05 de octubre del 2023
https://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1132-055920090003000
No existe un perfil de usuario, es una conducta extendida y puede tener su aspecto positivo (para determinadas comunidades, para personas con menos habilidades sociales, para condimentar la vida sexual) y su aspecto negativo (adicción, pérdida de control, problemas de pareja y familiares). Es un sexo seguro, anónimo, sin complicaciones. La pornografía en Internet permite el voyeurismo, la visualización de cualquier tipo de prácticas, el uso de modelos reales no profesionales y el espionaje de nuestras conductas a través de los códigos IP. Estas actividades sexuales en la red parecen estar alimentadas por el motor “Triple A”: accesibilidad, anonimato, asequibilidad. Hay que evaluar al individuo, a la pareja y las actividades en Internet. No hay tratamiento psicológico ni farmacológico probado pero los programas cognitivos conductuales y técnicas usadas en otras adicciones son provechosas. Existe una gran comorbilidad. El objetivo del tratamiento es el uso adaptativo de Internet. Los profesionales de la salud debemos anticiparnos y aprender sobre estas conductas, diseminar adecuadamente la información para no lanzar mensajes simplistas, proporcionando marcadores y desarrollar estudios, investigaciones y programas de prevención. Palabras clave: sexo, adicción, Internet, cibersexo, pornografía.
¿Existe la adicción al sexo en internet?
Stricto sensu, no existe. Hoy por hoy, no está reconocido este trastorno como tal en el DSM-IV-TR (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, fourth edition, Text Revision “Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, cuarta edición, revisión de texto”) ni en la Clasificación Internacional de Enfermedades, décima revisión (CIE-10). No se contemplan los trastornos adictivos como un círculo patológico autónomo. Las adicciones químicas son clasificadas como abusos de sustancias, las adicciones sociales son ignoradas casi en su totalidad. La ludopatía y la cleptomanía se clasifican como trastornos del control de impulsos. En este entorno algunas orientaciones han equiparado la adicción con el abuso y otras con un trastorno relacionado con la pérdida en el control de los impulsos.
Muchos autores abogan para que se incluya en la próxima revisión de esta Biblia, en 2012, igual que otras muchas patologías que aún no están tipificadas. Una cuestión legítima de su ausencia, de todas formas, es que la última revisión del DSM-IV-TR se publica en el año 1994 y la penetración de la red todavía es escasa. Otras voces argumentan que la tendencia de algunos profesionales de la salud mental y de algunos investigadores es etiquetar todo lo que ven como potencialmente nocivo con una nueva categoría diagnóstica, objetan que la posible clasificación de la adicción a internet como entidad nosológica diferenciada (ya sea en su variante sexual u otras) está llena de confusión entre causa y efecto, replican que la mayor parte de las personas que se consideran adictos a internet son probablemente víctimas del deseo de no querer hacer frente a otros problemas en sus vidas (depresión, ansiedad, problemas de salud o discapacidad, de relación) y razonan que el uso compulsivo ya está cubierto por otras categorías diagnósticas y que, por tanto, el tratamiento será similar: lo importante no es la tecnología (ya sea internet, el teléfono, o la televisión) sino el comportamiento, que será igualmente tratado mediante el empleo de las técnicas cognitivo-conductuales más eficaces. Yendo más allá, Grohol (2008) señala que existen muchos errores metodológicos en las investigaciones llevadas a cabo sobre la adicción a Internet, por ejemplo, estudios de caso único, deficiencias en las propiedades psicométricas de los instrumentos de evaluación empleados, o ausencia de modelo teórico. Unos proclaman que se reconozca una realidad innegable y otros que se cuestionen y clasifiquen adecuadamente determinadas entidades diagnósticas. El debate está abierto y lleno de matices.
