18 de marzo del 2021
Joanna Guillén Valera.
A muchas personas les gusta el sexo y muchas de ellas necesitan practicarlo a diario solas o en pareja. Tener sexo es sano, de hecho, muchos expertos abogan por hacerlo a diario para mejorar la salud física y mental, eso sí, siempre y cuando no se convierta en una obsesión o un deseo incontrolable.
Si esto ocurre, podríamos estar hablando de una adicción al sexo, una enfermedad crónica que requiere tratamiento específico. La Organización Mundial de la Salud, cifra en un 5% el porcentaje de personas adictas al sexo a nivel mundial. Tal y como explica a CuídatePlus Susana Ferrandis, del Centro Salud Sexual Valclinic, “es una patología que tiene que ver con la forma en que algunas personas se relacionan con el sexo y se caracteriza por pensamientos obsesivos y conductas irrefrenables”.
La sexoadicción como también es conocida, "tiene su base en una activación psicofisiológica que deriva en una dependencia a todo lo relacionado con el sexo, incrementando su frecuencia hasta derivar en consecuencias negativas para el desarrollo normal del día a día puesto que el sexo se vuelve el centro de todo en sus vidas dejando a un lado todo lo demás", indica la experta. Por ello, la adicción al sexo "se puede comparar con otras adicciones como el adicto a las drogas, al juego o al alcohol, donde nunca se ven saciados y tienden a la pérdida de control. El foco de la adicción sexual se centra más en reducir el malestar emocional que en sí la búsqueda de placer”.
Desde un punto de vista clínico, apunta Jesús Eugenio Rodríguez, director del Instituto Sexológico Murciano, “se refiere a un patrón persistente de fracaso al controlar impulsos o deseos sexuales, dando lugar a un comportamiento sexual repetitivo, que se convierte en el foco central de la vida de la persona, hasta el punto de abandonar el cuidado personal, la salud u otros intereses”.
De hecho, estos pueden ser algunos signos de adicción al sexo que pueden llamar la atención a las personas del entorno, aunque como bien señala Ferrandis, "se trata de problema de difícil detección por otras personas ya que es difícil observar si alguien de nuestro entorno tiene este tipo de enfermedad, puesto que las personas afectadas suelen sentir culpa y vergüenza por lo que suelen llevar su angustia en silencio o intentan minimizar su realidad”.
El principal síntoma de adicción al sexo es que “la persona intenta reducir este comportamiento sexual repetitivo sin éxito, manteniendo estas conductas sexuales a pesar de los numerosos problemas que le genera en diferentes ámbitos, o incluso sin obtener ya placer sexual de las mismas”, apunta Rodríguez. Los problemas de pareja “también son muy habituales en estos pacientes, aunque otras áreas como la laboral también pueden verse afectadas”, advierte.
En cuanto al género, ambos expertos coinciden en que se trata, sobre todo, de un problema masculino, aunque no exclusivo de los hombres. “Afecta más a hombres que a mujeres, siendo la prevalencia en hombres respecto a mujeres de 5:1”, afirma Ferrandi. En la práctica clínica, “entre el 85-90 % de pacientes que demandan atención por este trastorno son hombres”, añade Rodríguez. Sin embargo, “la adicción al sexo no es una cuestión de género, puesto que tanto los hombres como las mujeres son susceptibles de ser adictos, lo que parece existir son una serie de factores psicosociales y neuroendocrinos que estarían provocando esta mayor afectación de hombres por el momento”.
Según la Society for the Advancement of Sexual Health (2012), “entre el 3% y el 5% de las personas en la sociedad norteamericana pueden ser consideradas como sexoadictas y según un estudio epidemiológico llevado a cabo en Suecia (Langström y Hanson, 2006), el 12,1% de los hombres y el 6,8% de las mujeres podían calificarse como hipersexuales”.
Al 54% de las personas adictas al sexo “se les detecta antes de los 18 años”, apunta Ferrandi.
En relación a si existen factores que pueden predisponer a desarrollar adicción al sexo, la respuesta de los expertos es que sí.
Como señala Rodríguez, “se han identificado rasgos de personalidad que suelen estar presentes en personas adictas al sexo, como la impulsividad, la búsqueda del riesgo y subestimación del daño, el narcisismo y la busqueda de satisfacción permanente entre los más importantes”. Además, otros trastornos mentales como “la depresión mayor, ciertos tipos de ansiedad , el abuso de alcohol y drogas también se asocian también con frecuencia a estos cuadros”.
Según Ferrandi, se pueden observar dos tipos de factores:
La línea roja para determinar si una persona ha pasado de tener un fuerte impulso sexual o deseo sexual a ser un adicto sexual es “objeto de controversia entre los profesionales desde hace muchos años”, aclara Rodríguez. “Las conductas sexuales como el cruising con multiples parejas, el autoerotismo, el uso de internet, la búsqueda de relaciones amorosas o las relaciones sexuales frecuentes con la pareja son habituales en ambos casos, sin embargo en las personas adictas al sexo dichas conductas se realizan de forma compulsiva, donde ya no se busca el placer sino aliviar la ansiedad”, diferencia.
Para Ferrandi, la diferencia está en la ejecución. “Una persona puede tener un fuerte impulso o deseo sexual y poder controlarlo, pero un adicto sexual es adicto porque no puede controlar ese impulso, y cuando lo ejecuta no se queda saciado”.
Para detectar un problema de este tipo a nivel profesional, es importante analizar muchos aspectos como “la cantidad de tiempo que invierte el paciente en fantasías, deseos sexuales, su planificación y la realización de conductas sexuales; y si las fantasías, deseos y conductas sexuales se dan en respuesta a estados de ánimo disfóricos como ansiedad, depresión, aburrimiento o irritabilidad o se den en respuesta a situaciones vitales estresantes”, indica Ferrandis.
Además, es importante fijarse en otros aspectos como “en si hay o no intentos persistentes pero infructuosos para controlar o reducir significativamente las fantasías, deseos y conductas sexuales”.
Otros signos de adicción al sexo es “si la persona ignora el riesgo físico, psíquico o emocional que pueda suponer para sí mismo o para otras personas el tener sexo y si la frecuencia o intensidad de las fantasías, deseos y conductas sexuales provocan malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad de la persona”.
La adiccion al sexo es una enfermedad y, como tal, tiene tratamiento dirigido a “mejorar y conseguir una vida saludable en todos los ámbitos, incluido el sexutal”, indica Ferrandi.
Tras el diagnóstico por parte de los especialistas, “se procederá al tratamiento en seis fases diferentes: desintoxicación, deshabituación psicológica, normalización, cambio de estilo de vida anterior y búsqueda de nuevas metas alternativas a la adicción; prevención de recaídas”, apunta Ferrandi.
En opinión de Rodríguez, “el tratamiento psicológico para la adicción al sexo presenta una evidencia limitada, a pesar de eso, con estudios de caso y ensayos no controlados, los tratamientos que han demostrado cierta eficacia son la Terapia cognitivo-conductual (TCC), la TCC + Entrevista Motivacional, la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) y la Terapia de pareja”.
En relación a los tratamientos farmacológicos, los que cuentan con mayor evidencia científica en especial cuando se combinan con terapias psicológicas, son los inhibidores de la recaptación de serotonina en el cerebro y, en casos graves, la utilización de fármacos antiandrógenos o similares”.