https://www.high-endrolex.com/17 Umbral
Creando estilos de vida sanos

Cómo se siente un ludópata: «Es una enfermedad silenciosa, perversa; te causa placer y te destruye»

Hacía tiempo que María Cristina (72) guardaba silencio desde hacía tiempo sobre su adicción al juego, al menos abiertamente. Hacía mucho que no hablaba con nadie que no fuera del grupo terapéutico sobre cómo se siente un ludópata o, en su caso, una ludópata. Incluso cuando ella ya lleva 17 años sin jugar ni un céntimo; sin apostar, de hecho, ni siquiera de mentira, cuando sus nietos la invitan a jugar en un entorno doméstico.

En su caso, lo tiene claro: la adicción al juego, la adicción en general, te acompaña toda la vida y hay que mantenerla a raya, tener claros los límites, para evitar la tentación. En ese sentido, toda apuesta, todo estímulo a arriesgar, por inocente que sea, puede provocar en una persona con ludopatía un subidón. Como cuando un alcohólico pasa junto a un bar o una persona que consume cocaína está en una fiesta y ve que sus acompañantes se turnan para “desfilar” por el servicio.

En esos casos, los riesgos de recaída se potencian. Y la ludopatía es una adicción en la que éstas demuestran un índice muy altos en las personas que intententan mantener la abstinencia.

“Me ha costado mucho contestar, pero hace bien en hablarlo porque hay que recordar para no volver a caer”, confiesa María Cristina a en la entrevista que le realizó Adictalia sobre cómo se siente un ludópata, la cual puedes leer a continuación.

María Cristina cuenta cómo se siente un ludópata

El comportamiento de un ludópata

– ¿Cómo era tu vida cuando empezaste a jugar?

– En mi vida yo no había conocido lo que era el juego, en serio. No sabía ni entendía lo que era, nunca había ido a un casino. En 1998 estaba una tarde con dos amigas y una de ellas nos dice: “¿Qué les parece si dentro de un rato nos vamos al casino?”. Yo le respondí: “No, no, no, nunca he entrado a un casino”. Y ella insistió: “Vamos, vamos, que es muy divertido, vamos a estar un rato sólo”. Al final nos convenció.

Cuando entré me quedé deslumbrada. ¡Realmente! Me quedé deslumbrada. Me impactó el ambiente, las luces…

Ella jugaba a la ruleta y la acompañamos. ¡Me encantó, realmente! Estuvimos un rato y gané 90 euros. Salimos de ahí y fuimos a tomar algo, y me sentía muy contenta con ese dinero. Era un viernes, recuerdo. A los dos días, nos propone de nuevo a las mismas amigas. Y yo, encantada…

Al principio fue algo social. Dicen que el jugador social puede manejar perfectamente su situación, juega cuando quiere. Yo empecé así. A mi otra amiga no le interesó y no fue más, y la que nos proponía ir era la jugadora compulsiva, aunque yo no lo sabía.

Empecé a ir sola, de vez en cuando, y se me empezó a hacer cada vez más necesario ir; así lo sentía, como una necesidad. Al mismo tiempo, sentía como… un gusto, un placer… Pero era algo muy enfermizo. Porque yo no me daba cuenta, pero me sentía muy mal después.

Después empecé a perder. Además, iba a escondidas de mi familia, así que lo hacía con mucha culpa. Realmente lo vivía muy mal. Pasaron dos años en que lo viví de esta manera, yendo de vez en cuando.

Consecuencias de la ludopatía

– ¿Cómo te afectaba esa “necesidad” en tu vida cotidiana, en tus relaciones, en tus responsabilidades…?

– Buenos, dos años después empecé a hacer cosas que mi familia, por supuesto, desconocía por completo. Mi marido ni se enteraba. Él viajaba de vez en cuando, así que yo lo hacía más cuando él viajaba. Los chicos eran adolescentes y no sé si habrán entendido lo que pasaba.

Yo me hacía mis escapadas. Por ahí ganaba y podía cortar y volver a casa con dinero. Pero la mayoría de las veces me quedaba sin cinco céntimos. Entonces ahí empecé a buscar dinero, robárselo a uno de mis hijos, a mi marido… Después se lo devolvía de alguna forma, porque ya se daban cuenta y me reclamaban (aunque no sabían para qué era).

