19 de August del 2012
Brasil sufre el efecto colateral de la bonanza económica: un consumo disparado de cocaína y derivados que lo llevó a volcar la represión del tráfico hacia las fronteras para tratar de atajar el ingreso de droga desde Bolivia, Perú y Colombia, los mayores productores del planeta.
Mientras en la región crece el debate sobre la legalización del consumo de drogas, el gobierno de Dilma Rousseff se embarcó en una nueva estrategia militar y policial de persecución del narcotráfico que parte de los límites de su vasto territorio, se adentra en las regiones del país y llega hasta las ciudades, donde pequeños y medianos traficantes abarrotan las cárceles.
"Nuestro país está creciendo económicamente y a mayor renta, mayor consumo de drogas. En el sur y sureste de Brasil se concentra el 60% de la población y el 75% del PIB brasileño, y es ahí donde más se consume cocaína", afirmó a la AFP Oslain Santana, jefe del combate al crimen organizado de la Policía Federal.
En números absolutos, Brasil es considerado, por detrás de Estados Unidos, el segundo consumidor mundial de cocaína y crack, un derivado altamente adictivo de bajo costo que se expande como epidemia (entre 2003 y 2010 aumentó por 10 el número de dependientes químicos), según el gobierno.
Se estima que un 1% de la población brasileña, de 191 millones de habitantes, consume cocaína o crack. El 90% de la droga ingresa por Bolivia y Perú y el restante 10% por Colombia, mientras Paraguay cubre el 80% de la demanda de marihuana, según la Policía Federal.
LUCHA ANTIDROGAS EN BLOQUE El plan contra las drogas, que combina la mano dura contra el tráfico con la atención médica a dependientes, involucra acciones conjuntas entre las policías de Brasil, Bolivia, Colombia, Perú, Paraguay, Uruguay y se espera que dentro de poco Venezuela.
La cooperación está amparada en acuerdos bilaterales para el intercambio de información, financiación de programas y el acompañamiento de observadores brasileños en las tareas de erradicación de plantaciones ilegales en territorios vecinos.
"Jamás se busca afectar la soberanía (de los vecinos), no hay esa intención, sólo queremos cooperación. Puede que el crimen no tenga frontera, pero la policía sí", se apresura en explicar el jefe policial ante versiones de que agentes armados de Brasil participan en operativos antidrogas en suelo peruano.
En junio de 2011, Rousseff lanzó un plan estratégico que prevé la movilización periódica en las fronteras de contingentes militares apoyados por blindados, aviones y lanchas para sorprender en flagrancia a los traficantes.