27 de enero del 2020
Anónimo
Las adicciones llevan presentes, a lo largo de la historia de la humanidad, en todas las épocas y estamentos. Ocasionan trastornos psiquiátricos crónicos y se caracterizan por la búsqueda y uso compulsivo de sustancias adictivas, incluso conociendo los graves efectos negativos que provocan. Al igual que otras muchas enfermedades, la adicción no es particular de raza, edad, género o condición, presentando un problema muy complejo donde convergen componentes psicológicos, sociales, legales, médicos y emocionales, entre otros.
Pero, ¿qué es lo que empuja al ser humano al consumo de determinadas sustancias? ¿Existe alguna relación entre ellas? ¿De dónde nace el poder de la adicción, que hace perder los principios a la persona más juiciosa y la razón a la más cuerda?
Entre las adicciones más frecuentes y aceptadas socialmente se encuentran la nicotina y el alcohol. En segunda línea, están la cocaína, el cannabis y las metanfetaminas, seguidas muy de cerca por la heroína. Al margen de las drogas, no debemos olvidarnos de la adicción a la comida, concepto que se ha definido a finales del siglo XX y que participa en una de las mayores pandemias del mundo actual: la obesidad. También es habitual la adicción al juego, a las compras y a otros comportamientos impulsivos relacionados.
Pero, ¿tienen algo en común todas estas adicciones? Las sustancias de abuso son muy diversas en cuanto a su composición química, y ejercen su acción en diferentes proteínas dianas del cerebro. Su consumo supone una combinación de efectos fisiológicos y conductuales concretos para cada caso. Sin embargo, dejando a un lado las diferencias en cuanto a los mecanismos por los que actúan, la mayoría de las drogas provocan un conjunto de efectos comunes tras la exposición continuada a las mismas. De igual modo ocurre con la práctica de algunas actividades (alimentación excesiva, compra impulsiva, apuestas...). En todos los casos se genera un refuerzo inmediato que favorece el consumo repetido y que termina desarrollando el trastorno de la adicción. Este efecto reforzante común en las distintas drogas se ejerce en el cerebro en la denominada vía dopaminérgica mesolímbica. Esta vía conecta, mediante el neurotransmisor dopamina, dos regiones del cerebro (el área tegmental ventral con el núcleo accumbens) y es conocida también como sistema de recompensa. El sistema serotoninérgico también se ve afectado por el consumo de drogas. Éste interactúa con las vías dopaminérgicas corticales (que van del área tegmental ventral hasta la corteza frontal) transportando serotonina, un neurotransmisor implicado en el comportamiento, el humor, el sueño y el apetito entre otras funciones.
Así una droga, independientemente de su acción principal, provoca un incremento directo o indirecto en la transmisión de dopamina, siendo esta molécula el neurotransmisor que causa el sentimiento de placer en el cerebro. Es la dopamina la que motiva al individuo mediante el gozo y el refuerzo para realizar ciertas actividades. Habitualmente nuestro organismo la produce durante experiencias naturalmente recompensables, como la alimentación, el sueño o el sexo, todas funciones necesarias para la vida. Las sustancias de abuso generan un incremento en sus niveles 10 veces superior a lo normal. Así, cuando el efecto desaparece, el individuo experimenta emociones negativas durante la abstinencia. Este sentimiento es el que empuja a la búsqueda del consumo repetido. Viene acompañado de un periodo de sensibilización y un aprendizaje del organismo a los estímulos ambientales relacionados con la droga. Finalmente, el organismo se acostumbra a la droga y cada vez necesita una dosis superior para que se produzcan los mismos efectos. Este fenómeno se conoce como tolerancia a la droga.
Las sustancias adictivas inducen en el sistema nervioso central una serie de cambios adaptativos que provocan tolerancia a la droga, dependencia física, sensibilización, craving (deseo por el consumo) y recaída. Por lo general, el individuo que cae en la espiral de la adicción no es consciente del proceso de adaptación que está sufriendo. Especialmente sucede en las personas que se encuentran en las primeras etapas de la dependencia, mostrando tendencia a negar cualquier tipo de craving. El craving por tanto forma parte de la adicción, intensificando el deseo ante señales asociadas al consumo.
Los procesos de dependencia y tolerancia de varias drogas de abuso se conocen desde hace tiempo. Sin embargo, se ha descubierto recientemente que incluso una sola dosis farmacológicamente relevante de algunas drogas de abuso puede inducir neuroplasticidad en poblaciones neuronales seleccionadas (como las neuronas dopaminérgicas del área tegmental ventral). Los efectos del consumo persisten por tanto mucho después de que la droga haya sido procesada por el organismo, dejando huella en el cerebro. La administración prolongada de sustancias de abuso induce cambios neuroquímicos, neurofisiológicos, estructurales y de expresión de genes en diversas regiones cerebrales.
Es importante que el consumidor aprenda a analizar, afrontar y utilizar sus deseos. Es necesario que observe cómo puede hacerlos desaparecer sin necesidad del consumo. Por tanto el adicto, con ayuda profesional, debe aprender a vigilarse ante la presencia del deseo por consumir, identificar los signos y manejar la situación. Actualmente uno de los objetivos principales en la investigación para el tratamiento de las adicciones es la identificación de nuevas dianas terapéuticas que permitan la prevención y el tratamiento de este tipo de trastornos.