15 de agosto del 2023
https://www.redalyc.org/pdf/839/83970205.pdf
La sociedad ha ido evolucionando de forma paulatina a lo largo de la historia, pero la actual sufre tal influencia de los medios de comunicación, que cualquier patrón social puede haberse extendido a todos los estratos de la sociedad en un breve periodo de tiempo (Cardona y García, 1999). Entre estos rápidos cambios interesa en este trabajo destaca por un lado la gran proliferación, sobre todo en las sociedades más avanzadas, de las denominadas nuevas adicciones. Estas “adicciones sin droga” surgen como una actividad, aparentemente inocua, que realiza el sujeto de manera repetitiva y que le produce satisfacción, consecución de algún objetivo y una gran sensación de control (Muñoz Marrón y Gómez Campelo, 2003). Además, es de destacar la existencia de un culto excesivo a la belleza corporal y una obsesión por la salud entendida como perfección. El cuerpo se ha convertido para muchas personas en el referente más importante de la propia identidad que homogeneiza valores a falta de otros de diferente naturaleza. Los medios de comunicación a través de películas y publicidad, relacionan la felicidad con la imagen del cuerpo, asociando entre si los conceptos de hermosura, bienestar y salud. Según Olivardia et al., (2004) la mayoría de los norteamericanos están descontentos con su cuerpo y esto genera riesgo de baja autoestima, de consumo de sustancias peligrosas, de alteraciones de la alimentación y de depresión. La necesidad de un cuerpo o una imagen perfectos resultan muchas veces en diversos trastornos psicológicos (Yaryura-Tóbias, 2003). Está cada día mejor documentado que la práctica regular de una actividad física reporta múltiples beneficios para la salud física y psicológica (Petruzzello et al., 1991). Sin embargo, también puede convertirse en un problema si “se realiza a intensidades, frecuencias o condiciones que causan deterioro y/o (…)” (Arbinaga y Caracuel, 2003).
Aunque no hay datos definitivos, (no hemos encontrado ningún estudio de campo sobre prevalencia en España) podemos citar varios datos alarmantes al respecto: 1. Pope (2002) estimó que un 10% de los usuarios habituales de gimnasios padecían este trastorno, lo que confirma sus propios datos de 1993. 2. Olivardia (2001) estimó en 90.000 el número de norteamericanos con problemas graves de vigorexia. 3. El mismo porcentaje se ha encontrado en Méjico (Baile, 2005). 4. El Consejo General de Farmacéuticos habla de 700.000 casos en España, aunque es una estimación “clínica” (García Gómez y Toledo, 2005). 5. Un estudio situó el número de vigoréxicos en España entre 20.000 y 30.000 (Alonso, 2002). 6. Otro estudio estima, trasponiendo datos de EE.UU. que en España debe haber 10.500 vigoréxicos (Baile, 2005). 7. La Unión Europea estimó en el 6% los usuarios habituales de gimnasios con este problema (Méndez, 2002). 8. Este problema se encuentra en numerosas culturas (Pope et al., 2000). Así pues, no hay datos homogéneos ni estudios de prevalencia que demuestren cuántos vigoréxicos hay en España, oscilando la cifra estimada entre 10.500 como mínimo y 700.000 como máximo. A esto contribuye la indefinición del concepto, ya que dependiendo cómo se defina se encontrarán más o menos casos.
BREVE HISTORIA DEL TRASTORNO Y SU TERMINOLOGÍA Las primeras anotaciones sobre la dependencia al ejercicio aparecen en los trabajos de Baekeland en 1970 (citado en Arbinaga, 2004), en los que se estudiaba el efecto que la privación del ejercicio producía en los patrones del sueño. Se realizaron diversos estudios sobre lo que Glasser denomina “adicción positiva”, siendo muchos los autores que investigaron sobre ello y se acuñó el término “adicción al correr”. En los años noventa se comienza a estudiar el fenómeno por el cual la práctica deportiva se convierte en una “obsesión”. Las primeras referencias las encontramos en el grupo de investigación del psiquiatra Harrison Pope en Estados Unidos, quién describió la “enfermedad” por primera vez en 1993 mientras investigaba el uso y abuso de esteroides (Pope, 1993, Muñoz Marrón y Gómez Campelo, 2003). En realidad Pope ya había estudiado antes este trastorno que en principio consideró una forma de psicosis (Pope, 1987). Dicho trastorno que el grupo denominó “Anorexia Nerviosa Inversa” (Reverse Anorexia) o incluso “Big-orexia”, ha evolucionado hasta el término más actual de “Dismorfia Muscular” o “dismorfofobia”. También se habla a veces (Morgan, 2000) de “Complejo de Adonis”. En la actualidad se denomina sobre todo “Vigorexia”. Se han utilizado otros muchos nombres como: síndrome del hombre de hierro, síndrome del culturista, ortotexia, megarexia,… Por tanto nos movemos en un campo confuso donde coexisten los nombres de: Anorexia inversa, Dismorfia muscular o dismorfofobia, Complejo de Adonis y Vigorexia. En la actualidad, según un estudio realizado por Baile (2003) parece que los términos “Anorexia Nerviosa Inversa” o “Dismorfia Muscular”, pueden ser los más utilizados en el ámbito científico internacional, siendo “Vigorexia” el término más extendido en los textos en castellano.
