22 de December del 2025

https://elpais.com/elpais/2016/07/19/eps/1468879548_146887.html

La obsesión por lograr un cuerpo muy musculoso se ha convertido en un fenómeno creciente, alimentado por la presión social hacia una imagen física “perfecta”. Algunas personas llevan esta búsqueda al extremo: viven prácticamente en el gimnasio, descuidan sus relaciones y recurren a anabolizantes o a hormona del crecimiento obtenidos en el mercado negro, sin control médico y con consecuencias que van desde acné y ginecomastia hasta daños hepáticos o disfunción eréctil.

Este comportamiento, conocido como vigorexia, afecta sobre todo a hombres jóvenes y se caracteriza por una percepción distorsionada del propio cuerpo, baja autoestima y conductas obsesivas relacionadas con el ejercicio y la alimentación. Aunque no existen cifras exactas, diversos especialistas estiman que entre un 35% y un 42% de los asiduos al gimnasio presentan señales de esta adicción.

Algunos testimonios muestran lo arriesgado que puede ser el uso clandestino de sustancias: jóvenes que se inyectan hormonas dudosas para acelerar resultados y terminan enfrentando sustos graves o lesiones permanentes. La presión por crecer rápido, la desinformación en internet y los “ciclos” promovidos en ciertos entornos intensifican este problema.

Aunque muchos deportistas practican la musculación de forma saludable y rechazan los esteroides, otros mantienen rituales dietéticos extremos, entrenamientos exhaustivos y una insatisfacción constante con su cuerpo. También existen voces que defienden el uso controlado y médico de ciertas sustancias, comparándolo con procedimientos estéticos, siempre que haya supervisión profesional y dosis adecuadas.

En este panorama conviven quienes entrenan por bienestar y quienes, impulsados por estándares irreales y la inmediatez, ponen en riesgo su salud física y emocional.