09 de February del 2013
La adolescencia es una etapa evolutiva del desarrollo psicosocial que tiene algunas características similares al comportamiento de un adicto, por ello hay que tener especial atención y cuidado antes de apresurarse a tomar decisiones de cualquier tipo.
En este momento de la vida, se producen cambios a nivel físico, psicológico, emocional y social. Aparecen conductas referentes al duelo de la niñez y el cambio a un nuevo mundo adulto que está por comenzar. Por ello muchas veces ante la inseguridad y confusión experimentada en esta crisis, aparece la rebeldía, los cuestionamientos a la autoridad, los pocos deseos de estudiar, asistir a eventos familiares, etc.
A su vez, muchas veces los padres/madres no saben cómo reaccionar frente a estas actitudes, y suelen ponerse más rigurosos y firmes o eventualmente darles demasiada libertad para que puedan tomar sus decisiones. Los adolescentes no son niños, pero tampoco son adultos y emocionalmente todavía necesitan mucho de los límites, atención y afecto de sus padres/madres.
Vivimos en un mundo en donde la adolescencia dejó de verse como una etapa evolutiva y pasó a ser un modelo a seguir, “un modo de ser y estar en el mundo”, donde padres y madres, intentan imitar a sus hijos/as y posicionarse en un rol de pares, de amigos. De esta forma, los/las adolescentes pierden como referentes a los adultos, están por entrar a la adultez llenos de cuestionamientos, miedos, angustia y necesitan que se les brinde amor y seguridad, no más incertidumbres y confusiones.
Lograr un lugar en la sociedad (lo que desde nuestro imaginario social sería tener un nivel profesional o laboral estable que genere identidad), realizar un proyecto de vida, siempre ha sido “el examen” para ingresar al mundo adulto, ¿pero cómo ingresar a ese mundo donde escasean referentes?
El/la adolescente necesita establecer sus propias relaciones con el mundo y sustentar allí sus decisiones, su proyecto de vida. Pero la falta de referentes y el mundo de incertidumbres en el que se vive, genera la incapacidad de imaginar el futuro. Ello, acompañado de la ansiedad y necesidad de inmediatez por tener logros y salir de ese estado de confusión, y la frustración por no ser el/la adolescente perfecto que promueven los medios de comunicación, produce más miedos y más incertidumbre. Lo que muchas veces los lleva a tomar conductas evasivas o de riesgo para satisfacer una necesidad de gratificación fugaz de pertenencia y autoestima.
El/la adolescente aún frágil e inmaduro desde el punto de vista psicoafectivo, no siempre tiene la capacidad de elegir los objetos y medios adecuados para satisfacer sus necesidades. Es así, que muchas veces las drogas terminan siendo su finalidad, su forma de escapar de un mundo de confusión y muchas veces hostil, que prefieren ignorar o negar.
¿Cómo saber si su hijo/a es adicto/a a las drogas?
Al entender a la adicción como una enfermedad en la cual la genética influye mucho, es necesario tener información acerca de si existen antecedentes adictivos, cualquiera sea su objeto: drogas, sexo, comida, tabaco, etc… para ver qué predisposición adictiva puede haber. Así también considerar si en algún momento ha tenido una relación obsesiva y compulsiva con alguna actividad, persona u objeto.
Los grupos de pares en la adolescencia son muy importantes, pero cuando comienzan a cambiar los grupos de amigos, sobre todo cuando “Salen con unos amigos” y los padres no conocen ni saben nada de sus nuevas amistades, hay que prestar especial atención porque puede hablarnos también de un problema de adicción. Ya que generalmente los amigos de consumo, no suelen coincidir con los amigos de hasta entonces.
Aún así, el diagnóstico se evalúa de acuerdo a cómo la persona se relaciona con su objeto de consumo, en este caso las drogas y es fundamental, ante cualquier duda, consultar con un profesional capacitado que pueda ayudar a los/las padres/madres y al/la posible adicto/a.
¿Cómo prevenir las conductas adictivas?
Es fundamental recuperar el buen relacionamiento con los hijos, teniendo en cuenta también que para esta edad son fundamentales los grupos de pares, con quienes necesita identificarse y encontrar un lugar de pertenencia. Pero es esencial en el ámbito familiar promover el diálogo y los aspectos psicorelacionales para fortalecer la capacidad de enfrentar y resolver los cambios.
Es importante inculcar valores que den cuenta de la importancia de la salud y del cuidado personal y para ello es primordial que los padres o el entorno más cercano lo enseñen además con la conducta propia, lo que contribuye a mejorar el autoestima. Estas actitudes positivas sobre la salud ayudan a que se desarrollen conductas que sean incompatibles al consumo de drogas.
Es trascendente que logren desarrollar habilidades de interacción como forma de protección frente a los factores de riesgo del entorno. Fomentar la autonomía, la autoconfianza y la capacidad de tomar decisiones y elegir, que frente a la posibilidad de consumir, pueda decir “NO”.
En la adolescencia la familia es uno de los grupos de pertenencia más importante (considerando la importancia también del apego al grupo de pares), por lo tanto trasmitir mensajes claros, sin dobles discursos, que brinden seguridad y fortalezcan el autoestima son sustanciales.
Para todo esto es elemental que se promuevan las expresiones de afecto, la comunicación funcional y que los/las padres/madres puedan poner límites pero sin dejar de dar amor.