«Irónicamente, pensamos que en Reino Unido estaríamos menos expuestos que en China»
Hace casi tres años que Javier García (35 años) se mudó al Reino Unido a estudiar un doctorado en la Universidad de Loughborough, una pequeña ciudad inglesa cerca de Nottingham. Antes de eso vivía en China, de donde es su pareja. «Ella tenía previsto irse allí en febrero, pero aplazó su viaje porque, irónicamente, pensamos que estaría menos expuesta al coronavirus aquí». Poco después, ambos acabarían cayendo enfermos.
A través de su familia y sus amigos les llegaban noticias de cómo había evolucionado la situación en China, las restricciones, la cuarentena estricta. Después empezaron a llegar noticias de Italia, más tarde de España, mientras que en Inglaterra nadie parecía preocupado y desde el Gobierno se animaba a la gente a hacer vida normal. «Producía una sensación extraña escuchar las noticias de Madrid mientras veías los restaurantes y pubs llenos», asegura.
«Entonces fue cuando mi mujer cayó enferma». Mientras ella permanecía en cama con fiebre, los acontecimientos se precipitaban en todo el país. «Cuando el 23 de marzo Boris Johnson finalmente anunció el confinamiento para toda la población, nosotros ya llevábamos casi una semana de aislamiento. Fueron días muy estresantes, mi mujer tenía fiebre alta que los medicamentos apenas controlaban, estábamos lejos de nuestras familias, los supermercados desabastecidos, y no sabía cuánto podría cuidar de ella antes de caer enfermo yo también». Finalmente, y por fortuna, ambos pasaron la enfermedad en casa, sin complicaciones, y pudieron retomar una cierta normalidad dentro de la excepcionalidad actual.
En Reino Unido, el sistema público de sanidad (NHS) ofrece cobertura universal y gratuita, pero lleva años sufriendo recortes por las políticas de austeridad. «Ya antes de estallar la pandemia se notaban sus efectos; recursos que menguan y esperas que se alargan», denuncia Javier. En cuanto a su situación laboral, por suerte, la universidad le mantiene las condiciones de la beca mientras teletrabaja: «Sigo pudiendo pagar el alquiler y llenar la nevera, pero siento que en el fondo solo se está retrasando el problema. Ahora debería estar haciendo trabajo de campo, recogiendo muestras y tomando medidas en el laboratorio, pero no puedo salir de casa».
La beca tiene una duración y cuantía fijas, y ahora apenas puede adelantar su investigación mientras el reloj sigue corriendo: «Todo el trabajo no pueda sacar adelante ahora lo tendré que terminar cuando ya no tenga ingresos». Y ello, acrecentado por la incertidumbre del Brexit. «En cualquier caso, no me puedo quejar. Amigos que trabajan fuera del mundo académico han perdido sus trabajos o han tenido que seguir yendo a sus puestos de trabajo, exponiéndose a la enfermedad», lamenta. |
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