Creando estilos de vida sanos

Perdí cinco años de mi vida y a mi abuela por el cristal

“Empezó como un juego, una forma de sentirme grande, de encajar con los mayores. Pero con el tiempo me di cuenta de que lo que era diversión se convirtió en necesidad”, relata Oscar.

A los 15 años, en una fiesta con amigos mayores, probó el cristal (metanfetamina) por primera vez. Le prometieron que lo haría sentir despierto, enérgico, sin preocupaciones. Y así fue… al principio. “Esa primera vez sentí que podía hacer todo. Estudiar, trabajar, estar despierto toda la noche. Pero lo que nadie te dice es que lo que sube tan rápido, cae igual o peor.”

Con el tiempo, la droga se convirtió en su prioridad. Dejaba de comer, dormía poco, se distanció de su familia y abandonó sus estudios. La persona que una vez fue un alumno responsable y alegre, se transformó en alguien encerrado en su cuarto, paranoico, irritable y obsesionado con conseguir más cristal. “Lo peor fue cuando empecé a robarle a mi propia familia. Le saqué dinero a mi abuela, a quien adoraba. Usé su tarjeta bancaria más de una vez. Y lo hacía sin pensar, como si no fuera yo.”

Oscar relata que su abuela siempre confió en él, y aunque notaba que algo andaba mal, no quería creerlo. “Me miraba con tristeza. Me decía: ‘Oscar, tú no eres así’. Yo le prometía que iba a cambiar, pero al día siguiente volvía a consumir.”

El momento más duro fue cuando su abuela murió. Oscar no solo cargó con el dolor de la pérdida, sino con la culpa. “No pude despedirme de ella como debía. Estaba drogado. Me la pasé llorando días enteros, sintiéndome una basura. Ahí toqué fondo.”

A los 20 años, con varios intentos fallidos de rehabilitación, Oscar decidió internarse voluntariamente en un centro de tratamiento. “No fue fácil. Las primeras semanas fueron un infierno. El síndrome de abstinencia me tenía al borde del colapso. Pero empecé a recordar quién era, quién había sido. Y sobre todo, lo que había perdido.”

Hoy, Oscar lleva casi un año limpio. Está retomando sus estudios, ha vuelto a conectarse con su familia, y participa en charlas preventivas en escuelas. “No me avergüenzo de mi pasado. Si alguien escucha mi historia y evita caer en lo mismo, entonces habrá valido la pena.”

Su mensaje para los jóvenes es claro: “No crean que pueden probar ‘solo una vez’. La droga te atrapa antes de que te des cuenta. Y cuando reaccionas, ya estás atrapado. Si estás a tiempo, busca ayuda. No esperes a tocar fondo como yo.”