El problema no es solo ponerle nombre sino sobre determinar en qué consiste: 1. Se trata de una Adicción al Ejercicio, una de las nuevas adicciones gran incidencia, como la adicción a Internet o a las compras. Algunos autores piensan que ni se debería hablar de vigorexia (Remor, 2005). 2. Se trata de un de Trastorno Obsesivo Compulsivo, con pensamientos constantes acerca de la necesidad de ejercitarse y cuya compulsión es la propia de actividad física. 3. Es un trastorno de la conducta alimentaria (TCA). 4. Se trata de un trastorno de tipo cognitivo, en que el sujeto percibe incorrectamente su propia imagen (Dismorfia Muscular).
ELEMENTOS DE LA VIGOREXIA Veamos qué sabemos a ciencia cierta respecto a este trastorno: 1. Son personas que hacen mucho ejercicio físico, con el objetivo declarado de alcanzar una determinada masa muscular mayor que la que poseen. 2. La cantidad de tiempo que dedican al ejercicio (hacerlo o pensar en hacerlo) entorpece su adaptación social, laboral, académica e incluso familiar y de pareja. (De la Serna, 2004). 3. Los afectados presentan una alteración de la imagen corporal, por lo que se creen más débiles y delgados de lo que son (Baile, 2005, Pope, 1993). 4. La mayoría son hombres de edades entre los 18 y los 25 años. 5. Con una frecuencia mayor que en la población general, aparecen otras conductas desadaptativas, como una alimentación inadecuada o consumo de fármacos peligrosos para la salud.
ANOREXIA La vigorexia ha sido propuesta en ocasiones como un trastorno de la conducta alimentaria (TCA), pues los sujetos vigoréxicos tienden a una restricción alimentaria, al uso de fármacos y a la realización de ejercicio excesivo, igual que en la Anorexia Nerviosa (Sandoval Sheik, 2001). Como hemos comentado a la vigorexia cuando se detectaron los primeros casos se la denominó “anorexia nerviosa inversa”, (reverse anorexia), debido a las características comunes que en ciertos aspectos componen estos trastornos, aunque en sentido opuesto. La vigorexia y la anorexia comparten además la preocupación desmedida por su aspecto físico, la distorsión del esquema corporal, la obsesión por pesar los alimentos, el interés por las comidas, calorías y composición de lo que se ingiere, la autoobservación, pesarse varias veces al día, la supresión de grasas… (De la Serna, 2004). En ambos casos se busca el cuerpo perfecto con control de alimentos y con la realización de ejercicio. Sin embargo hay grandes diferencias entre la vigorexia y los TCA. De esta parece derivarse la idea de que aunque tengan elementos similares, la anorexia y la vigorexia son verdaderamente dos trastornos diferentes y la vigorexia no puede considerarse un TCA.
En la vigorexia los sujetos muestran pensamientos recurrentes sobre su imagen, su escasa musculatura y sobre qué hacer para mejorarlas, y se lanzan de forma “compulsiva” a realizar ejercicio físico para compensar ese “defecto” de su cuerpo (Baile, 2005). Por ello se puede pensar que estamos ante un Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC). Este se caracteriza por la aparición de pensamientos intrusivos y recurrentes y por conductas o actos mentales repetitivos que el sujeto realiza con el objetivo de reducir su malestar o prevenir acontecimientos negativos (Andrés et al., 2002). Hay elementos similares entre la vigorexia y el TOC y no solo la presencia de pensamientos y conductas recurrentes. Por ejemplo, la realización de la conducta no es propiamente placentera para el sujeto en ninguno de ambos trastornos, si bien existe un efecto de reforzamiento negativo por lo terrible que sería (imaginariamente) no hacer dicha conducta. Véase el Cuadro 1. Sin embargo también aparecen diferencias, como puede verse en la Tabla 2. De todas formas, se estima que el 15% de las personas con TDC, sufre además un TOC (Frare et al., 2004). Incluso hay autores que consideran que los TDC son una variantes de las obsesiones (Yaryura-Tóbias et al., 2003).
