28 de abril del 2022
GQ
Ayahuasca quiere decir “viña del alma” o “viña de la muerte” en un dialecto indígena andino llamado quechua.
Si nos ceñimos a que la OMS establece que una droga es “cualquiera sustancia que provoque una alteración del funcionamiento natural del sistema nervioso central del organismo y que, además es susceptible de crear adicción”, digamos que sí es una droga, pero no en el sentido estricto —y nos deja un poco a medias la definición—, ya que si bien la ayahuasca provoca una alteración importante en la percepción y en el funcionamiento del mencionado sistema neuronal, la ciencia y la experiencia no han demostrado que cause adicción.
La ayahuasca se prepara a partir de la corteza de una planta selvática (Banisteriopsis caapi) y de las hojas de cierto arbusto (Psychotria viridis). La dimetiltriptamina es su principal componente, y se trata de una sustancia alcaloide calificada por la medicina como sicotrópica. Este activo hizo que se reabriera la investigación de las sustancias sicodélicas en Estados Unidos hace algunos años, incluyendo en el estudio a la mezcalina, el activo del peyote y al LSD. La ayahuasca está calificada también dentro de la categoría de sustancias sicodélicas, por sus efectos neurobiológicos (sí, te pondrá a ver visiones).
“La ayahuasca no es para todos, es una experiencia muy fuerte, hay que tener una intención clara de porqué queremos someter el cuerpo y el alma a una sustancia tan compleja. Sí, se vale probar tan sólo por curiosidad, claro que sí, pero se debe tener preferentemente una intención”, asegura el entrevistado.
Según el experto, la principal contraindicación es no querer tomarla y hacerlo bajo presión. Además, según estudios médicos, si estás tomando anti-depresivos y tienes herencia de problemas sicológicos como esquizofrenia, no debes arriesgarte.
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