Por ahí ganaba y podía cortar y volver a casa con dinero. Pero la mayoría de las veces me quedaba sin cinco céntimos. Entonces ahí empecé a buscar dinero, robárselo a uno de mis hijos…

María Cristina (72). Cómo se siente un ludópata o una ludópata

Llegué incluso a no pagarle a una señora que venía a ayudarme en casa, y me quedé con ese dinero para jugar. Y como le había prometido que al mes siguiente le iba a pagar, pedí prestado a mis amigas.

Se había tornado algo muy feo, me hacía sentir muy mal, me hacía sentir una persona muy desagradable. Mi autoestima estaba muy baja: me sentía realmente una ladrona.

– ¿Qué buscabas jugando?

– Sentía un placer morboso, porque era un placer que terminaba haciéndome sentir terrible. Sufría muchísimo…

– ¿Destinabas mucho dinero a jugar?

– No gastaba dinero en nada y guardaba todo para el juego. Soy docente y, en ese momento, trabajaba en un colegio. El casino tenía el cajero automático junto a la puerta. Así que yo salía y extraía. He llegado a jugarme mi sueldo entero y a endeudarme con otras personas, a vender cosas que me habían regalado mis padres…

He llegado a jugarme mi sueldo entero y a endeudarme con otras personas, a vender cosas que me habían regalado mis padres…

María Cristina (72). Cómo se siente un ludópata o una ludópata

Fue una etapa terrible, tan dañina que hubo un momento que pensé en que tenía que terminar con mi vida porque no tenía otra solución. No podía decirle a mi familia, a mi marido, que me estaba jugando todo. No podía porque sentía que a él también le podía afectar mucho y le podía suceder algo grave a su salud. Entonces me guardaba la angustia.

Los problemas familiares por la adicción al juego

Separarse de un ludópata. ¿Un aviso que puede estimular para que se trate?

– ¿Cuándo y cómo fuiste consciente de que sufrías una adicción al juego?

– Un día que al fin había decidido terminar conmigo. Ese día llegué a mi casa y coincidí con mi marido, que había regresado antes de lo previsto de un viaje.

Me preguntó de dónde venía y yo inventé toda una historia. A los tres días me dijo que había estado investigando y que descubrió el problema que tenía. Encontró recibos de préstamos, tickets de bingos…

Mi marido me dijo: ‘Yo estoy dispuesto a ayudarte porque realmente te quiero y quiero hacerlo, pero te digo una cosa: si no tomas una determinación de buscar ayuda, yo no te voy a poder acompañar en esta enfermedad.’

María Cristina (72). Cómo se siente un ludópata o una ludópata

Me dijo que había decidido ir a ver a un grupo de autoayuda, para preguntar cómo se resolvía esto. Habló con el grupo y le aconsejaron que tenía que quitarme de todas las cuentas, quitarme el acceso a nuestros ahorros, y que él también, si quería ayudarme, debía acudir a otro grupo para familiares.

Entonces me dijo: “Bueno, yo estoy dispuesto a ayudarte porque realmente te quiero y quiero hacerlo, pero te digo una cosa: si no tomas una determinación de buscar ayuda, yo no te voy a poder acompañar en esta enfermedad. Realmente no voy a soportar esto.”

Ahí me di cuenta que iba en serio, que era real, que era una cosa muy jodida. Y entonces le dije que sí, que yo quería ayuda. Y empezamos a ir al grupo, yo al de jugadores y él, al de familiares.

Tratamiento de la ludopatía: ¿hay soluciones para la adicción al juego?

Qué pasa por la mente de una persona con ludopatía

– ¿Cómo fue el proceso terapéutico?

– Empecé ese grupo, que estaba en otra ciudad cercana porque en la mía no existían estos recursos. Yo tenía problemas de cadera, recuerdo que hasta andaba con un bastón, y cuando llegaba tenía que subir unas escaleras. Era un sacrificio, pero yo lo hacía porque quería salir de esto, ¡quería salir!

