04 de febrero del 2020
AnĂ³nimo
“El consumo de bebidas alcohólicas durante el embarazo, incluso en cantidades pequeñas, puede tener consecuencias graves para la salud del bebé”. Así reza la advertencia que, por ley desde octubre de 2007, deben llevar todas las botellas de alcohol en Francia y que acompaña a un pictograma con una mujer embarazada que bebe de una copa, imagen que aparece tachada y que imita a una señal de prohibido.
Las autoridades francesas decidieron poner en marcha esta iniciativa al comprobar que existía poca información sobre un problema no muy visible, pero cierto, que puede llegar a tener consecuencias nefastas para el bebé, ya que el alcohol es un teratógeno, es decir, un agente que produce malformaciones en el embrión o feto y que van desde la más grave –aborto, muerte fetal– a malformaciones cráneo-faciales, retraso en el crecimiento y alteraciones cognitivas y de la conducta.
Los expertos alertan de que los niveles de consumo de bebidas alcohólicas entre hombres y mujeres se están equiparando en todo el mundo, sobre todo entre las jóvenes, poco conscientes del peligro que entraña el abuso de alcohol, sobre todo durante el embarazo. Los datos están ahí: en Estados Unidos, una de cada diez embarazadas afirmó haber bebido en los últimos treinta días según un reciente estudio llevado a cabo por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés); en Argentina, segundo país de América Latina donde más se bebe después de Chile, una investigación realizada en la región de Santa Fe arrojó que una de cada seis embarazadas (15,2%) tomó alcohol en exceso al menos una vez durante la gestación.
Y en España, una de cada cinco gestantes toma alcohol, según informó la Asociación Española de Ginecología y Obstetricia en su campaña ‘Un embarazo sin’ a la que han seguido otras del Ministerio de Salud. Todas persiguen el mismo objetivo: concienciar a una sociedad, en general permisiva con el alcohol, a las mujeres embarazadas y a su entorno, de que se abstengan totalmente de ingerirlo durante el embarazo y la lactancia.
Está claro que abusar del alcohol, como del tabaco, las drogas o los medicamentos, durante el embarazo es peligroso. Pero, ¿y si sólo me tomo una copa de vez en cuándo? ¿Ocurre algo o existe una cantidad razonable, un umbral seguro de ingesta? Lo cierto es que resulta imposible de determinar científicamente qué cantidad exacta puede desencadenar alguna anomalía en bebé que se está gestando, ya que cada mujer metaboliza el alcohol de forma distinta. A eso se deben sumar otras razones: la edad de la madre, su pauta de consumo –ocasional, moderado, habitual–, si se toma con las comidas, etcétera.
Lo que sí han probado los estudios en animales y en grupos de células es que incluso una exposición baja o moderada al alcohol puede alterar de forma permanente diversos neurotransmisores –moléculas que transmiten información de una neurona a otra– en el feto, provocándole alteraciones que no tienen por qué ser evidentes o manifestarse nada más nacer, sino que pueden aparecer con el paso de los años: retraso en el desarrollo, hiperactividad, agresividad, trastornos del lenguaje…
Además, otro estudio publicado en la revista The Lancet descubrió que las madres que fumaban y bebían más allá del primer mes de embarazo hacían que sus hijos tuvieran hasta 12 veces más riesgo de síndrome de muerte súbita del lactante (SMSL) y aumentaban cuatro veces más si también se consumía alcohol en el segundo y tercer trimestre de la gestación, en comparación con las mujeres que no probaban una gota de esta sustancia.
Y es que el alcohol es uno de los tóxicos más peligrosos capaces de atravesar la placenta: el feto, un organismo en formación, tiene mucha dificultad para procesarlo y eliminarlo, sobre todo durante el primer trimestre, que es cuando se está desarrollando su cerebro y el sistema nervioso central. ¿El problema? Muchas veces las mujeres beben alcohol sin saber que están embarazadas, por esos los expertos insisten tanto en la necesidad de planificar la gestación y desterrarlo antes para evitar justamente esta posibilidad. Una exclusión que se debe extender durante toda la gestación y durante el periodo de lactancia.