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Te hablamos de las adicciones
  • ¿Eres un carbohólico? Es posible dejar la adicción

21 de agosto del 2019

Anónimo

Sin embargo, aún después de dos décadas, la sensación de estar a punto de caer en la tentación siempre está presente.

Las festividades y vacaciones familiares son especialmente problemáticas. Parece que invariablemente aparecerán postres y dulces al final de cada uno de los almuerzos y cenas, y no soy muy bueno para decir no cuando todos los demás están disfrutándolos. Cuantos más dulces como y mientras más comemos en familia, más tiempo me lleva que desaparezca esa expectativa de un dulce al día una vez que regreso a casa.

Me he dado cuenta de que comer un poquito de pasta, pan o un postre delicioso no me satisface. Más bien desata un fiero antojo de comer más de ellos, de terminármelos e incluso comer otros más. Me es más sencillo evitar por completo el azúcar, los granos y los almidones que tratar de ingerirlos con moderación. La pregunta es por qué.

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Para encontrar la respuesta se requiere entender que, por lo general, los investigadores están en desacuerdo no solo sobre qué causa la obesidad, sino también acerca de por qué tenemos antojos y a menudo no podemos seguir una dieta.

La idea tradicional, que sostiene la mayoría de los numerosos investigadores y médicos clínicos que he entrevistado a lo largo de los años, es que la obesidad es el resultado de un exceso de calorías. La consideran un trastorno del “equilibrio energético”, así que el tratamiento es consumir menos energía (menos calorías) y quemar más. Cuando no seguimos esa receta, se piensa que carecemos de fuerza de voluntad o autocontrol.

“Se percibe como un asunto psicológico o incluso una cuestión del carácter”, dice David Ludwig, quien estudia y trata la obesidad en la Facultad de Medicina de Harvard.

La postura minoritaria en este campo de estudio —la cual defiende Ludwig, y en la cual yo también creo después de años de hacer reportajes al respecto— es que la obesidad es realmente un trastorno de regulación hormonal, y que la hormona que controla este proceso es la insulina. Esta vincula directamente lo que comemos con la acumulación de exceso de grasa y esto, a su vez, está ligado con los alimentos que se nos antojan y el hambre que sentimos. Desde la década de los sesenta se sabe que la insulina emite señales a las células grasas, o adipocitos, para que acumulen grasa, mientras que les indica al resto de las células de nuestro organismo que quemen los carbohidratos para conseguir combustible. Según esta idea, esos carbohidratos solamente sirven para engordar.

Puesto que los niveles de insulina después de las comidas se determinan en gran medida por los carbohidratos que consumimos —en especial, por los granos y almidones de fácil digestión, conocidos como carbohidratos de alto índice glucémico, además de los azúcares como la sacarosa y el jarabe de maíz de alta fructosa—, las dietas que se basan en este enfoque señalan específicamente a esos carbohidratos. Si no queremos estar gordos o engordar más, no los consumimos.

 

Fuente: https://www.nytimes.com/es/2017/07/26/carbohidratos-insulina-antojos-salud/