08 de August del 2012
Es viable en Colombia que un centro de atención a consumidores de droga brinde apoyo personalizado a un adicto y le entregue su dosis diaria, como ocurre en Vancouver, Canadá, con los adictos a la heroína? ¿Se reducirían los costos de los tratamientos terapéuticos, si se declara la narcodependencia como una enfermedad de salud pública? ¿Está la sociedad preparada para convivir con los adictos crónicos y respetar sus derechos?
Políticos, medios de comunicación, altos funcionarios, grupos religiosos y académicos debaten si la propuesta lanzada por el alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, es viable o no. Para algunos sectores de la sociedad, dicha propuesta estaría sustentada en pronunciamientos tanto legales como jurisprudenciales, en los cuales se obliga al Estado a la adopción de dichas medidas.
Como lo plantean algunos expertos a Vanguardia Liberal, es el momento de abrir la discusión sobre el consumo de la droga y de abordar el tema desde nuevos puntos de vista, en los que se reconozca que atacar el flagelo de la drogadicción no se hace con señalamientos, tintes políticos o intereses particulares.
Se necesita un diagnóstico
Para el padre Manuel Jiménez Tejerizo de la Fundación Niños de Papel, de Bucaramanga, el problema de la droga no es ni moral ni ético, es un problema médico que se soluciona con respuestas puntuales.
¿Qué se debe hacer? Según este especialista, antes de plantear una solución como la del Alcalde de Bogotá, es necesario realizar un diagnóstico en el que se identifique cuál es el origen del problema, pues “no todos los drogadictos son iguales”.
Si bien es cierto que los centros de atención a adictos han funcionado en España, Canadá u Holanda, el especialista resalta que en Colombia se necesita más prevención. “Las salas que propone Gustavo Petro trabajan en la reducción del daño. La idea es que la persona no siga deteriorándose y no les haga daño a los demás. La propuesta es viable y necesaria, pero esto los ha cogido en el camino, es un problema de salud pública”, explica el padre Jiménez.
Por su parte, Alberto Alarcón French, fundador de Hogares Crea, los centros de atención a drogadictos son el último peldaño que hay que tener en cuenta. Para él, las experiencias que han funcionado en otros países han hecho énfasis en el tema de la prevención, y en Colombia, sin recursos del Estado, esto no es posible.
“Les están recargando todo a las entidades privadas. El Estado tiene que asignar recursos y dárselos a personas y entidades que los sepan manejar y no al primer político que aparezca. Para no ir tan lejos, el caso de Bucaramanga. La ciudad no cuenta con un programa organizado. Son sólo ‘apaga incendios”, expresa este empresario.
Alarcón French coincide con el padre Manuel Jiménez al afirmar que el problema de la narcodependencia no se puede relacionar con el de la delincuencia, pues asevera que una mínima parte de los drogadictos del país está delinquiendo.
Desde su papel como siquiatra, Camilo Umaña asevera que el problema de la drogadicción es que ha sido abordado desde el punto de vista “persecutorio” y no se ha solucionado lo que le atañe al consumo y el tráfico.
Sin embargo, ¿qué tan acertado es proporcionarle la droga de manera controlada a un adicto en centros especializados? Umaña asegura que esto es usado en otros países, porque se han diseñado sistemas especiales, particularmente para drogadictos endovenosos o adictos a la heroína.
“Es preferible controlarlos, porque uno de los grandes problemas es que comparten agujas y jeringas, en sitios inadecuados. Lo que están buscando es que disminuya la frecuencia de contaminación por Sida, hepatitis B y C”, explica este siquiatra.
Umaña considera que propuestas como las de Gustavo Petro se deben ensayar en un sitio específico y después mirar qué pasa, ya que cada cultura es diferente. “El modelo se debe adaptar al medio. No se pude copiar estas fórmulas. ¿Qué tal la gente siga por el camino de la ilegalidad y fracase? Hay que mirar el tema en perspectiva social, histórica y desde las experiencias de otros países. Es obvio que cuando se libera el consumo este aumenta, porque los que estaban escondidos aparecen como cifras oficiales”, remata Umaña.