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Te hablamos de las adicciones
  • Adonis y la adicción al gimnasio

02 de enero del 2020

Anónimo

Algunos pensadores de la antigüedad clásica despreciaban el ejercicio físico y se burlaban de quienes lo practicaban. Esta actitud cambió a partir del poeta latino Décimo Junio Juvenal (1 a. C.). Fue autor de 17 sátiras, con las que criticó el modo de vida sedentario en la sociedad romana. En la sátira número 10 figura el conocido aforismo “Mens sana in corpore sano”. Nos invita a implorar la salud integral, de cuerpo y alma, alcanzando un “equilibrio” entre ambos. Se trata de tener una mente sana y un cuerpo sano para obtener  una vida mejor, llena de virtud y de paz.

El significado original del aforismo cambiaría a peor con el paso de los años. La propuesta no se referirá ya al “equilibrio” de cuerpo y alma, sino a un prioritario e intensivo cultivo del cuerpo, al que se subordinaría una supuesta mente más sana.

En la actual sociedad de consumo múltiple ha surgido una espectacular industria para satisfacer a quienes estén especialmente preocupados por su figura o aspecto físico personal: clínicas, centros de estética, gimnasios, etc. Existe una creciente demanda de técnicas de todo tipo para la ilusoria búsqueda de la perfección corporal, fomentada por una publicidad masiva. En un cartel publicitario colocado en la pared de una plaza pública se puede leer: “Gimnasio. ¿Se considera  gordo y feo? Sea sólo feo”.

La preocupación humana por la imagen corporal se incrementó desde que el aspecto físico se vinculó frívolamente con el éxito, la felicidad y el atractivo sexual. Un estereotipo de belleza masculina sigue siendo Adonis, el personaje mitológico del que nos ha quedado constancia imperecedera en numerosas estatuas magistrales. (No se pierdan “La muerte de Adonis”, en el Museo Vaticano)

Muchas personas están dispuestas a “machacarse” en el gimnasio diariamente para conseguir el cuerpo ideal. Algunas de ellas son las mismas que consideran absurdas las más pequeñas mortificaciones sugeridas por la ascética cristiana para el progreso espiritual. Ese desequilibrio entre la mente y el cuerpo es un desorden que siempre tiene consecuencias negativas para ambos.

En el libro “El culto a la salud y la belleza. La retórica del bienestar”,  se explica ese nuevo fenómeno social de esta forma:

“La mayoría de las personas sufren una gran presión mediática y social para conseguir un cuerpo bello, delgado y joven, el tan deseado cuerpo 10. Además, estar «sano» ya no es un deseo y una aspiración natural de toda persona, sino una especie de «tiranía» que ha convertido la salud en un deber que, según la industria del bienestar, sólo podemos satisfacer mediante el consumo de determinados productos y servicios comerciales. Se ha impuesto la delgadez (incluso extrema) como canon de belleza, con la consiguiente explosión de dietas milagrosas y la expansión  de los alimentos light, la extensión de la cirugía estética a clases sociales a las que antes estaba vedada, la apología del ejercicio físico, y el florecimiento de los gimnasios, spas, balnearios y centros wellness.”  (Morán, R. y J. A. Díaz, Biblioteca Nueva, 2.007)

 

Es necesario cuidar la salud; es muy aconsejable hacer ejercicio, es bueno ir al gimnasio, pero sin obsesionarse;  no hagamos un fin de lo que es un medio. Al preocuparnos excesivamente de la figura o imagen corporal podemos incurrir en una forma de idolatría inadvertida. No la vemos porque se disfraza de moda.

El riesgo es aún mayor para quien tiene una visión distorsionada del propio cuerpo; quien considera que sigue muy lejos de dar la talla comparado con Adonis, por más ejercicios que haga, puede sufrir un serio desorden  emocional que actualmente se conoce como “vigorexia”, “complejo de Adonis” y “adicción al gimnasio”.

Ese término fue acuñado por el psiquiatra Harrison G. Pope tras analizar una muestra significativa de los nueve millones de americanos que acuden diariamente a los gimnasios. Encontró que alrededor de un millón estaba afectado por una perturbación emocional que les impedía verse como en realidad son. A pesar del incremento de los entrenamientos seguían viéndose físicamente muy endebles. Según este análisis y los estudios posteriores, ese desorden emocional puede evolucionar hacia un cuadro obsesivo que hace que los afectados abandonen sus actividades laborales y sociales para entrenarse en el gimnasio de forma continua. Es la adicción al gimnasio.

Creo que sería buena idea, como prevención del problema y como terapia,  resucitar el antiguo Gimnasio de los griegos. No se limitaba al ejercicio físico y de forma sólo individual, sino que era, además, lugar de estudio, punto de reunión para pensar y escuela de música. Algunos contaban con una biblioteca. Ahora están abriéndose bares-librerías. ¿Por qué no gimnasios culturales en los que se viva la armonía (no simplemente el equilibrio) a la que están llamados el cuerpo y el espíritu?