Donde el sexo e internet se cruzan
¿Masturbación?, ¿sexo?, ¿chutes de cariño a golpes de ratón?, ¿seducción con palabras en el chat o sexo puro?, ¿relaciones cibersexuales?, ¿travestismo electrónico?, ¿sexo seguro?, ¿pornografía y acoso sexual?, ¿pederastia? Todo esto y mucho más, existe cuando se cruzan sexo e internet. Las nuevas tecnologías de la información llevan ya tiempo proporcionando las condiciones materiales apropiadas para establecer interacciones y vínculos en nuevos espacios, pero los avances tecnológicos no aparecen en el vacío ni como productos acabados sino como una síntesis de procesos socioeconómicos e históricos en constante transformación. Y lo mismo podríamos decir sobre las distintas formas de relacionarnos social y sexualmente, bien sea en espacios físicos o virtuales. (Cavia y Gordo, 2002). La red permite construir coordenadas espacio-temporales que antes resultaban incompatibles, precipita comunicaciones, emociones, deseos e intrigas entre personas distanciadas geográficamente e identidades diferentes. Es un medio que, aunque ensalzado por su posibilidad de comunicación y de establecer comunidades alternativas, cada vez se considera más relacionado con la falta de compromiso y con el exceso de individualismo. Algunos entienden que los ordenadores y las tecnologías de la comunicación representan la deshumanización de la sociedad, mientras que otros, en el sentido opuesto, se empeñan en enfatizar sus virtudes y progresos. Búrdalo (2000), por ejemplo, señala que desde la antigüedad el hombre ha manifestado y comunicado sus apetitos y tendencias sexuales de las más diversas formas, y que esta época bien puede estar marcada por un e-sex y sexo virtual.
Dada la amplia disponibilidad de material sexualmente explícito en línea, la adicción sexual a internet es la forma más común de comportamiento problemático en la red. La adicción al sexo en internet generalmente implica visualizar, descargar, comprar pornografía en la red y participar en salas de juego para adultos con diferentes fantasías. Las dos modalidades destacadas de adicción a internet con contenido sexual serían las ciber-relaciones (o usos de Chat) y la adicción cibersexual (o uso de pornografía y salas de adultos).
El cibersexo es indudablemente un componente destacado de gran parte de los chats y foros de discusión electrónicos. Los internautas pueden embarcarse en todo tipo de prácticas sociales y sexuales en la red. Recientemente, Daneback et al. (2005) han definido el cibersexo como cuando dos o más personas simpatizan en una conversación sexual en línea con el fin de obtener placer sexual y que puede incluir, o no, la masturbación. Es un fenómeno creciente con un impacto significativo sobre los usuarios. Algunos autores lo señalan como un espacio a medio camino entre la fantasía y la acción, y de la suplantación de lo real por lo simbólico (Ross, 2005). En los chats, por ejemplo, lo importante en muchas ocasiones de encuentro casual no es tanto lo que dice el interlocutor sino cómo se imaginan a sí mismos los individuos, y no es tanto el qué se dice sino el cómo emerge y se narra. Mientras algunos autores consideran apropiado hablar del término ciber en este contexto, más importante es la cuestión de si es apropiada la palabra sexo en el mismo contexto. El sexo en el cibersexo es una forma tecnológica de masturbación y una manifestación de la líbido que en realidad implica la taylorización de la líbido del cuerpo, es un deseo de órganos sin cuerpo (Eerikäinen, 2003).
A diferencia de otras relaciones sexuales, el cibersexo no es motivo de sanción cultural en la medida que está exento casi por completo de complicaciones sentimentales, estas finalizan al apagar el ordenador y volver a la vida cotidiana (Búrdalo, 2000). Las personas implicadas en el cibersexo minimizan la importancia y el impacto de su comportamiento, dicen que lo que es solo en la red no es realmente sexo; sin embargo, paradójicamente algunos adolescentes se están convirtiendo en adictos sexuales sin necesariamente haber practicado nunca una relación coital. Asimismo, el ciberespacio dota de nuevas posibilidades también a las comunidades no heterosexuales, gays y lesbianas que fuera del ojo social pueden expresar su sexualidad más libremente, permitiéndoles interaccionar con otros con intereses afines. En este sentido, McKenna y Bargh (1998), en un estudio realizado con grupos de discusión, encontraron que internet permite a aquellas personas que se sienten estigmatizadas (por razones de sexo o ideología) sentir la pertenencia al grupo virtual como una señal de identidad, llegar a una gran autoaceptación y, en última instancia, revelar a sus familiares y amigos sus necesidades; sin embargo, también la adicción al cibersexo puede erosionar, e incluso sustituir a las auténticas relaciones íntimas. El mantenimiento de relaciones de pareja se complica si el sujeto permanece compulsivamente en internet durante horas.
