11 de July del 2016
Amelia Galdo Fernández - www.saludvida.sld.cu
Las consecuencias en la salud de la exposición continua al tabaco resultan del conjunto de efectos de la propia sustancia y la forma en que se consume. El humo del tabaco es un importante contaminante ambiental que contiene gran cantidad de sustancias notablemente tóxicas y carcinógenas. Afecta tanto al fumador activo como al pasivo, y es la causa de enfermedades y deterioro de la salud de las personas sin distinción de sexo o edad.
Cuba se encuentra entre los países de América Latina y el Caribe con más alto consumo de cigarrillos, conjuntamente con Argentina, Brasil y Chile. La calidad del tabaco cubano se reconoce en el mundo entero, quizás por ello en esta isla son muchas las personas que fuman y las que no lo hacen generalmente se ven afectadas por la presencia del fumador y su dañino proceder. Sin embargo, es preciso ponerse a pensar en los riesgos que se corren al exponerse al humo del tabaco.
La combustión del tabaco genera dos flujos de humo: el interno o principal, y el colateral, emanado por el cigarro, puro o pipa por el extremo en que se quema. Todos los compuestos concentrados en el flujo principal, inhalado por el fumador activo, también se encuentran en el flujo colateral y contaminan el aire. A diferencia del primero, el segundo aporta al medio ambiente mayor concentración de sustancias tóxicas y cancerígenas, pues no se somete al filtro que constituyen los pulmones del fumador.
La composición del humo depende de diferentes factores, como son el tipo de tabaco, la temperatura de combustión, la longitud del cigarrillo, la porosidad del papel, los aditivos y los filtros. La temperatura del cigarrillo varía de 30 °C en la boquilla a 900 °C en el extremo encendido. A elevadas temperaturas ciertos constituyentes del tabaco se descomponen, otros se combinan produciendo nuevos compuestos y algunos pasan sin modificarse al humo. En el humo de los cigarrillos se han identificado más de 4000 sustancias, muchas de ellas antigénicas, citotóxicas, mutagénicas o carcinogénicas. El monóxido de carbono (CO), la nicotina y los alquitranes, son algunas de las sustancias componentes.
El monóxido de carbono es considerado un contaminante ambiental sumamente nocivo, pues este gas tóxico se combina con la hemoglobina de la sangre, dificultando el transporte del dioxígeno (O2) hacia los tejidos. Debido a que el humo de un cigarrillo contiene de 2 a 6% de monóxido de carbono, los fumadores inhalan una concentración de hasta 400 ppm y tienen una concentración elevada de carboxihemoglobina en sangre, entre 2 y 15%, de acuerdo con la cantidad de los cigarrillos que fumen, mientras que los no fumadores pueden alcanzan el 1%, según la contaminación existente. La nicotina es un alcaloide muy tóxico, cuya acción sobre los receptores cerebrales determina la dependencia tabáquica y el síndrome de privación al faltar ésta. Los alquitranes son sustancias carcinogénicas, siendo los hidrocarburos aromáticos polinucleares sus representantes más importantes.
En el humo del tabaco se han encontrado irritantes pulmonares y ciliotoxinas potentes, sustancias que aumentan la secreción de moco bronquial y son mediadoras de disminuciones agudas y crónicas de la función pulmonar y mucociliar. Algunos componentes actúan directamente sobre las membranas, mientras que otros son absorbidos en la sangre o se disuelven en la saliva y se degluten.
La generalización del consumo del tabaco en las primeras décadas del siglo pasado hizo surgir la sospecha de que pudiese ser la causa de diversas enfermedades, fundamentalmente pulmonares, pero investigaciones actualizadas han demostrado su incidencia en otros órganos.
Los que fuman no sólo deterioran su salud, sino que afectan la de otras personas al exponerlos al humo del tabaco: los fumadores involuntarios o pasivos. Un fumador pasivo expuesto durante una hora a la atmósfera contaminada con el humo que genera un fumador activo tiene un riesgo similar a si hubiera fumado 2 a 3 cigarrillos, según las estadísticas estos se someten a un riesgo superior a la mitad del que corre un fumador activo. El feto de una gestante es un caso crítico de fumador pasivo.
La Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos de América ha clasificado al humo del tabaco como un carcinógeno natural para los humanos, que puede afectar tanto a fumadores activos como pasivos. Se conoce que fumar puede retrasar la concepción, favorecer el riesgo de aborto espontáneo y de parto prematuro y afectar el desarrollo del feto de la mujer embarazada. Los niños cuyas madres fumaron durante el embarazo pesan, como promedio, 170 gramos menos que los niños cuyas madres no fumaron. Este efecto se debe probablemente a la alteración de la circulación uteroplacentaria. A largo plazo también puede influir negativamente en el crecimiento físico y el desarrollo intelectual del niño. El consumo del tabaco por las mujeres ha ganado aceptación social y muestra cifras en ascenso, a pesar de que el organismo de la mujer es más vulnerable a los efectos del tabaco.
