20 de noviembre del 2019
Linda Bucay
Mito: “El alcohol no es una droga”.
Realidad: Sí lo es, porque modifica el funcionamiento del Sistema Nervioso Central, produce cambios en la personalidad y la conciencia. Su consumo prolongado puede crear la necesidad progresiva de consumir cantidades cada vez mayores para sentir los mismos efectos, así como la aparición de molestias físicas y psíquicas cuando se suprime dicho consumo.
Mito: “El alcohol es un estimulante”.
Realidad: No, realmente es un depresor del Sistema Nervioso Central que pertenece al grupo farmacológico de los anestésicos y sedantes. Primero actúa sobre las zonas del cerebro que tienen que ver con el juicio, el razonamiento, la comprensión y otras altas funciones intelectuales que regulan la conciencia humana. La persona se desinhibe y aparecen emociones, sentimientos y conductas impredecibles, muchas veces inadecuadas, con expresiones de euforia, tristeza o agresividad. Al deprimir otras áreas del sistema nervioso, provoca trastornos en el lenguaje, en el control y la coordinación de los movimientos, y según la cantidad ingerida, se puede llegar a límites peligrosos de intoxicación, coma alcohólico y muerte. Es bueno recordar el frecuente llanto de las personas en estado de embriaguez profunda y también que en muchos países el 30% de los alcohólicos termina sus vidas por medio del suicidio.
Mito: “El alcohol aumenta la energía”.
Realidad: Aunque momentáneamente la persona se sienta estimulada, el alcohol disminuye la capacidad de reacción psíquica, reduce la energía y la fuerza muscular como consecuencia de su acción sobre el Sistema Nervioso Central y el metabolismo del azúcar sobre el tejido muscular.
Mito: “Las personas que "asimilan o aguantan mucho alcohol" nunca se vuelven alcohólicas”.
Realidad: "Aguantar más alcohol" no es motivo de orgullo, sino de engaño. El consumo excesivo y prolongado de esta sustancia va "obligando" al organismo a requerir cantidades crecientes para sentir los mismos efectos. Esto se llama tolerancia aumentada y desencadena un mecanismo adaptativo del cuerpo, hasta que llega a un límite en el que se invierte la supuesta resistencia y, entonces "asimila menos", por eso tolerar más alcohol es en sí un riesgo de alcoholización.
Mito: “Sólo se convierten en alcohólicas las personas débiles de carácter o carentes de moral”.
Realidad: Falso. Uno de los aspectos más dolorosos del alcoholismo es que afecta por igual a todos los que por alguna razón consuman bebidas alcohólicas habitualmente. Esto explica su alta frecuencia en trabajadores de licoreras, cervecerías y lugares de expendio, como bares y clubes, con total independencia del nivel escolar, socioeconómico, creencia religiosa o características de personalidad.
Mito: “Fulano no es alcohólico, no anda tirado por las calles”.
Realidad: Falso, pues solamente un pequeño porcentaje de los alcohólicos llega a la indigencia.
Mito: “A su familia no le falta nada, tienen dinero, viajes, lo mejor siempre”.
Realidad: Falso. Existen familias que aunque tienen todo lo material, carecen del afecto, del apoyo emocional y de la tranquilidad familiar como consecuencia de los hábitos del alcohólico.
Mito: Beber alcohol sólo los fines de semana no produce daño”.
Realidad: El daño que provoca el alcohol depende principalmente de la cantidad que se ingiera o del llamado "patrón de consumo", es decir, la forma en que se hace. No es lo mismo que un adulto sano consuma un par de copas un fin de semana, que un/a joven beba en las fiestas hasta embriagarse. Si se consume a esta edad, todos los fines de semana, en grandes cantidades, se estará en mayor riesgo de hacerlo un hábito, provocando daño a sus órganos, como el hígado, el cerebro.
Mito: El consumo de otras drogas es un problema mayor que el consumo de alcohol.
Realidad: Como en nuestra cultura el alcohol es una droga legal, se ha tendido a minimizar las consecuencias negativas de su consumo. Las consecuencias derivadas del consumo abusivo de alcohol son múltiples: violencia intrafamiliar, accidentes de tránsito, accidentes laborales, ausentismo laboral, abusos sexuales, entre otros. El costo para el país derivado del consumo excesivo de alcohol es de 1.800 millones de dólares al año, aproximadamente.
Mito: El alcoholismo es una enfermedad de gente adulta.
Realidad: El alcoholismo es la dependencia al alcohol. La dependencia se ha descrito como el impulso descontrolado por consumir una sustancia en forma continua o periódica, a fin de experimentar sus efectos y evitar el malestar producido por la privación. Junto a la dependencia se da el fenómeno de la tolerancia, que es la necesidad de consumir cada vez mayores cantidades de alcohol para lograr los efectos inicialmente esperados. Si el consumo de alcohol se inicia a edades tempranas, la curva de la tolerancia se desarrolla con mayor rapidez y, por lo tanto, la dependencia aparece muy precozmente. Es decir, el alcoholismo está más relacionado con la cantidad de alcohol que se ha consumido y con el tiempo de consumo, que con la edad.
Mito: Si tengo trabajo, no soy alcohólico.
Realidad: Falso. El alcoholismo se da hasta en los grandes ejecutivos que consiguen desempeñar sus actividades, pudiéndose dar en ellos un consumo abusivo de alcohol. Por otro lado, en cargos de menos nivel también el individuo necesita tomar por lo menos una dosis antes de trabajar para evitar la famosa resaca o temblores que le perjudican en su desempeño laboral.
*Fuentes:
González, R. (2000) Cómo enfrentar el peligro de las drogas. Ed. Oriente, Santiago de Cuba.
González, R. Alcoholismo. Abordaje integral. (2004). Ed. Oriente, Santiago de Cuba.
Meneses, A. (2002). Alcoholismo, huésped indeseable. Revista Bohemia, No. 23.
Sandoval, J.; E. Hernández. (2004). Alcohol. Mito y realidad. Ed. Científico Técnica, La Habana.