18 de octubre del 2011
Linda Bucay
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Después de una conversación con R, (los nombres en los grupos de autoayuda siempre se mantienen en el anonimato) pudimos conocer su historia a través de la cual; aquí un resumen de lo que nos compartió: Yo empecé a jugar desde muy joven, y no sabía que la apuesta podía convertirse en una adicción. Pero sí noté, en un punto, cómo iba creciendo mi forma de jugar, hasta que llegó un momento en mi vida en que la situación estaba muy mal. Ya había tenido muchas crisis económicas y un día mi psiquiatra me dijo que necesitaba buscar un grupo de autoayuda, porque era jugador compulsivo, término totalmente nuevo y desconocido para mí. “No hay grupos de jugadores en México, pero en Alcohólicos Anónimos o en Narcóticos Anónimos te pueden ayudar”, me dijo.
Lo único que sabía, era que tenía la necesidad de salvar mi vida. Pues ya no cabía una mentira más; ya había perdido mi casa y el negocio familiar, ya no podía seguir cargando más esta situación. Hice caso de lo que el médico me dijo para poder hablar con mi esposa y decirle que yo era un jugador compulsivo y toda la crisis que estábamos atravesando se debía en gran parte a esta incapacidad de controlarme para apostar. Entonces se destapó todo. A pesar de todo el daño y dolor que había causado, ella me dijo que valía la pena hacer un intento, sólo que esta vez iba a ser de otra manera ya que yo iba a hacer algo diferente, es decir, me iba a integrar al grupo de autoayuda, esperando con esto poder controlar mi deseo por apostar.
Unos días después, fui a un grupo de Narcóticos Anónimos. Cuando llegué, alguien se acercó para preguntarme si era la primera vez que iba. Le dije que sí, que tenía un problema de juego. Comentó algo con el coordinador de la junta y me dijeron que ahí me podrían ayudar, que la enfermedad que padecía era la misma que ellos padecían y se llama adicción, lo único que cambiaba era la sustancia.
Primero vamos a darte una bienvenida, me dijo la mujer. Y así inició la sesión: cada uno de ellos se levantó y comenzó a hablar de sus experiencias. Parecía que en su historia, estaban contando la mía. Era increíble que no los conociera, pero era como si estuvieran hablando de mí. Aunque ellos tenían problemas de alcohol y drogas, y yo de juego, me sentí muy identificado. Terminó la junta, y la misma mujer que me recibió me dijo que a veces iba al grupo otro jugador. Ella le llamaría para ver si podía ir al día siguiente. Salí y me sentí muy bien.
Lo conocí y hubo muy buena química. Él ya llevaba un tiempo en recuperación. Me dijo que me tenía dos noticias, una buena y otra mala. “La buena es que esto que estás viviendo, es una enfermedad. Y la mala es que no se cura”.
“¿Cómo que no se cura, ya no puedo apostar nunca más?” Le respondí angustiado. “No es para nunca más, ni para siempre, es sólo por hoy. El programa es sólo por hoy”. Me dijo. Decidí dejarme llevar, escuchar lo que me decía, sin querer entender ni aceptar todavía, la gravedad de mi condición.
Empecé a reunirme con él, a ir al grupo y escuchar. Así pude entender que tenía una enfermedad y que lejos de sentirme culpable tendría que empezar a ser responsable de mi enfermedad, además de que podía controlarla, “detenerla” para que no avanzara más.
Poco a poco me fue claro que si hacía una apuesta más, esto se iría a la basura, pues mi familia estaba depositando su confianza en mí, y no se trataba de fuerza de voluntad. Eso fue lo más maravilloso… entendí que era un trabajo que se daba a base de un programa de recuperación, a base de entender que el juego es más fuerte que yo, que la única forma de que no me dañe, es no compitiendo con él. No tratando de vencerlo, ¿qué significa eso? Cuando uno es jugador, es muy común que piense que tiene un sistema, que ha descubierto una forma de cubrirse y ganar dinero para recuperar todas las pérdidas acumuladas. Quizá lo más difícil de todo, es entender que no hay eso, que no hay sistemas. Me enseñaron que esto no es un problema de dinero, sino un problema de salud. El dinero es una forma de llevar el marcaje, pero la fantasía de poder resolver todos los problemas de un jalón, la inmadurez que significa aspirar a todas las cosas buenas de la vida por haber elegido a un equipo que ganó, es un absurdo.
