15 de August del 2025
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La adolescencia es una etapa clave en el desarrollo de la identidad y la autoestima, en la que la imagen corporal cobra una gran relevancia. Actualmente, más del 50% de los adolescentes manifiestan insatisfacción con su cuerpo, motivados por los cambios físicos propios de la edad, el deseo de aceptación social y la constante comparación con modelos idealizados promovidos por los medios de comunicación y las redes sociales.
En este contexto, la imagen corporal se convierte en un factor determinante para el bienestar emocional de los jóvenes. La exposición a mensajes que asocian la felicidad y el éxito con un físico "perfecto" distorsiona la percepción del propio cuerpo y puede derivar en trastornos como la dismorfia muscular (DM), también conocida como vigorexia.
La dismorfia muscular es un trastorno psicológico caracterizado por una preocupación obsesiva por el desarrollo muscular y una insatisfacción constante con el cuerpo, incluso cuando se tiene una musculatura desarrollada. Afecta principalmente a varones adolescentes y adultos jóvenes, aunque también se han detectado casos en mujeres.
Quienes padecen DM suelen realizar entrenamientos intensos de musculación, de hasta tres horas diarias, acompañados de dietas extremadamente estrictas y, en algunos casos, consumo de suplementos o esteroides anabólicos, muchas veces sin supervisión médica. Esta obsesión por alcanzar un ideal físico también puede llevar a intervenciones cosméticas, aislamiento social, ansiedad, depresión y, en casos extremos, ideas suicidas.
Aunque la vigorexia fue reconocida por primera vez en el ámbito psiquiátrico en 1997 y clasificada en el DSM-V (2013) dentro de los trastornos obsesivo-compulsivos (TOC), su diagnóstico aún presenta dificultades debido a la falta de criterios claros y herramientas estandarizadas. Esto ha llevado a que la DM sea considerada una enfermedad infradiagnosticada y subestimada.
Los datos disponibles indican que afecta al 10% de los usuarios de gimnasios, cifra que asciende al 20% en fisicoculturistas y entre un 3% y 16% en pacientes de cirugía estética.
La DM no solo afecta la salud mental, sino también la física. El consumo excesivo de proteínas y esteroides puede producir alteraciones metabólicas, renales y cardiovasculares. Además, el uso de productos no regulados o de origen veterinario, impulsado por la desinformación, representa un grave problema de salud pública.
La prevención de la dismorfia muscular debe comenzar con la educación sanitaria, tanto de los adolescentes como de la sociedad en general. Es fundamental promover modelos corporales realistas y saludables, cuestionar los estándares impuestos por los medios y fomentar la alfabetización mediática, es decir, la capacidad de interpretar críticamente la información que consumimos.
Además, se debe formar a los profesionales de la salud en la detección temprana de este trastorno y fomentar la investigación en este campo para mejorar el diagnóstico y tratamiento.
La dismorfia muscular es un trastorno en crecimiento que refleja la presión social actual hacia un ideal corporal inalcanzable. Los adolescentes, con su autoestima aún en construcción, son especialmente vulnerables. Educar en el respeto al propio cuerpo, promover hábitos saludables y formar a profesionales son pasos esenciales para prevenir este problema y proteger la salud mental y física de las nuevas generaciones.
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