01 de August del 2024
Mtro. Alor Ruiz
Empecemos por indicar con toda claridad que el alcohol es una sustancia tóxica y adictiva que provoca serios riesgos para la salud y seguridad, tanto el consumidor como quienes están a su alrededor. También las bebidas alcohólicas son las drogas que más se consumen en la adolescencia y juventud y lamentablemente cuando los adolescentes y jóvenes beben, suelen hacerlo con más intensidad, inclusive que los adultos. Las consecuencias inmediatas del consumo de alcohol en menores incluyen mal juicio, menor autocontrol, conductas de riesgo (como manejar en estado de ebriedad), sufrir accidentes, tener conductas sexuales de riesgo, cometer suicidio, sufrir ahogamiento e intoxicación alcohólica. Otros riesgos están en desarrollar daños al cerebro que está madurando y generar una adicción. Los jóvenes que beben además tienen mayor riesgo de padecer enfermedades del hígado. El consumo de alcohol a una edad temprana afecta la salud ahora y en el futuro. A pesar de toda la evidencia, pareciera que los adolescentes y a veces los padres, no dimensionan lo peligroso que es consumir bebidas alcohólicas durante la adolescencia y juventud. Cuando se habla del alcohol, en ocasiones no se considera que beber tiene riesgos y se normaliza su consumo. Para ejemplo las investigaciones, donde tres cuartas partes de los jóvenes de 18 años de edad, afirman que no ven un gran riesgo en tomar casi a diario una o dos copas de alcohol. En este punto es muy importante mencionar que el ambiente en el que crecen y se desenvuelven los adolescentes y jóvenes, marcan sus creencias, conductas y respuestas ante el alcohol. Los menores pueden adoptar ideas incorrectas respecto al consumo, como: “Todos lo hacen”, “Es normal beber”, “Es necesario en la vida social”, “Me ayuda a resolver mis problemas”, “Mis padres están de acuerdo”. Estas ideas normalizan el consumo de alcohol y disminuyen la percepción de riego, lo que sumado a la facilidad con que pueden conseguir bebidas alcohólicas, hace más probable el consumo. Beber además, puede considerarse una experiencia normal si ven que sus amigos, hermanos mayores u otros adultos toman. Adicionalmente, la mercadotecnia en los medios de comunicación y entretenimiento refuerzan esta idea, ya que muestran anuncios donde las bebidas son presentadas de manera glamorosa o divertida y no exponen los peligros de la bebida. Con mucha importancia resaltemos que la manera en que los padres se comportan ante el alcohol, tiene efectos en las actitudes y conductas de sus hijos. Aquellos hijos de padres que son permisivos (permiten que sus hijos beban en casa, no controlan el alcohol en el hogar o hablan de beber con connotaciones positivas o beneficios), son más propensos a beber y a beber en exceso, en comparación con hijos de padres más estrictos y cautelosos. Cuando los padres permiten que se consuma con ellos u organizan fiestas en que se permite el alcohol a los menores de edad, se normaliza el consumo y se comunica el mensaje de que está bien que los adolescentes beban, aumentando el riesgo de que beban con mayor frecuencia e intensidad. La evidencia lo confirma y estudios han demostrado que los hijos con padres que les permiten beber a temprana edad, son más propensos a correr riesgos cuando beben y a tener posteriormente problemas relacionados con el alcohol. Algunos padres pueden opinar que el consumo de alcohol entre los jóvenes es normal y pretender prepáralos para esto, intentando enseñarles a beber, pero la realidad es que algunos jóvenes no beben y esta acción solo ocasionará más riesgos y daños. En conclusión pretender enseñar a beber, es incorrecto.