Así empezó
Este grupo empezó así; nos comenzamos a reunir en un Vips, él y yo, y a los dos días se unió otra persona. Así fue como comenzó mi recuperación, cuando empecé a ver que si podía vivir sin apostar. Fue muy difícil, pero era muy claro que si yo quería tener un resultado diferente, había que hacer cosas diferentes; había entendido que hablando de las apuestas “una es demasiado, y mil no son suficientes”. Tenía que mantenerme alejado de la primera apuesta, mientras no hubiera una primera jamás habría una segunda.
Mandamos a hacer unos volantes y los entregamos en la calle y en otros grupos de autoayuda. Algunas personas comenzaron a llamar. Luego hablamos con el grupo, que hoy es Umbral, con la intención de que nos prestaran un espacio para reunirnos, y nos dijeron que sí. Después de eso, tuvimos otros espacios donde sesionamos, y cada vez llegaba más gente, gracias a los artículos que nos permitieron colocar en la prensa comunitaria. Posteriormente, hablamos a Estados Unidos, a Gamblers Anonymous y nos mandaron literatura para comenzar a armar el grupo más formalmente.
Tres años después, salió en el noticiero de Joaquín López Dóriga, una entrevista en la que se mencionó que no existían grupos de jugadores en México.
Así que decidí llamarles para informarles que eso era falso y que sí había un grupo. A los diez minutos, me llamó un reportero para pedirme una entrevista anónima que salió en la televisión. Antes de que terminara el noticiero, comenzó a sonar el teléfono. Sonó, sonó y sonó. Llegaron también un montón de correos electrónicos de gente que se fue uniendo al grupo. Una de ellas fue de Guadalajara. Luego de platicar, esa persona vino a México y le dimos material para que abriera un grupo en Guadalajara.
Por esas fechas, me contactó un reportero del periódico Universal, y a través de un artículo que permaneció en internet, tuvimos todavía más gente que se acercaba a pedir ayuda. Recibimos posteriormente, un correo de dos personas desesperadas desde Monterrey. Las puse en contacto y les hicimos ver la necesidad de abrir un grupo allá. Entonces se abrió el primero de los dos que hay el día de hoy.
Ya habían pasado cinco años desde que nos reunimos por primera vez. Hicimos contacto con un grupo en Tijuana y otro en Chihuahua para mantenernos en contacto y apoyo continuo, de esta forma, comenzaron a surgir grupos en otros estados del interior de la República.
Hoy, existen cuatro grupos en el Área Metropolitana, dos en Monterrey, dos en Guadalajara, uno en Hermosillo, Torreón, Tijuana, Chihuahua, Ciudad Obregón, Los Mochis, Querétaro y Mérida. Hoy, los grupos crecen porque el problema crece. Hoy, cada vez hay más personas que apuestan y pierden todo, porque no saben que tienen una enfermedad.
Lo único que puedo decirle a la persona que esté leyendo esto y se sienta identificada, es lo que decimos en nuestras sesiones: “No nos interesa saber quién eres, qué jugabas, cuánto tienes, con quién te relacionas, cuánto perdiste… sólo queremos saber qué quieres hacer con tu problema y cómo podemos ayudarte”. Les comparto, a través de mi experiencia y la de muchos otros que conozco, que sí se puede salir de la adicción y reconstruir una vida, lo importante es aceptarlo y atreverse a pedir ayuda”.
Umbral es una organización integrada por profesionales en el tema de adicciones, que se maneja con completa confidencialidad. Acércate a nosotros. En Umbral, la puerta está abierta.
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