No me dejes, pero no me toques: el drama del apego desorganizado
Hace unos años, tuve una relación con un tipo que era un desastre. No sabía lo que quería, me mandaba mensajes contradictorios, me celaba por cualquier cosa, me reclamaba atención pero me evitaba cuando le proponía vernos. Era como si me quisiera cerca, pero no demasiado. Como si me quisiera, pero no se animara a demostrarlo. Yo estaba muy confundido y bastante angustiado por no entender el porqué se comportaba así, ni qué podía hacer yo para mejorar las cosas. Tengo el recuerdo emocional de hasta sentirme culpable, como si fuera yo el que estaba haciendo algo mal. Nunca era suficiente y siempre había algo que le molestaba, que le hacía alejarse o enojarse. Un buen día me dijo que necesitaba espacio, que no estaba seguro de sus sentimientos y que quería estar solo. En ese momento me subió desde los pies hasta la cabeza un escalofrío y una sensación desbordante de pánico. Me acuerdo que estaba pasando por una gripe muy fuerte, entre mi sensación de malestar físico le sume un malestar emocional, en síntesis mi situación era devastadora. Saqué fuerzas de donde no tenía y lo llame por teléfono para poder charlar, para entenderlo y por lo menos darle un cierre. Él se mostró indiferente, simplemente me dijo textual y fríamente “No podes perder algo que nunca tuviste”. Después de esa llamada quedé estupefacto, mirando la pared blanca de mi habitación. Mi mente se llenó de preguntas y por momentos intentaba disociarse viendo los defectos de la pintura en aquella pared. Estaba en un ida y vuelta, buscando formas abstractas en los relieves de la pintura y contestando esas preguntas que me hacía ¿Cómo podía dejarme así, después de lo que habíamos vivido juntos? ¿Cómo podía ser tan cruel e insensible? ¿Qué había hecho yo para merecer eso? Me sentía solo, vacío y sin sentido. Pasé exactamente 5 días llorando, sufriendo, con el pelo sucio y sin ganas de vestirme. No podía dejar de pensar en él, en lo que había dicho pero como la mente es tan jodidamente retorcida poniéndome imágenes ficticias, de un futuro utópico juntos. Lo extrañaba con locura, pero al mismo tiempo lo odiaba por haberme hecho sentir tanto dolor. Los días pasaron, los meses pasaron y el dolor pasó. Un día, recibí un mensaje suyo, en donde me decía que me extrañaba, que se había equivocado, que quería volver conmigo. Cuando vi ese mensaje no lo podía creer, era como si un fantasma me estuviera hablando. El corazón me latía fuerte, las palmas de las manos me transpiraban, mi visión se volvía borrosa y por dentro me preguntaba ¿te está por dar un paro cardiorrespiratorio? ¿Qué quiere decirme con este mensaje? ¿Qué quiere? ¿Se dio cuenta de lo mucho que me quería? ¿O solo quiere jugar conmigo? muchas preguntas y ninguna respuesta, excepto que no estaba teniendo un paro. No supe qué hacer. Por un lado, sentí una alegría enorme. Pensé que tal vez había una esperanza, que podíamos arreglar las cosas. Por otro lado, sentí una rabia tremenda. Pensé que era un manipulador, un mentiroso y un cobarde. Que solo quería usarme, hacerme sufrir. La mente es nuestro peor enemigo y al final, decidí darle otra oportunidad. Pensé que quizás había cambiado, que había madurado, que había aprendido de sus errores. Por otro lado yo también pensaba que había cambiado, que había crecido, que había superado mis miedos e inseguridades y que de todo esto algun dia nos íbamos a reír. Pero no fue así. La historia se repitió. Volvió a ser el mismo gil de siempre: inestable, ambivalente, contradictorio. Volvió a pedirme amor pero a rechazarme al mismo tiempo. Volvió a hacerme sentir inseguro y ansioso. Volvió a dejarme y volví a perderme a mi mismo. Como escribió Julio Numhauser en esa letra increíble que interpretó Mercedes Sosa “Cambia el clima con los años, cambia el pastor su rebaño y así como todo cambia que yo cambie no es extraño” Cambie pero esa historia quedó dando vueltas en mi cabeza, con una sola pregunta ¿Por que me trate de esa forma? De una manera cósmica y mágica, el algoritmo de Instagram escuchó mis pensamientos y puso ante mis ojos un video que hablaba sobre el apego desorganizado. Hablando con mi analista, me planteo la idea sobre el apego y sobre los diferentes tipos de apego que existen. El que me volvía hacer ruido en la mente, era el desorganizado, por sus características y similitudes de mis acciones sobre todo el de mi sentir. Seguramente te estarás preguntando ¿Qué es el apego desorganizado?Vamos por partes, el apego es la forma en la que nos vinculamos con los demás desde la infancia. Según cómo hayan sido nuestras experiencias con nuestros padres o cuidadores, desarrollamos un estilo de apego que nos acompaña a lo largo de nuestra vida y que influye en cómo nos relacionamos con nuestras parejas, amigos, familiares, etc.