08 de noviembre del 2022
Linda Bucay
Sin embargo, algunos proponen que las adicciones, sin importar si son al alcohol, a las apuestas, a la cocaína o cualquier otra sustancia, tienen una raíz común: un profundo dolor emocional.
Gabor Maté, médico e investigador que ha trabajado con adicciones durante muchos años, menciona que "una herida está en el centro de todas las conductas adictivas. Está presente en el jugador, el adicto a internet, el comprador compulsivo y el adicto al trabajo. La herida puede no ser tan profunda ni el dolor tan insoportable, e incluso puede estar oculta por completo - pero está ahí”. La adicción, nos dice, es un intento inconsciente de escapar del dolor que muchas veces, es tan profundo que no se puede identificar. La persona encuentra un alivio temporal en una sustancia o en una conducta; puede ser apostando, teniendo sexo, comiendo... Pero la pregunta realmente es: ¿esa sustancia o esa conducta le hace sentir mejor? Cuando no se consume o se lleva a cabo ¿produce ansiedad? A pesar de que tiene consecuencias negativas en el cuerpo, en la mente, en la familia y en el trabajo ¿la persona siente que no puede parar? Si la respuesta es sí, entonces estamos hablando de una adicción.
Para explicarnos cómo el dolor está en el núcleo de todas las conductas adictivas, Maté menciona que las experiencias traumáticas en la infancia suelen tener una influencia muy importante en el desarrollo. “Cuando digo trauma, me refiero a la pérdida emocional en la infancia. Podemos ver en estudios con grandes poblaciones cómo en los adictos es muy común que exista un trauma significativo en la infancia, como historias de abandono, violencia familiar, abuso emocional, físico y sexual… Estas experiencias adversas en la infancia, han mostrado incrementar exponencialmente el riesgo de desarrollar una adicción más adelante”. ¿Esto significa que todas las personas que tienen traumas en la infancia desarrollarán una adicción? No. Pero sí tendrán un riesgo mayor.
“Este es un tipo de experiencias difíciles que incrementan el riesgo de tener una adicción, sin embargo, existe otro tipo de experiencias que son más difíciles de identificar, y es cuando no necesariamente suceden cosas malas, pero tampoco suceden cosas buenas. Un niño tiene necesidades fundamentales para su desarrollo emocional y cerebral”. Si miramos el desarrollo del cerebro humano, veremos que a pesar de tener predisposiciones genéticas a diversas cosas, este se moldea a través de las experiencias de la vida. “Los genes se ‘encienden’ o se ‘apagan’ dependiendo de cómo interactúan con el medio ambiente”. A pesar de que pueden existir deficiencias cerebrales que predispongan a una persona a desarrollar una enfermedad como la adicción, la calidad del ambiente en el que ese niño crezca y el tipo de relación que tenga con sus padres o cuidadores, va a determinar si desarrolla o no la enfermedad. El autor explica, que en familias donde los padres no pueden estar presentes emocionalmente, el desarrollo de los pequeños se ve afectado, y entonces buscarán otras formas de lidiar con esa herida. Las conductas adictivas tienen un propósito: son una forma de calmar el dolor emocional. Es por eso que el trabajo con las emociones no sólo es esencial para el desarrollo de una adicción, sino también para el proceso de recuperación.
Es por eso sumamente importante crear espacios en donde desde niños podamos aprender a identificar y expresar nuestras emociones, evitando el desarrollo posterior de conductas adictivas, las cuales terminan haciendo más grande ese dolor.
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