24 de noviembre del 2021
No tengo tiempo. Debo trabajar. No hay minutos libres. Estoy ocupado, debo finalizar esta presentación para mañana. No puedo ir a la reunión del colegio de los chicos. Estoy sobrecargado de trabajo. Sueño con la oficina. Vivo cansada. Estoy detonado.
¿Cuántas frases de estas escuchamos por día? ¿Cuántas representan a las personas que no tienen un minuto de tiempo para sí por el hecho de trabajar? ¿Cuándo se transforma el trabajo en una adicción y cuándo debemos poner un límite a esto? Cómo se confunde el trabajo con un refugio full-time?
Workaholic. Trabajólico. Adicto al trabajo. Persona que “está a full¨ y vive pegada al plano laboral y con su ocupación disfraza miedos que tienen en el horizonte una posible pérdida. De esta manera, se construye un semblante de vida productiva y exitosa para que los demás reconozcan paso a paso los logros. Vivir para y por los otros para ser tenido en cuenta. Y todos estos argumentos alimentan la adicción al trabajo que como tal, siempre se vive como exceso y resulta su objeto de consumo detenido en un bucle que no encuentra modo de salir. Prometiéndose asimismo que será la última vez que lleve trabajo a su casa.
Se dice que el término workaholic surge en 1968, cuando un profesor de religión lo usa para describir su propia relación con el trabajo uniendo dos conceptos: trabajo (work) y alcoholismo. La adicción al trabajo como concepto, alude a la necesidad incontrolable de trabajar incesantemente a pesar de las consecuencias negativas sobre la salud, la felicidad y las relaciones de la persona que lo padece.
Una reciente investigación aborda las dimensiones de las que se compone la adicción al trabajo a través del análisis de dos estudios. Los resultados fueron publicados en 2017 en la Revista de la Psicología del Trabajo y las Organizaciones. Los autores analizan un grupo de factores internos y externos que pueden mediar el impulso de trabajar y el disfrute de la actividad en la adicción al trabajo.
Los resultados revelaron una relaciones positivas del impulso de trabajar con la inestabilidad emocional y los conflictos familiares debidos al trabajo. Ello quiere decir que mientras mayor era el impulso de trabajar, más problemas emocionales y conflictos con la familia fueron reportados.
También se observó que, cuando interactúan el impulso de trabajar con mayor autonomía en el trabajo, mayores suelen ser los conflictos con la familia. Un estudio con casi 300 ejecutivos mostró que mientras más tiempo pasaban trabajando, mayores eran los conflictos con la familia. Ello resultaba en mayores índices de rotación en la empresa y menor compromiso con el trabajo. Los resultados fueron publicados en la Revista de Psicología.
Todo lo contrario ocurre con el disfrute del trabajo. Mayor disfrute del trabajo, mayor estabilidad emocional y mejores relaciones con la familia. Estos resultados sugieren que el impulso de trabajar, en ausencia del disfrute de la actividad que se realiza puede ser perjudicial para la salud emocional y las relaciones familiares. Las empresas deberían tomar nota de esto pues afecta el producto final.
Otro hallazgo importante es que un alto nivel de auto-crítica del trabajador, en un contexto donde tenga mayor intercambio con su superior (no me queda claro si ocurre en la dirección opuesta), va a afectar la relación que se establece entre el impulso de trabajar y el disfrute de la actividad. Una persona con demasiada auto-crítica puede percibir la sugerencia de un supervisor como un reproche, haciendo que se enfoque de forma compulsiva en la actividad para rectificar la dificultad, cuestión que afecta el disfrute de la misma.
Como se ha visto, el impulso de trabajar es un factor medular de la adicción al trabajo. Pero como bien dicen algunos chistes, existen personas que cuando sienten el impulso de trabajar “se sientan y esperan a que se les pase”. Por tanto, el impulso de trabajar no es el problema, sino el hecho de no poder resistirlo. Es en este momento donde la impulsividad como rasgo vuelve a aparecer en el contexto de las adicciones, en este caso para explicar la adicción al trabajo.
Para ello me apoyaré en un interesante estudio sobre el tema, publicado en la Revista de Investigación en Ciencias Sociales y Humanidades, en el que se analiza la figura del sujeto de rendimiento, que se utiliza para ilustrar la relación entre la obsesión y la impulsividad presente en los adictos al trabajo.
El problema principal es que la meta de estas personas es el éxito y el reconocimiento, en lugar de la conexión o la calidad del producto o servicio. Como en cualquier otra adicción, el impulso es puramente hedónico y busca engrandecer al Ego, en lugar de brindar un mejor servicio o solucionar problemas a otras personas.
En Japón se llama karoshi a la muerte provocada por exceso de trabajo. Desde el año 2015 se reportan 2310 damnificados por año y continúa ascendiendo a partir de la pandemia por COVID y la estadística actual indica que puede llegar a 10.000 víctimas anuales producto de jornadas de 15 horas diarias y traslados de 4 horas entre la casa y la oficina.
El nuevo orden mundial impactó en el uso de internet. Plataformas como Meet y Zoom alojaron cargas agobiantes del uso del tiempo laboral. Cualquiera de nosotros puede resentirse si pasa largos períodos de tiempo frente al escritorio y/o pantalla. Un cuerpo sin movimiento trae aparejado un sedentarismo letal.
El trabajo en exceso puede ser una droga sin ser sustancia porque al igual que ella, adormece el deseo: nos presenta alguien engañado por el quehacer y a la vez aliviado, sin saberlo, por la ocupación de su deseo. Cree que camina cuando en realidad cae en un abismo.
Varios son los criterios para distinguir esta compulsión: