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Creando estilos de vida sanos

«La pornografía te atrapa igual que una droga»: un ex-adicto alerta de este grave problema

 

Lucas cuenta su testimonio de cómo acabó siendo un adicto y los graves sufrimientos que experimentó:

«La pornografía te atrapa igual que una droga»

La historia de Lucas R. –nos ha pedido que usemos ese nombre, aunque por razones que el lector entenderá, es falso–  empieza como la de un niño normal que, animado por sus amigos y para evadirse de los problemas que tenía en casa, empezó a ver pornografía con 10 años. Una edad temprana, pero que según los estudios más recientes (como el publicado por la plataforma Dale Una Vuelta), se encuentra justo en la edad promedio de acceso al porno online.

Tras casi 20 años consumiendo pornografía por internet ( “creía que lo controlaba porque alternaba épocas de no ver nada, con otras de ver muchísimo si algo no me iba bien”), hoy, a sus 34 años, lamenta que pertenece a una generación  “en la que nadie nos ha dicho que el porno es malo, al contrario: la sociedad te anima, te dice que sirve para pasarlo bien, evadirte o liberar estrés, y que es muy difícil perder el control”.

Sin embargo, como muchos de sus actuales compañeros de Sexólicos Anónimos, Lucas sabe que  “lo que nadie te cuenta es que la pornografía te atrapa igual que una droga, porque está pensada justo para eso”.

Cuando ya es tarde

Después de tocar fondo con un consumo de pornografía que le llevaba a ver cine X durante horas, Lucas explica que “hasta que no es tarde, no te das cuenta de que lo normal no es ver porno: lo normal es que verlo te amargue la vida, porque te afecta en tus relaciones y poco a poco te quita la alegría y la libertad”.

“Como es gratis, infinito y puedes verlo en cualquier sitio o a cualquier hora –añade–, llega a obsesionarte: yo salía del trabajo pensando en lo que iba a buscar al llegar a casa. Te quita tiempo para dormir, ir con amigos o hacer cosas constructivas. Te encierra en ti mismo, te va volviendo egoísta. Te mete en una doble vida que te rompe por dentro. Y aunque crees que controlas, llega a ser ingobernable: aunque lo niegues, sabes que no puedes dejarlo. Eso produce frustración, baja autoestima… Maltratas una parte íntima de ti, que es preciosa. Te sientes mal, porque cosificas a las personas y tratas a las de tu entorno como a objetos. Y te llena de remordimientos porque sabes que colaboras con un negocio turbio”.