Al principio, sentía que me iba a costar mucho. Oía a la gente que estaba alrededor de mí y no entendía nada, no la entendía… Y al mismo tiempo sentía que había algo que a mí me gustaba, realmente.

Pero como estaba la consigna de que mi marido se iba a separar si yo continuaba jugando, sentía que me iban a abandonar y también que esto iba a destruir a la familia. Entonces decidí seguir acudiendo a grupo.

Él me acompañaba los lunes y después me llevaba los miércoles. Luego el grupo para familiares cerró y él, de todas formas, se quedaba dando vueltas hasta que yo saliera, unas dos horas.

Nunca más volví a jugar a nada. Pero a veces, muy rara vez, me surgen ganas. Por eso digo que el jugador, como cualquier adicto, y yo soy también adicta a la comida, lo es de por vida.

María Cristina (72). Cómo se siente un ludópata o una ludópata

Terminé entusiasmándome con el grupo, y me di cuenta de que realmente era una cosa muy jodida lo que estaba viviendo; que era una enfermedad, algo perverso lo que yo sentía. Vivía algo placentero pero que al mismo tiempo me estaba destruyendo y estaba destruyendo a mi familia.

Empecé mi recuperación el primero de octubre. Había empezado a asistir al grupo antes, aunque en realidad seguía jugando. Iba al grupo y lloraba porque no podía, no podía dejar de hacerlo. El grupo era muy contenedor y en las terapias yo sacaba todo, soltaba todo.

La gente que asistía eran personas mayores, incluso ancianas. Ellas me contenían mucho, pero me ponían los límites, también. Porque creo que es la única manera de decir las cosas: tal cual son, no andar con halagos, sino diciendo la verdad, la cruel verdad.

El 1 de octubre cumplo 17 años de abstinencia. Eso sí, nunca más volví a jugar a nada. Pero a veces, muy rara vez, me surgen ganas. Por eso digo que el jugador, como cualquier adicto, y yo soy también adicta a la comida, lo es de por vida.

– ¿Cuánto tiempo has asistido a terapia grupal?

– En el grupo de la ciudad vecina estuve un año. Luego me operaron de la cadera y no pude ir más. Entonces, tres personas que llevaban varios años de abstinencia vinieron a mi ciudad, que queda a 40 kilómetros de distancia, y formaron un grupo aquí.

Me llamaron. Yo había vuelto a caminar y estuve en la formación del grupo. Y con el tiempo quedé sola al frente, como guía. Con esto de la pandemia nos vimos impedidos de seguir (yo soy diabética y prefiero quedarme en casa), pero nos mandamos todo el tiempo oraciones por whastapp y hablamos.

Entonces es muy importante escuchar a la otra persona, porque nos sirve mucho su experiencia. Y escucharse a sí misma cuando está en la terapia, también. Y revisar lo que sientes y piensas.

A menudo, en mi vida, antes de empezar con este programa, yo hablaba con otras personas de «ser honesta». Y entonces comprendí lo que significaba ser honesta después de pasar por esta experiencia de adicción al juego y por la terapia grupal.

El diálogo, hablar, hablar y hablar, expresar lo que te pasa, es fundamental. Y no callarte la boca y no actuar como actuaba yo: a escondidas y con culpas.

Y si no tienes en el lugar donde vives quien te escuche, habla con otras personas, pero no te encierres. Es muy importante.

En los grupos de ayuda mutua se hacen reuniones todos los años en cada país y también a nivel internacional. Yo he ido a muchas ciudades, y cuando he viajado he buscado siempre un grupo para asistir, para dar terapia y escuchar. Y ha sido muy enriquecedor.

– Ahora se está viendo un problema con las apuestas en personas muy jóvenes, incluso adolescentes.

– Tendría que haber una política gubernamental de ayuda para los jóvenes. Pero la ayuda también es para el que la quiere realmente, porque hay gente que no le interesa, quiere seguir metida en esto. Uno tiene que poner todo lo que puede, lo que está dentro de uno para ayudar, pero siempre reconociendo sus límites. Tampoco puedes dejar tu vida por la de otra persona que no quiere ser ayudada.