30 de enero del 2018
“Hace 10 años, aquí nadie sabía lo que era la adicción a internet”, dice el doctor Susumu Higuchi, director del Centro Médico y de Adicciones Kurihama, de la Organización Nacional de Hospitales, ubicado en Yokosuka, ciudad costera al sur de Tokio.
Pero ahora, agrega, se ha vuelto un problema frecuente. Tan frecuente que, desde 2009 -cuando comenzó a recibir a estos pacientes y se volvió pionero en el tema en Japón-, al centro en el que trabaja han llegado personas de todas las edades, incapaces de despegarse de su computador o de su teléfono inteligente.
El paciente más joven solo tenía siete años y no podía ir al colegio por su adicción. El mayor fue un hombre de 87, que tomó la decisión de internarse por su problema.
¿Ha ido disminuyendo la edad de los pacientes que recibe?
Creo que no. Antes casi todos eran adolescentes, pero ahora también vemos varios pacientes de 30, 40 años. El rango de edad de los adictos a internet se ha ido ampliando, pero aún cerca del 60 % son adolescentes. Y por cada seis hombres con esta adicción recibimos a una mujer.
¿A qué se debe la diferencia de género?
Cerca del 90% de los pacientes que siguen tratamiento acá son adictos a los videojuegos. Y los videojuegos son más populares entre los hombres que entre las mujeres. El 10 % restante es adicto a otros tipos de aplicaciones, como los mensajes de texto, ver videos por internet o a la pornografía ‘online’, por ejemplo.
¿Qué diferencias hay entre un adicto a los videojuegos y a los mensajes de texto?
Si eres adicto al ‘gaming’, generalmente tienes problemas más serios que si eres adicto al SMS. Por ejemplo, un adicto a los videojuegos suele jugar en su pieza. Empieza a las nueve de la noche y sigue hasta las cinco de la mañana. No puede levantarse a la mañana siguiente y por eso no puede ir al colegio o a trabajar.
Si viven con los padres, les gritan, a veces les pegan. Uno de cada cuatro pacientes que sigue tratamiento acá les pega a sus padres, porque reiteradamente les dicen que paren de jugar. Cerca del 50 % de los pacientes que nos visitan están socialmente aislados y tienen los horarios cambiados: están despiertos de noche y se acuestan en la mañana. En cambio, aunque muchas mujeres son adictas al mensaje de texto, no lo muestran de forma tan explícita como los adictos al videojuego.
¿Cómo se sabe cuando se trata de una adicción? ¿Depende de la cantidad de tiempo que se pase conectado?
Lo más sencillo es que hay un excesivo uso de internet, pero también algunos problemas asociados a ese uso excesivo. La combinación de eso se llama adicción. No se puede hablar de una cantidad de horas.
¿Hay problemas físicos asociados a esta adicción?
A veces hay dolor de espalda, de los dedos de las manos, dolor de cabeza, problemas de visión y problemas para dormir. Además, hemos visto que los adictos a los videojuegos pueden sufrir de problemas asociados a la inactividad, como disminución de la masa ósea.
¿Cuántos pacientes se rehabilitan?
No lo sabemos. Los psicólogos que trabajan con nosotros lo están estudiando. En seis meses puede que lo sepamos.
Cuando llega un adicto a internet al centro de adicción que maneja el doctor Higuchi, lo primero que se hace es realizarle exámenes físicos y psicológicos.
“Muchas veces tienen comorbilidad con desórdenes psiquiátricos, como déficit atencional o depresión, y necesitamos evaluar eso para darles un buen tratamiento”. Después, según cada caso, se puede seguir un programa diurno o uno que requiere hospitalización. “Para el programa de día vienen a las 9:30 de la mañana y se quedan por seis horas. En la mañana, los animamos a hacer ejercicio en el gimnasio, luego almuerzan de forma grupal”. En las tardes hay terapias psicológicas.
Cuando son internados, generalmente se quedan por dos meses. “En ese tiempo no pueden usar ningún dispositivo electrónico. Es muy efectivo”. En el 2014, el doctor Higuchi y su equipo también comenzaron a realizar campamentos de “desintoxicación” de internet para sus pacientes. Durante nueve días y ocho noches, además de terapias, los adictos hacen ‘trekking’ y cocinan, por ejemplo.
Fuente:EL MERCURIO (Chile)