22 de February del 2010
COCAINA
Por: Thalia Porteny
Hasta ese punto de mi vida, la única vez que había visto la cocaína había sido en una fiesta en Playa del Carmen. El recuerdo es bastante distante. Fue en una fiesta muy “fashion”, en unas cuevas llenas de gente bastante atractiva. Más adelante, conocí esto como el ambiente “coco”. Habré tenido diecisiete años, y recuerdo haber estado en el baño y ver a una mujer guapa, alta, morena, de pelo chino. Sacó una especie de cajita, y a la mitad de la conversación con su amiga, inhaló una línea. Esa era mi única historia con la cocaína, hasta que llegue a vivir a Nueva York.
Al recién terminar mis estudios de preparatoria, decidí agarrar mis maletitas e irme a estudiar a esa tremenda ciudad. Nueva York es una ciudad tan hiperactiva que, si existieran metáforas para las ciudades y las drogas, Nueva York ciertamente sería cocaína. La gente no para, hay competencia, movimiento, fiestas y vida a todas horas. Si es cocaína, queda perfectamente claro que muchos de sus habitantes respiran su aire con gran fervor. Les entra por sus narices y provoca el efecto de sentirse invencibles. Necesitan ese aire porque piensan que si no lo respiran, morirán. Se dan cuenta que no son quienes creen ser, y que la energía se acabará.
Podría escribir acerca de todos aquellos instantes en los cuales mi vida se ha cruzado con la cocaína. Esa fiesta en el penthouse de un hotel, o mi amigo Chris de la universidad, quién la última vez que vi, pesaba menos de la mitad de cuando lo conocí, y su piel parecía la de un fantasma. Pero este no es mi punto. Muchos de nosotros decidimos salir de nuestras casas y darle una probada al mundo, para “crecer”, o también para convertir situaciones que nos parecían distantes, como una memoria en Playa del Carmen, en una realidad cotidiana. Esto puede llegar a confundir a las personas acerca de lo “normal”, como tomar un café con amigos.
Para aquellos que nos lanzamos al mundo es importante permanecer concientes y alertas. Podemos estar rodeados de lo que sea, pero estar sano y feliz es un estado mental. Cada vez que me encuentro en un lugar donde hay cocaína, me acuerdo de sus consecuencias: muertes, pérdidas, y sufrimiento. Al fin y al cabo me la paso igual de bien, y gracias a que digo que no, sé que voy a poder seguir disfrutando la vida por mucho más tiempo.