17 de febrero del 2020
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Los sapos siempre han desempeñado un papel importante en los mitos, leyendas, religiones, prácticas médicas y artes de la curación de diferentes pueblos a lo largo de la historia de la humanidad.
Encontramos representaciones de sapos que se remontan a miles de años atrás. Algunos autores han sugerido que los neandertales utilizaban el veneno de los sapos para la caza, la adivinación y como intoxicante.
Existen mitos y tradiciones relacionadas con los sapos a lo largo de la historia en diferentes partes del mundo como China, Tíbet, Nepal, así como en Bolivia y Europa. Los mitos sobre el uso de los sapos en la brujería durante la Edad Media están muy difundidos.
Varios antropólogos sugieren que una variedad de sapo, el Bufo marinus, se ha utilizado en Mesoamérica desde tiempos antiguos por sus propiedades intoxicantes. La hipótesis sobre el uso de Bufo marinus, cuyas secreciones, al igual que las de otros sapos, contienen principalmente bufotenina, se basa en la presencia de muchas representaciones iconográficas y mitológicas de sapos en las culturas olmeca, maya y azteca, que datan del año 2000 a.C. En los restos arqueológicos de la cultura olmeca de San Lorenzo, Veracruz, México, se han encontrado restos esqueléticos de la especie Bufo que datan de 1250-900 a.C. Las esculturas y representaciones aztecas ponen gran énfasis en las glándulas parótidas de los sapos, que es donde se encuentran las secreciones psicoactivas.
Según relatos del fraile anglo-dominicano Thomas Gage, el pueblo maya polomano nativo de Guatemala tenía el hábito de añadir tanto hojas de tabaco como sapos venenosos a sus bebidas fermentadas para aumentar su potencia.
Sin embargo, ha habido una gran confusión acerca de las variedades de sapos que podrían haber sido utilizadas para diferentes propósitos, así como qué alcaloides presentes en las secreciones de los sapos eran responsables de los efectos. Como ya se ha mencionado, hay docenas de sustancias triptamínicas en los venenos de ciertos sapos y aunque los efectos psicoactivos se atribuyen generalmente a la bufotenina y a la 5-MeO-DMT, la contribución de cada alcaloide al efecto final todavía no se ha aclarado completamente. Además, algunos alcaloides presentes en las secreciones de los sapos del género Bufo pueden tener efectos cardiotóxicos y ser fatales, como demuestran ciertos informes de animales que han muerto después de morder a los sapos.
Algunos antropólogos han sugerido que es poco probable que el B. marinus fuera el sapo utilizado por las culturas mesoamericanas con fines psicoactivos, debido a la presencia de bufotenina en sus secreciones, cuya psicoactividad ha sido puesta en duda en las últimas décadas. Se ha propuesto que la especie utilizada fue B. alvarius, cuyas secreciones contienen 5-MeO-DMT y cuya morfología es prácticamente indistinguible de B. marinus. Sin embargo, dada la falta de suficientes análisis químicos, esta afirmación es sólo especulativa.
Hoy en día, algunas prácticas tradicionales de uso de sapos psicoactivos sobreviven entre los curanderos de las tribus mesoamericanas y sudamericanas, en las que el veneno de sapo se utiliza con fines mágicos, principalmente en la preparación de pociones de amor y otros usos.
Si bien la importancia de los sapos y sus venenos en las prácticas médicas y religiosas y en la mitología de muchas civilizaciones antiguas es indiscutible, sigue habiendo confusión sobre las variedades de sapos utilizadas, así como los modos de uso y sus propósitos. Aunque es posible, el uso tradicional de B. alvarius no se puede asegurar.
Las secreciones de las glándulas del B. alvarius contienen distintos alcaloides de la familia de las indolalquilaminas y sus metabolitos más comunes de la serie de las 5-hidroxindolalquilaminas, y de las 5-metoxindolalquilaminas, poco habituales en las secreciones de sapos, conocidas como bufotoxinas.
De la misma manera que muchas otras variedades de sapos, el B. alvarius produce bufotenina (5-OH-DMT) en cantidades considerables, de hasta 3mg por gramo de piel seca. La piel del B. alvarius contiene también otras sustancias sulfurosas, una de ellas es la bufovidrina y otras sustancias cardiotóxicas llamadas bufogeninas y bufotoxinas. Algunos estudios habían considerado la bufotenina como la sustancia responsable de los efectos psicoactivos tanto de algunas plantas como de sapos, otros estudios no han encontrado señales de psicoactividad, aunque sí de efectos tóxicos a nivel físico. Jonathan Ott en sus bioensayos encontró que la bufotenina administrada por distintas vías (vaporizada, intranasal, oral, rectal y endovenosa) sí tenía efectos psicoactivos a dosis parecidas a la 5-MeO-DMT.