22 de julio del 2022
MAYO CLINIC
El trastorno de personalidad dependiente (o TPD), al igual que los otros trastornos de la personalidad, suele caracterizarse porque los síntomas siguen un patrón estable en el tiempo y, normalmente, las personas que lo padecen no tienen consciencia de que sus comportamientos, pensamientos y emociones comportan un malestar a ellos mismos y/o a los demás.
En concreto, el trastorno de la personalidad por dependencia se diferencia de los demás trastornos de la personalidad porque las personas que lo padecen suelen comportarse de manera pueril, es decir, su comportamiento es algo infantil e inocente.
Dificultades para la toma de decisiones: Se suelen sentir incompetentes para tomar decisiones en cualquier ámbito de su vida.
Necesidad excesiva de los demás para asumir responsabilidades: Suelen tener diversos problemas si tienen que ocupar puestos de trabajo que exijan de mucha responsabilidad.
Incapacidad para expresar desacuerdo: Son personas que no suelen expresar su opinión, son excesivamente conformistas con todo lo que respecta a los demás.
Complicaciones para iniciar proyectos y/o ideas: Normalmente, iniciar proyectos les supone un gran malestar, no por falta de motivación sino por miedo a acabar muy cansados ya que la toma de decisiones les ocasiona una gran ansiedad e incomodidad.
Actitudes de sumisión: Suelen tener comportamientos sumisos y el hecho de sentir miedo al abandono junto al sentimiento de incapacidad por el autocuidado, les lleva a no expresar sus opiniones ni sentimientos.
Necesidad constante de estar acompañado y/o en una relación: Presentan una tendencia del comportamiento marcada por el servilismo, es decir, por intentar complacer y predecir todas las necesidades de las personas que les rodean.
Miedo al abandono y a la soledad: Tienen un excesivo miedo a ser abandonados, incluso cuando no hay ningún indicio de ello.
Sobreprotección parental: Un estilo de crianza caracterizado principalmente por la sobreprotección en el que el niño o niña recibe cuidados excesivos, puede impedir que el menor desarrolle ciertas capacidades para funcionar de manera autónoma.
Falta de motivación por competir durante la infancia y la adolescencia: El hecho de evitar los problemas durante la infancia y la adolescencia conjuntamente a una falta de motivación para competir, conlleva a que la persona no aprenda a resolver y gestionar los conflictos.
Seguimiento de los roles sociales: En ocasiones, no somos conscientes de cómo influyen los roles en nuestro comportamiento pero las expectativas sociales repercuten en como actuamos, sentimos y pensamos.
En ocasiones, nos podemos sentir culpables por no tener ciertas herramientas de gestión o por no ser de una determinada manera. Es importante saber diferenciar aquellos aspectos que podemos mejorar nosotros mismos de los que nos generan un gran malestar y nos impiden realizar aquellas actividades que nos gustaría llevar a cabo.
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