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  • El tabaquismo: prevalencia, consecuencias y abordaje integral

08 de August del 2025

https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0304541224003147

En las últimas dos décadas, el consumo de tabaco ha mostrado una notable disminución a nivel mundial. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), entre 2000 y 2022 el porcentaje de adultos fumadores pasó del 33% al 20%. Sin embargo, aún existen alrededor de 1 250 millones de fumadores, con prevalencias elevadas en regiones como Asia sudoriental (26,5%) y Europa (25,3%).

El tabaquismo continúa siendo la principal causa de muerte prevenible en países desarrollados, provocando cerca de 8 millones de muertes anuales, de las cuales 1,3 millones corresponden a personas expuestas al humo ajeno. Las regiones de ingresos bajos y medios son las más afectadas, en parte por la fuerte influencia de la industria tabacalera.

Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-V), el tabaquismo es una enfermedad adictiva, crónica y recidivante. El 80% de los fumadores inicia antes de los 18 años, debido a la dependencia generada por sustancias como la nicotina, el alquitrán y el monóxido de carbono. La nicotina, en particular, actúa rápidamente (en unos 10 segundos tras la inhalación), liberando dopamina en el cerebro y reforzando la sensación de placer y recompensa, lo que explica su alto potencial adictivo.

El diagnóstico incluye una anamnesis completa, evaluando el grado de consumo mediante el índice de paquetes/años (IPA), útil para estimar riesgos de enfermedades como la EPOC.

El tratamiento para dejar de fumar combina intervención psicológica y farmacológica, con un enfoque personalizado que aumenta significativamente las probabilidades de éxito. Entre los beneficios tempranos, a los 20 minutos de dejar el tabaco se normalizan la presión arterial y la frecuencia cardíaca; a las 8 horas, los niveles de monóxido de carbono en sangre disminuyen y el oxígeno aumenta, mejorando la salud cardiovascular y celular.

El reto actual no solo radica en reducir la prevalencia, sino en garantizar el acceso a estrategias de prevención, diagnóstico y tratamiento, especialmente en poblaciones más vulnerables, para mitigar las consecuencias sanitarias y socioeconómicas de esta adicción.