Trastornos alimenticios: la lucha por querernos como somos
No es un capricho. No es una etapa de la adolescencia. No tiene nada que ver con la falta de voluntad ni con ser superficial. Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) son problemas de salud mental y, como tantos otros, están rodeados de incomprensión. Sin embargo, cada vez hay más información y se habla más abiertamente sobre ellos, en un momento en el que la presión social sobre el físico es más intensa que nunca. Unas 400.000 personas en España tienen estos problemas de salud mental. El 90% de ellas son mujeres.
“En el verano de 2012 fui a un campamento que organizaba el equipo de baloncesto en el que jugaba y ahí aparecieron las primeras señales. Yo siembre había sido la chica `gordita´ de mi grupo de amigas del colegio y recibía comentarios al respecto continuamente. Sin apenas darme cuenta, comencé a reducir las cantidades de comida que nos servían en el comedor del campamento y unido a la gran cantidad de ejercicio que hacíamos, llegué a adelgazar hasta 8 kilos en apenas una semana. Al llegar a casa, todos notaron mi gran cambio. `Miriam, estas más delgada´. Este primer comentario, junto con el recuerdo de los juicios pasados, fueron el detonante que provocó en mi cabeza el gran cambio”.
Así describe Miriam, de 19 años, el momento en que comenzó su trastorno de alimentación. En su caso, su madre Maite lo detectó muy rápido debido en parte a su profesión de enfermera. “La pérdida de peso fue muy evidente y en poco espacio de tiempo. El carácter cambió por completo, pasó de ser una niña alegre a estar muy triste, no quería salir con las compañeras”, relata.
Los TCA, como la anorexia y la bulimia, son problemas de salud mental que afectan a las conductas de alimentación de una persona, y generalmente incluyen obsesión por la comida y por el propio peso. Dependiendo del tipo de trastorno, la persona puede restringir hasta el extremo la ingesta de comida o bien atravesar por episodios recurrentes en los que come grandes cantidades para después provocarse el vómito. Además del impacto que tienen en la salud mental, los TCA pueden dejar graves secuelas a nivel físico.
Pero, ¿qué ocurre para que una persona desarrolle este problema? Según explican desde ADANER (Asociación en Defensa de la Atención a la Anorexia Nerviosa y Bulimia), estos trastornos se basan en el control. Las personas que los desarrollan tienen una serie de factores de riesgo previos, como es el perfeccionismo, la necesidad de control, la baja tolerancia a las frustraciones, la hiperresponsabilidad o la baja autoestima. “En un momento de su vida hay algo que les descontrola: cambio de ciclo escolar, problemas con amigas/os, ruptura con su pareja, inicio o pérdida de empleo, estancia en el extranjero, abusos, bullying… no tienen que ser sucesos negativos, sino estresantes, y encuentran en el control de la comida el control que no encuentran en su vida cotidiana”.
Es el caso de Noelia, que tuvo un trastorno de alimentación durante once años. “Esta enfermedad, aunque afecte en lo físico, no es por el físico, es por problemas más internos. En mi caso, yo era una niña muy tímida con la autoestima por los suelos, con problemas familiares. Viéndome cada vez más delgada me sentía mejor. Mi mente se convirtió en una calculadora de contar kilocalorías y en mi peor enemigo. Lo que tenía era una gran inseguridad, baja autoestima, miedo a la vida y al rechazo. No me quería nada”.
Vivir y convivir con un trastorno alimentario
Noelia recuerda la dureza de la época en la que pasó por el trastorno: “Mi día a día era terrible. Los días pasaban, no los vivía, me sentía como en una cárcel. Ingresé unas 10 veces. La vida se para por completo porque solo vives por y para la enfermedad”.
Durante el periodo de tratamiento y recuperación, es importante que la persona se sienta acompañada y apoyada. Miriam reconoce que ella tuvo “mucha suerte” porque tanto sus padres como su hermana jamás dejaron que se “diese por vencida” ni se “sintiera excluida”.
Maite recuerda que “es muy importante que toda la familia se implique en el tratamiento y pautas de actuación. Intentar hacer vida normal, hablar del día a día, seguir con las rutinas diarias del colegio, actividades… Nunca hay que reñir, castigar o chantajear. Siempre apoyar y estar junto a ellas”.
El 90% son mujeres, pero también afecta a hombres
En los trastornos alimenticios hay un claro sesgo de género. “Pienso que se debe a la enorme presión social que ha recaído siempre sobre las mujeres de cumplir con unos estándares de belleza casi extremos. Es habitual ver en la televisión, redes sociales o revistas imágenes de mujeres modelos con cuerpos que podríamos considerar extremadamente delgados, a diferencia de lo que ocurre con los hombres”, opina Miriam. En su caso, “era totalmente consciente de que cada vez adelgazaba más y más, pero parecía no ser nunca suficiente; no buscaba tener una forma física sana, sino estar lo más delgada posible”.
