
11 de November del 2025
https://www.elsevier.es/es-revista-vigilia-sueno-270-articulo-efectossecundarios
La iproniazida es el primer fármaco antidepresivo de la serie de los inhibidores de la monoaminooxidasa (IMAO), y la imipramina se considera el antidepresivo tricíclico patrón. En 1960 se descubría la amitriptilina y se sintetizaba la clorimipramina, y un año después se creaba la trimipramina, fármacos que iniciaron el grupo de los antidepresivos tricíclicos sedativos. En 1964 se evidenciaba que la imipramina y otros antidepresivos tricíclicos eran capaces de inhibir la recaptación presináptica de la noradrenalina (Glowinski y Axelrod, 1964). Un año más tarde, Joseph J. Schildkraut desarrollaría la hipótesis catecolamínica de los trastornos afectivos, que resaltaba el papel de la noradrenalina (Nad) en la aparición de los cuadros depresivos.
En la década de los setenta aparecieron los llamados antidepresivos de segunda generación (maprotilina, mianserina), de potencia antidepresiva igual o menor que los anteriores, pero en general mejor tolerados por su menor acción anticolinérgica. A este grupo también se añadirían los llamados antidepresivos atípicos (trazodona, nomifensin, alprazolam). El conjunto de antidepresivos: tricíclicos, de segunda generación y atípicos, se denominan antidepresivos heterocíclicos.
En 1972, el grupo de Copen, en Inglaterra, desarrolló la hipótesis indolamínica de la depresión, y destacó el papel de la serotonina (5HT). En la búsqueda de antidepresivos más seguros, el desarrollo de los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS; fluoxetina, fluvoxamina, paroxetina, citalopram, sertralina) ha representado un avance significativo. Más recientemente ha aparecido una serie de antidepresivos que ha mejorado los perfiles de efectos secundarios, con mayor especificidad sobre los distintos sistemas neurotransmisores.
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