho, puede tenerse todo lo que la civilización occidental considera como metas fundamentales de la vida humana, como riqueza, amor y conocimiento, pero la crisis existencial seguirá estando ahí, implacable.
Cuando los antiguos esquemas mentales ya no sirven, la persona que sufre una crisis existencial siente que no sabe el camino que debe seguir en la vida, ni puede visualizar las metas que ha de perseguir para alcanzar la autorrealización personal. Esto puede resultar mentalmente muy agotador, y provocar trastornos psicológicos si no se resuelve la situación de manera correcta. Por el contrario, si el individuo supera esta etapa de la vida, percibe que ha crecido como ser humano y que ahora es otra persona más fuerte y más preparada para afrontar las dificultades que se pueden presentar en el día a día.
La crisis existencial se manifiesta con sentimientos intensos de malestar psicológico debido a que el individuo comienza a cuestionarse las razones de su propia existencia. También puede decirse que la crisis existencial es, básicamente, una crisis de identidad. Ocurre cuando todo aquello que pensábamos que estaba bajo control, deja de estarlo. Nuestra cosmovisión se nubla de forma inesperada, y nuestra visión de la vida necesita actualizarse porque está caduca. Entonces nos preguntamos: ¿qué hago yo aquí? o ¿cuál es el sentido de mi vida? Algo que hasta el momento parecíamos tener muy claro.
Casi sin darnos cuenta, un nuevo amanecer nos envuelve, y hemos de salir de la zona de confort para enfrentar la nueva realidad. Las crisis existenciales nos llevan a la autorreflexión, y nos supone un coste emocional porque los recursos con los que siempre habíamos contado ya no sirven. Durante este periodo de introspección nos cuestionamos aspectos de la vida que hasta el momento no nos preocupaban demasiado.
Por otro lado, la crisis existencial también tiene consecuencias observables en nuestra manera de comportarnos. Clásicamente, o genera apatía y desinterés por realizar actividades que no estamos obligados a realizar debido a nuestras responsabilidades, o nos lanzamos a probar nuevas experiencias de manera casi desesperada, con la intención de llenar nuestro vacío a través de sensaciones que nos mantengan distraídos. Ambos patrones de comportamiento pueden llegar al extremo de resultar dañinos, dado que si se convierten en el eje central de nuestras vidas, pueden dar paso a un trastorno depresivo y/o a adicciones.
Cuando sentimos que no tenemos los recursos suficientes para salir de este vacío existencial, la ansiedad no nos deja dormir hasta que encontremos la respuesta, es decir, hasta que encontramos una solución que nos haga recuperar la paz interior, y que nos ayude a visualizar de nuevo el camino a seguir. Este a camino a seguir se refiere a recuperar la propia identidad y el compromiso con uno mismo. Se trata de encontrar de nuevo el sentido a nuestra vida.
La crisis existencial puede provocar un cambio radical en nuestra vida, pues puede ser oportunidad para reinventarse y para plantearse nuevos objetivos. Pero cuando la persona que sufre una crisis existencial entra en una espiral negativa en la que piensa que no tiene los recursos suficientes para superarla, puede acabar sufriendo una depresión grave.
No todo el mundo vive las crisis de igual manera: unos pueden vivirla durante unas semanas, otros unos meses y otros unos años. Las crisis existenciales largas e intensas suelen requerir ayuda por parte de un profesional. Cuando la crisis por la propia existencia se resuelve de manera satisfactoria, uno siente que ha vuelto a conectar consigo mismo y reestructura su forma de pensar. A su vez, puede cambiar viejos hábitos disfuncionales por algunos más adaptativos, y puede llegar de nuevo al bienestar.
Cuando la persona que sufre una crisis existencial desarrolla una imagen negativa de sí misma, del mundo y del futuro, y se recrea en sus creencias irracionales sobre la vida; o cuando tiene una baja autoestima o una falta de confianza en sus propios recursos, puede llegar a la desesperanza, la indefensión aprendida, la depresión mayor e, incluso, al suicidio.
La forma de afrontar la crisis existencial es diferente en cada individuo, ya que el camino a seguir para superarla es un camino al descubrimiento personal, por lo que requiere voluntad propia y conocimiento de uno mismo. Los individuos que quedan atrapados en esta crisis necesitan cambiar su visión del mundo, pues tienen unos esquemas cognitivos que no son adaptativos, al menos en parte. Los psicólogos pueden servir de guía para que una persona descubra el camino por sí misma, pero no pueden ofrecer las respuestas a la crisis existencial, pues tiene que ver con las prioridades de cada uno.
Aún y así, un psicólogo puede ayudar a su paciente a tener una visión más objetiva sobre esta situación. Por ejemplo, un psicólogo puede ser efectivo para ayudar a un individuo a reestructurar sus expectativas y para que se plantee proyectos de vida más realistas. Puede aportar herramientas para la aceptación de uno mismo y la correcta gestión emocional. Y puede ayudar a desarrollar estrategias de afrontamiento más eficaces y adaptativas que no sólo serán positivas para superar la crisis, sino para empoderar al paciente en el día a día.
Existen en el mercado distintas aplicaciones móviles que pueden ayudarte a tomar conciencia de tus habilidades y potenciar la forma en que planteas el futuro. Tal vez la más valiosa es Meyo, una app creada en Barcelona y que actúa como un coach de vida 360º.
Con esta app puedes trackear tu bienestar en ocho aspectos esenciales de tu vida y, mediante una serie de retos y actividades basadas en tus gustos, Meyo te propone recursos y herramientas con las que aumentar tu empoderamiento y salir adelante con nuevos proyectos y hobbies.