Los efectos adversos del humo del tabaco en la salud, inciden especialmente en los niños, cuando sus padres o demás familiares que conviven en el hogar son fumadores, tienen un riesgo 2 veces mayor a padecer enfermedades pulmonares crónicas (bronquitis, gripes, neumonías, asma). En los lactantes y menores de 3 años la exposición duplica el riesgo. Diversas investigaciones han comprobado que la aspiración involuntaria por los pequeños incrementa la gravedad en los casos de asma y la posibilidad del síndrome de muerte súbita. Los riesgos a la salud que se asocian al tabaquismo son:
• El cáncer, en diferentes manifestaciones como el de pulmón, boca, faringe, laringe, esófago, estómago, páncreas, cérvico-uterino, renal y vesícula.
• Enfermedades del sistema respiratorio como bronquitis crónica y enfisema.
• Enfermedades del corazón como deficiencia coronaria e infarto.
• Enfermedades cerebrovasculares, como aneurisma y problemas circulatorios e hipertensión.
Actualmente, el tabaquismo se reconoce por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como el mayor problema de la salud pública mundial. Es una adicción que enfrentan casi 1 250 millones de seres humanos en todo el mundo, ocasionando once mil muertes al día en el planeta y más de cuatro millones anualmente, de las cuales la tercera parte ocurre en países en vías de desarrollo. En estos países se presenta un incremento del promedio de cigarros anuales consumidos mientras que en los países desarrollados se observa una disminución.
Según la OMS, en los próximos 20 años si la gente no está dispuesta a cambiar de hábito se triplicarán las muertes a causa del tabaco, la mitad de ellas durante la madurez productiva, con una pérdida individual de 10 a 20 años de vida, y uno de cada dos fumadores que empezaron a fumar muy jóvenes morirá a consecuencia de ese vicio. Razón más que suficiente para que la estrategia de la OMS "Salud para Todos" incluya su intervención en el campo del tabaco.
Ya al comenzar la década del 90 del siglo pasado había alrededor de ochenta países que requerían la inclusión de advertencias sobre los peligros para la salud en los paquetes de los productos del tabaco, avisos que en muchos casos eran más bien formales. Hoy en día las autoridades sanitarias en distintos países han emprendido estrategias con el propósito de disminuir su consumo entre los adictos, apoyar a fumadores para abandonar el hábito cuando lo soliciten, reducir los efectos nocivos entre no fumadores expuestos al humo y evitar, en lo posible, que las nuevas generaciones adopten el hábito.
Europa, considerada una plaza de fumadores fuertes, actualmente implanta políticas encaminadas a lograr "una Europa sin tabaco" que incluyen el establecimiento de una legislación del derecho a espacios comunitarios sin humo, la prohibición de la publicidad de los productos del tabaco y del patrocinio de marcas identificadas y la utilización de los ingresos derivados de los impuestos sobre el tabaco para financiar las actividades de control del tabaquismo y de la promoción de salud. Estados Unidos, Australia, Canadá, Singapur, Sudáfrica, Tailandia México, Cuba y otros muchos países también aplican medidas, más o menos rigurosas, para combatir este hábito que se consideraba inofensivo, y que se presentaba como una conducta normal de las personas, dada su aceptación social.
A pesar de las disposiciones que puedan existir, en la cotidianeidad las medidas propiciatorias para mantener la atmósfera libre de humo de tabaco no siempre se cumplen, bien sea por falta de exigencia de las autoridades, por indisciplina o tolerancia social. Muchos ejemplos pueden citarse: se suprime la publicidad en pro de los cigarrillos, pero aumenta la propaganda por el puro, —que ha escogido a la mujer "emancipada" como blanco, y que sustentan los fumadores famosos—; los fumadores fuman en lugares públicos violando los derechos de los no fumadores; los no fumadores se muestran pasivos ante dicha acción. Dependiendo de su relación con el tabaco, cada individuo debe ubicarse en un marco de respeto y armonía, el fumador tiene la opción de dejar de fumar o de abstenerse de fumar en el ambiente de los demás y el no fumador tiene el derecho de ubicarse en un lugar libre de humo de tabaco.
Investigaciones realizadas han concluido que no es factible la remoción total del humo de tabaco mediante la ventilación. Si esta es adecuada, en los espacios cerrados puede disminuir el olor del humo del tabaco ambiental, pero los riesgos para la salud no se eliminan. La solución más efectiva es evitar que se fume en el ambiente del individuo, ya sea prohibiendo fumar o restringiéndolo en lugares dispuestos para ese fin. Las áreas para fumadores deben estar claramente señalizadas, un espacio sin señalización debe ser una zona sin humo. La colaboración social, de fumadores activos y pasivos, es esencial para que no se permita fumar en los centros de uso público, pero en caso de conflicto, debe prevalecer el derecho del no fumador.
La falta de manifestaciones conductuales y sociales, así como, el tiempo más o menos largo que transcurre entre el inicio de la adicción y las consecuencias dañinas a la salud llevan a una mayor permisividad en su consumo, por lo que las estrategias de prevención deben inducir un cambio fundamental de los modelos de la sociedad donde el hecho de no fumar se convierta en una conducta a imitar. Todos los ciudadanos tienen derecho a respirar aire libre de humo de tabaco.
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