18 de febrero del 2022
FAROS Sant Joan de Déu
La soledad se define como una vivencia subjetiva de falta de conexión con los demás, tanto en cuanto a la cantidad de relaciones sociales como la calidad de estas. La presencia física de personas importantes para nosotros no es una condición suficiente para no sentirse solo, necesitamos sentirnos conectados con ellas.
Por lo tanto, la soledad consiste en sentimientos derivados de la ausencia de una vida social deseada que incluye:
La soledad es un sentimiento que puede aparecer de forma normal a lo largo de varias etapas de nuestra vida. No obstante, si esta se da de forma sostenida en el tiempo tendrá un impacto negativo en la persona. El efecto negativo de esta es más importante si se produce en la infancia y la adolescencia ya que la persona está en proceso de desarrollo y de constitución de su identidad y su autoestima.
Los sentimientos de soledad pueden darse de forma habitual en la infancia y se acentúan a menudo en la adolescencia.
Los adolescentes son especialmente sensibles a desarrollar sentimientos de soledad en comparación con otros grupos de edad. Los estudios nos dicen que:
Entre un 21 y un 70% de los adolescentes se sienten solos a veces.
Entre un 3 y un 22% de los adolescentes experimentan la soledad de forma habitual.
Durante la adolescencia se producen numerosos cambios en los diferentes contextos sociales. Se da un proceso de autonomía y distanciamiento respecto a los padres y la relación con los iguales adquieren una elevada importancia y se vuelven más complejas. Las dificultades para adaptarse a todos estos cambios aumentarán el riesgo de experimentar sentimientos de soledad. Asimismo, los compañeros jugarán un papel importante en el desarrollo emocional y de habilidades sociales.
Por lo tanto, la falta de relaciones con iguales adecuadas y/o de un entorno familiar que acompañe al adolescente en esta etapa, comportará dificultades que aumentarán el riesgo de experimentar soledad y las consecuencias que esta conlleva.
El vínculo con personas significativas y la pertenencia a grupos sociales es fundamental para el buen desarrollo cognitivo y afectivo del niño y del adolescente. La falta de relaciones significativas de calidad y en la cantidad necesaria puede provocar al niño y al adolescente tristeza, malestar, aburrimiento, emociones positivas reducidas, sentimientos de vacío, vivencias de aislamiento y distanciamiento y angustia. Los niños que se sienten solos se sienten excluidos. Este es un sentimiento que puede ser perjudicial para el desarrollo de su autoestima.
Asimismo, la soledad en la infancia y la adolescencia tiene consecuencias negativas para el bienestar y la salud mental en etapas posteriores de la vida.
Varios estudios han descrito como la soledad es un factor riesgo para la salud mental y física. Se ha asociado la soledad a problemas como la ansiedad, la depresión, el aumento del riesgo de suicidio, la mala calidad del sueño y la salud general, así como cambios fisiológicos.
Existen diferentes mecanismos subyacentes a la soledad a la infancia y la adolescencia y que pueden actuar como factores protectores y/o como factores de riesgo para los sentimientos de soledad.
Por lo tanto para algunos niños y adolescentes, la soledad puede estar relacionada con un déficit de habilidades sociales real. En otros, puede estar relacionada con una percepción negativa sesgada de las propias habilidades sociales. Y otros con un desajuste con el entorno social.
El entorno del niño y del adolescente deberá estar alerta de las vivencias de soledad y de sus consecuencias negativas en las emociones y las conductas.
En caso de que las acciones de su entorno directo (familia y escuela) no sean suficientes para me-jorar el malestar del niño o el adolescente, se recomienda solicitar atención especializada.