ADICCIONES Algunos estudiosos asocian las conductas de los sujetos vigoréxicos con las adicciones no químicas como juego, dinero, poder, trabajo, comida, sexo o deporte. La práctica compulsiva del deporte proporciona placer, es decir, ejerce un papel de refuerzo. Disminuye la ansiedad y el estrés, aumenta la autoestima y mejora las relaciones en el trabajo. Los sentimientos negativos que perciben los adictos al deporte cuando no pueden practicarlo resultan similares a los de abstinencia. Las investigaciones que se han realizado sobre los síntomas de retirada del ejercicio, expresados por personas que practican ejercicio excesivo con regularidad cuando se ven privadas del mismo, ha proporcionado un apoyo sustancial al concepto de que la práctica de ejercicio es un proceso potencialmente adictivo. Los investigadores han informado de que tanto en las investigaciones anecdóticas como en las empíricas, los individuos dependientes del ejercicio han notificado síntomas de retirada cuando no han podido hacer ejercicio, similares a los síntomas explicados por otras personas con otros tipos de adicción (Adams y Kirby, 2003). Por tanto la vigorexia sería adicción al ejercicio. Pero los vigoréxicos muestran diferencias con los adictos al ejercicio. Los adictos realizan ejercicio buscando no solo disminuir un estado previo desagradable (por ejemplo la abstinencia) sino intentando conseguir un estado interno agradable. La práctica produce un efecto placentero, esto es hay un proceso de reforzamiento positivo. Este reforzamiento positivo no parece darse en los vigoréxicos, verdaderamente no disfrutan haciendo ejercicio, solo evitan el malestar que le produce no hacerlo. El adicto al ejercicio o a la práctica deportiva sería aquel que se encontraría a gusto mientras realizase sus ejercicios y que consideraríamos un adicto en tanto dedicase tanto tiempo a hacerlo que perjudicase su adaptación psicológica, social y laboral (véase el Cuadro 2). En esta misma línea, ya el propio Yates (1991) concluyó que las características que presentaban aquellos primeros “corredores obligados” o “corredores obsesivos” estarían dentro de los parámetros de las compulsiones más que de los de las adicciones ya que la experiencia de estos corredores es más displacentera o dolorosa que placentera. Afirmó que para los sujetos adictos muestran rasgos de tipo egosintónico, ya que no quieren parar o detener la realización de la actividad, obteniendo básicamente placer con su comportamiento, pero los sujetos obsesivo-compulsivos serían egodistónicos, ya que no es realmente placer lo obtenido ni lo buscado, sino que encontrándose con un cierto malestar previo usarían la actividad física como reductora de dicho malestar. Está claro que hay un perfil diferente entre deportistas que hacen y que no hacen competición (Arbinaga y Caracuel, 2006). En esta línea, otro concepto que hemos encontrado durante la realización de este estudio, mencionado espontáneamente por entrenadores y monitores, sobre todo de natación y de culturismo es el de adicción a las marcas u obsesión por las marcas. Se trata de deportistas que hacen esfuerzos enormes, perjudicando a veces su salud y sacrificando sus estudios, su tiempo de ocio, su tiempo de pareja,… para conseguir batir una marca, por ejemplo nadar una distancia por debajo de un tiempo dado. Algo similar relató un monitor respecto a jóvenes que se entrenan para presentarse a las oposiciones de bombero y que hacen grandes sacrificios para conseguirlo. A veces perjudican su vida privada para conseguir estos objetivos e incluso llegan a doparse para lograr dichas metas. El objetivo se convierte en algo positivo (véase Cuadro 3). Sin embargo, también este problema presenta pautas diferenciadas respecto a la vigorexia, como hemos resumido en la Tabla 3. Está claro que hay un perfil diferente entre deportistas que hacen y que no hacen competición (Arbinaga y Caracuel, 2006).
TRASTORNO DISMÓRFICO CORPORAL O MUSCULAR (TDC/TDM): Los trastornos somatomorfos son aquellos en los cuales los sujetos informan de ciertos síntomas físicos de enfermedad médica que no existe objetivamente, si bien no los fingen, sino que realmente los sienten. Se caracteriza por una preocupación excesiva y patológica por un defecto imaginado del cuerpo o la apariencia, o si realmente existe, por una reacción excesiva hacia él. Véanse las definiciones correspondientes en el DSM-IV (APA, 2006) y en el CIE-10 (OMS, 2004). El TDC es, dentro de los trastornos somatomorfos, una de las alteraciones de la imagen corporal más grave que una persona puede sufrir. La vigorexia ha sido propuesta como una variante del TDC, pues los sujetos manifiestan como síntoma central ver su cuerpo pequeño y débil (Lantz et al., 2002) Podemos decir que dentro de la información que se acompaña a los criterios diagnóstico del TDC, se recogen como síntomas y trastornos asociados, los problemas relacionados con la propia visión de la masa muscular que tienen ciertos deportistas, información que hasta ahora no había sido incluida. Puede interpretarse como un intento por parte de estos sistemas de clasificación, de introducir y por lo tanto diagnosticar la Vigorexia como un TDC. En esta línea, Kanayama et al. (2006) han encontrado que la principal diferencia entre culturistas que toman y que no toman anabolizantes es la dismorfia muscular (TDM) de los primeros. Lo cierto es que el trastorno de la propia imagen corporal es origen de múltiples problemas psicológicos (Cash y Pruzinsky, 2002) Tras reflexionar sobre ello no nos parece que se pueda rebatir que la vigorexia sea un TDC ya que el sujeto se percibe como peor (más pequeño, débil,…) de lo que es. Esto sucede con los demás TDC: los sujetos perciben mal su cuerpo y esta es otra diferencia entre la vigorexia los TOC y las adicciones. Véase la Tabla 4. A veces se habla de Trastorno Dismórfico Muscular (TDM). El TDM, un subtipo de TDC, vendría a ser sinónimo de vigorexia. En definitiva parece que la Vigorexia es un TDC y más concretamente un TDM.