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Creando estilos de vida sanos

Mi manera de comer me estaba llevando al limite

La comida es mi refugio ante emociones y sentimientos que no sé controlar

“Hola, soy Cristina y soy comedora compulsiva”. Cristina no se llama Cristina. De hecho, cada vez que interviene ante personas con su mismo trastorno, utiliza un nombre diferente. La razón es que detrás del anonimato se esconde una adicción que domina las vidas de todos ellos: la obsesión por la comida.

Este informatico cercano de la cuarentena lleva mas de diez años a los encuentros de Comedores Compulsivos Anonimos, despues del momento detonador de una conducta autodestructiva que lleva desde la infancia acompañandole: "De pequeño robaba la merienda a mis compañeros en el recreo. De mayor me comia los toper de mis colegas del trabajo"

Para un comedor compulsivo la tentación que lleva a la próxima comilona se encuentra en cada esquina: en cada letrero de un restaurante de comida rápida, en cada rincón donde hay una máquina expendedora o en situaciones tan cotidianas como ir al supermercado. Además, todos los días deben encontrarse cara a cara al menos en tres ocasiones con su propia fuerza de voluntad. “Un alcohólico puede no volver a probar el alcohol, pero nosotros tenemos que seguir comiendo”, reconoce Verónica.
 
Hasta la fecha la patología de Comedor Compulsivo no ha sido reconocida como tal en los manuales psiquiátricos como sí lo son la bulimia o la anorexia. Por eso, otro problema al que se encuentran es la aceptación por parte de su entorno y de la sociedad en general: “Hay una visión de que somos caprichosos, que podríamos dejar de comer si queremos”, explica una de las asistentes más veteranas.