Su madre Maite añade que “por desgracia vivimos en una sociedad que fomenta el éxito con la delgadez. Es muy importarte hacerle saber a los niños y niñas que el éxito en la vida, se lo marcan ellos con sus estudios y logros personales. Que la imagen no tiene que ser la llave para la aceptación en sociedad”.
Sin embargo, estos problemas de salud mental no son exclusivos de las mujeres. Los hombres también pueden desarrollarlos. “A los varones les cuesta más aceptar que tienen el trastorno por tener la imagen de que son trastornos femeninos y por lo tanto les cuesta pedir ayuda”, advierten desde ADANER.
El abordaje en la sanidad pública
Cuando aparece un trastorno alimenticio, hay que acudir a atención primaria para pedir derivación a salud mental, y de ahí, llegar a los recursos específicos de TCA. Sin embargo, desde ADANER denuncian que en atención primaria no siempre se sigue este protocolo. Además, añaden, “los tiempos de espera para acceder a los recursos son demasiado largos. Se necesitaría tratamiento semanal y esto es muy complicado de conseguir”.
Ante esta situación, las asociaciones juegan un papel fundamental en el apoyo a estas personas. AFECTAMUR, entidad de Murcia que forma parte del movimiento asociativo de SALUD MENTAL ESPAÑA, ofrece atención a personas con trastornos de conducta alimentaria y sus familias. Solo en 2019 atendió a 184 personas con un trastorno de este tipo y realiza además una labor de prevención a través de charlas en centros educativos.
Leonor Gonell, presidenta de AFECTAMUR, reconoce que todos conocen “las listas de espera interminables y la dificultad del propio sistema sanitario para promover la coordinación entre profesionales, que es fundamental en el tratamiento de TCA y su garantía de éxito”. La presidenta de AFECTAMUR explica que, en los inicios del tratamiento, las personas con TCA “necesitan atención psicológica, nutricional o psiquiátrica frecuente, (en algunos casos semanal) y esto es difícil en la sanidad pública”. Además, toda la intervención paralela con los familiares y que es fundamental para la recuperación, “tampoco tiene cabida en la sanidad pública”.
AFECTAMUR ha ayudado mucho tanto a Noelia como a Miriam. “Primero, porque ves muchos más casos y luego porque tienen terapias familiares, que eso también ayudó mucho a mi recuperación”, afirma Noelia. Leonor, recalca la importancia de que las familias de la persona acudan también a terapias específicas, ya que de esta forma la recuperación se logra más rápido.
Nuevas formas de atender estos trastornos
En la actualidad están surgiendo nuevas formas de atender los TCA que se alejan del modelo convencional, muchas veces coercitivo. La Unidad de Trastornos Alimentarios del Hospital General Universitario de Ciudad Real es una referencia a nivel nacional en este sentido. Esta unidad abierta, que atiende a mayores de 14 años, tiene demandas de familias de toda España.
“El tratamiento no se basa en decirle a la persona `tú estás enferma y no te sabes controlar´, sino en decirle `tú eres una persona que puedes tener estas dificultades, y yo me ofrezco a ayudarte para que puedas manejar mejor lo que te va mal y puedas sacar adelante tus proyectos´. Es la propia persona la que nos va guiando”, explica Luis Beato, jefe del Servicio de Psiquiatría de este hospital.
Lo fundamental en este modelo de atención es entender por qué la persona ha desarrollado el trastorno, por qué “necesita manejar su ansiedad dándose atracones y vomitando”, y ofrecer las herramientas que le permitan encontrar una manera mejor de afrontar su baja autoestima u otras dificultades que pueda tener. “Otras terapias se centran exclusivamente en el tratamiento de los síntomas. Lo que nosotros planteamos es que los síntomas son la única manera que el paciente tiene de manejar sus conflictos. Hay que saber qué hay ahí”, afirma el psiquiatra.
Para Beato, el objetivo es que la persona se sienta bien con ella misma: “Que entienda su pasado, sus circunstancias, su familia. Que vea sus virtudes y sus dificultades, y que encuentre su proyecto persona y lo lleve a cabo, para llevar una vida lo más plena posible”.
Este es afortunadamente el caso tanto de Noelia como de Miriam, ya que ambas son el ejemplo de que los trastornos alimenticios pueden superarse. “Paradójicamente, el padecer la enfermedad y asistir a terapia durante dos años, me hizo darme cuenta de mi vocación: la Psicología, y es la carrera que actualmente estoy estudiando”, señala Miriam. Tras el proceso de recuperación, su visión de ella misma ha cambiado por competo: “He aprendido a querer y aceptar mi cuerpo y a quererme a mí misma a pesar de los cambios que pueda tener. Debemos de conocernos y querernos tal y como somos. Sobre todo tener claro que, con esfuerzo y ayuda, la enfermedad se supera”.