Trastorno bipolar
Sospecha que su enfermedad comenzó cuando era aún una niña. "Había épocas en las que estaba todo el día tumbada... yo creo que eran pequeñas depresiones". Pero la enfermedad 'despegó' definitivamente tras un viaje. Durante el viaje estaba "un poco alta". Una vez volvió a España se desencadenó su primer periodo maniaco. "Tienes una hiperactividad que agotas a las moscas, una verborrea insufrible, 'quemas' el teléfono, se te descontrola el sueño... te crees la 'reina de los mares'", reconoce. Pilar es veterinaria y por aquel entonces trabajaba de meritoria en un laboratorio de Algete. Cuando regresó de aquel viaje por Europa la idea de una granja experimental rondaba su cabeza y tenía la intención de llevarla a cabo aunque no tuviera mucho sustento. Embaucarse en planes irrealizables es uno de los síntomas propios del trastorno bipolar. Ella es bipolar tipo I: cuando tiene un periodo de manía suele requerir hospitalización y en alguna ocasión ha llegado a la psicosis. Reconoce que el tipo de trastorno bipolar que padece es "muy de libro" por lo exagerado de sus síntomas. Estas fases de manía provocan un enorme desgaste en la persona que padece la enfermedad y en su entorno. "En dos meses me agoté", recuerda. Tras este episodio sufrió dos depresiones fuertes. Sin embargo, cuando acudió al médico le trataron la depresión aislada. A pesar de tener antecedentes familiares, el diagnóstico acertado de Pilar se demoró cerca de 10 años, situación desgraciadamente muy habitual. Según relata, muchas veces los médicos no indagan demasiado y los pacientes y sus familias tampoco quieren dar demasiados detalles por rechazo a la enfermedad mental. "Al no tener una ubicación física concreta es mucho más difícil de asumir", explica. Cuando por fin, tras una fuerte crisis maniaca le diagnosticaron la enfermedad, "me entró por un oreja y me salió por otra". Con el tiempo se ha dado cuenta de que la principal dificultad de la enfermedad es no asumirla. "Eso significa que no tomas la medicación, por lo menos en mi caso". No obstante, en las fases de depresión "sí la tomas porque está hecha polvo y eres sumisa como un cordero". Ahora, con 55 años, ha aprendido a conocerse mejor y a reconocer las situaciones que la desestabilizan, como los cambios de horario propios de los viajes, por eso trata de evitarlos. "La formación y la información es fundamental. Así, tú mismo te detectas los síntomas y decides ir al psiquiatra". Implicar a los familiares es lo ideal ya que en ciertos momentos de las fases maniacas "como te encuentras estupendamente puedes no aceptar que estás demasiado eufórico". Los familares deberían formarse para tener la "habilidad" suficiente para conseguir que el paciente acuda al psiquiatra o tome la medicación sin que reaccione mal. Pilar lleva 11 años eutímica. No ha sufrido ninguna crisis relavante en todo ese tiempo. "Siempre pendiente de los posibles cambios de humor y tomando medicación", puntualiza. "Mis crisis siempre han sido muy fuertes pero alejadas en el tiempo". La asociación de pacientes le ha ayudado mucho. De hecho, ahora es la presidenta de la Asociación Bipolar de Madrid. "Allí escuché a gente relatar las mismas cosas que yo hacía por ejemplo en una fase maniaca", explica. Poco a poco fue "desdramatizando la enfermedad a través de los testimonios de otros". De esta forma se dio cuenta de que ella "no era tan rara". "Una vez asumes la enfermedad, no abandonas la medicación, llevas una vida ordenada y no te metes en camisas de 11 varas", señala Pilar. De esta forma "la 'maletita' que es la enfermedad te pesará menos". Esta madrileña advierte del peligro de convertirse exclusivamente en bipolar. Muchas personas caen en el "autoengaño" de achacar todo al trastorno. "Caes en una historieta que no te lleva a ningún lado", señala de tal forma que es posible intuir que ha sido testigo más de una vez de ese comportamiento. "No debes olvidar que eres una persona con opinión y que ésta va a misa".