10 de diciembre del 2019
Anónimo
Tal vez conozcas a alguien así, o quizá te haya sucedido que un buen día tienes unas ganas incontrolables de comprar algún objeto. Son tantas y tan fuertes que comienzas a pensar mucho tiempo en esa cosa o en la compra misma; duermes menos y hablas solo de eso cada que puedes, y después, cuando la compras, te sientes como un cazador que atrapó a su presa: la adrenalina corre por tus venas y nada más importa, solo ese objeto.
Después, esa sensación pasa y te das cuenta de que aquello que conseguiste fue un gasto innecesario o que no cuentas con dinero suficiente para liquidar fácilmente esa compra, entonces viene la culpa y luego la desesperación y tristeza profundas por haber cedido al impulso.
Si te has identificado con la situación anterior, podrías catalogarte como comprador compulsivo y estar viviendo con oniomanía. Este es el término que se utiliza para designar a las personas que no pueden controlarse al momento de comprar, les es difícil parar.
Este trastorno se ve influenciado por la idea de que “tener más es mejor” y “mientras más tienes, más vales”. Simplemente basta con ver la cantidad de publicidad en la que las personas sonríen y son felices con productos que difícilmente utilizaríamos en la vida cotidiana, pero estas imágenes incrementan la sensación de que lo necesitamos, aunque no sea así.
La necesidad que se genera puede compararse con la adicción al juego. Lo descrito al inicio de este artículo es similar al ciclo por el que pasan las personas que viven con ludopatía, pues anhelan y solo piensan en el juego, entran en frenesí para conseguir dinero y gastarlo y, posteriormente, se recriminan por haberlo hecho de nuevo; paran un tiempo y después vuelve a suceder, es un asunto cíclico.
Se estima que las mujeres son quienes más pueden presentar estos episodios en comparación con los hombres; sin embargo, a ambos les pasa.