17 de octubre del 2019
Anónimo
La MDMA genera una mayor liberación de serotonina y norepinefrina (NE) que de dopamina. La serotonina es un neurotransmisor que cumple una función importante en la regulación del estado de ánimo, el sueño, el dolor, el apetito y otros comportamientos. La liberación excesiva de serotonina que genera la MDMA es la causa probable de la estimulación del estado de ánimo que experimenta quien consume la droga. Sin embargo, al liberar grandes cantidades de serotonina, la MDMA hace que el cerebro quede significativamente privado de este neurotransmisor importante, lo que contribuye a los efectos psicológicos negativos que la persona puede experimentar durante varios días luego de consumir MDMA.
La investigación con roedores y primates ha revelado que la administración de dosis moderadas y altas de MDMA dos veces al día durante cuatro días dañan las células nerviosas que contienen serotonina. En los primates expuestos a la MDMA se encontró una cantidad reducida de neuronas serotoninérgicas siete años más tarde, lo que indica que algunos efectos de la MDMA sobre el cerebro pueden ser prolongados. La MDMA también tiene otros efectos en el sistema serotoninérgico. Por ejemplo, una o dos semanas después de una dosis de atracón con MDMA (tres o cuatro dosis bajas en un día), las ratas mostraron una reducción en la expresión del transportador de serotonina, una proteína que permite que las células tomen y vuelvan a reciclar la serotonina liberada. Las ratas también mostraron cambios en la expresión de los genes que regulan la triptófano hidroxilasa, una enzima que participa en la síntesis de la serotonina.
Un bajo nivel de serotonina está asociado con mala memoria y un estado de ánimo depresivo, por lo que estos resultados coinciden con los estudios en seres humanos que demostraron que algunas personas que consumen MDMA regularmente experimentan confusión, depresión, ansiedad, paranoia y deterioro de los procesos de atención y memoria. Los estudios también demuestran que la dimensión del consumo de MDMA en el ser humano tiene una relación directa con la disminución de los metabolitos de la serotonina y otros indicadores de la función serotoninérgica y el grado de deterioro de la memoria. Además, los efectos de la MDMA sobre la norepinefrina (NE) contribuyen al deterioro cognitivo, la excitación emocional y la euforia que acompañan al consumo de MDMA.
En estudios con imágenes del cerebro tomadas por tomografía por emisión de positrones (TEP) de personas que han dejado de consumir MDMA se ha observado una disminución de la actividad cerebral en estado de reposo en las cortezas prefrontal, parietal y temporal medial, al igual que en la amígdala cerebral, el cíngulo y el hipocampo. Estas son áreas del cerebro que participan en la formación y el proceso de las emociones, el aprendizaje y la memoria. Las imágenes por TEP también mostraron que una dosis baja de MDMA aumentó el flujo de sangre cerebral en la corteza frontal ventromedial, en la corteza occipital y en el cerebelo y el lóbulo temporal inferior. Dicha dosis redujo la circulación de sangre cerebral en la corteza motora y somatosensorial, la amígdala, la corteza del cíngulo, la ínsula y el tálamo. Estas son áreas del cerebro que participan en la formación y el proceso de las emociones, el aprendizaje de conductas y la función motriz y sensorial. Son pocos los estudios de imágenes que han explorado los efectos del consumo moderado de MDMA en el cerebro humano, y los resultados que existen son contradictorios debido a las diferencias metodológicas de los estudios. Es necesario llevar a cabo más estudios para determinar si los cambios observados en la actividad cerebral de las personas que consumen MDMA son causados por la MDMA, por el consumo de otras drogas o por otros factores comunes de riesgo que predisponen a las personas a consumir MDMA.
Asimismo, la mayoría de los estudios realizados en seres humanos no cuentan con mediciones del comportamiento de antes de que comenzaran a consumir MDMA, lo que hace difícil descartar diferencias preexistentes o factores subyacentes de riesgo comunes entre los distintos grupos que no sean atribuibles al consumo de MDMA. Factores como el sexo de la persona, la dosis, la frecuencia e intensidad del consumo, la edad a la que se comienza a consumir la droga y el consumo de otras drogas, al igual que otros factores genéticos y ambientales, pueden influir en algunos de los déficits cognitivos asociados con el consumo de MDMA y se los debe tomar en cuenta al estudiar los efectos de la MDMA en los seres humanos.