La pornografía y los chat o salas de adultos permiten a las personas experimentar y explorar sentimientos sexuales en privado y complacer sus fantasías, que se pueden adaptar a cualquier necesidad o deseo sexual imaginables (homosexualidad, servidumbre, bestialismo, fetichismo, incesto, etc.) Como señala Young (2001), para algunas parejas y usuarios individuales estas salas de chat pueden ofrecer una nueva forma de condimentar su vida sexual, pueden explorar nuevas formas de intimidad y sexualidad en su relación y pueden ser una buena salida para explorar la sexualidad en un entorno seguro y privado; sin embargo, para el adicto estas fantasías, chat y roles pueden conducir a una mayor tentación. En este sentido, Durkin y Bryant (1995) señalaron que el cibersexo permite a una persona operacionalizar las fantasías sexuales que, de otra manera, podrían haber autoextinguido si no fuera por el reforzamiento y feedback inmediato que proporcionan estas interacciones en línea. De un modo similar, Van Gelder (1991) advirtió de los peligros del empleo de internet para obtener pornografía infantil, ponerse en contacto con jóvenes, o falsificar la identidad sexual de alguien con intenciones inofensivas o malévolas.
La pornografía en internet se diferencia notable mente de la que existe en los soportes clásicos (revistas y videos) porque no se basa exclusivamente en la exhibición de genitales sino que permite también el voyeurismo. Mediante webcams instaladas hasta en los lugares más íntimos, los usuarios pueden ingresar en determinadas intimidades, surgiendo una pornografía que no se basa en el sexo explícito, sino en lo mórbido de poder ver sin ser visto. También, la pornografía de internet se distingue de la que se difunde en otros medios, porque la tecnología informática permite espiar a sus usuarios a lo largo de todo el trayecto de su navegación virtual. Esto implica que la empresa dueña del sitio web pornográfico sabe exactamente cuántas veces éste ha sido visitado, a qué fotos y videos el usuario le dedicó más tiempo, y mediante el código IP podrá incluso detectar dónde vive, de manera tal que quienes administran estas páginas son capaces de construir un perfil de usuario bastante preciso para cada uno de sus clientes (relacionado con esto último por ejemplo, está la enorme variedad de pornografía que se ofrece en la red, apareciendo toda una suerte de pornografía especializada para cada una de las parafilias conocidas y, probablemente, por conocer). Otra característica adicional y propia de la pornografía de internet es que no sólo está constituida por las fotos o videos que toman profesionales a modelos, sino que cada vez hay más internautas que toman fotos o filman situaciones relacionadas con el sexo y luego las envían, sin esperar remuneración alguna, a los sitios web XXX. (Ramos, 2006).
El consumo de pornografía por lo general siempre se hace bajo el secreto de la intimidad y esta es más difícil de alcanzar cuando el ordenador es de uso familiar y ocupa un espacio público dentro de la casa. Las empresas dedicadas a la distribución de pornografía a través de internet han solventado estos problemas ofreciendo a sus clientes la posibilidad de gozar de los videos o fotos que compran a través de sus teléfonos móviles mediante la tecnología SMS. La pornografía es legal en casi todas los países del mundo pero hay cierta pornografía, como la infantil o la que proviene del video snuff -violaciones y/o crímenes reales filmados sin mediar truco cinematográfico- (Gubern, 2000), que está prohibida a nivel mundial y su exhibición pública resulta complicada por quienes la han convertido en jugoso negocio. Estos individuos utilizan medios de comunicación privados como el correo electrónico, habiéndose creado verdaderas redes mundiales de sórdidos consumidores de pornografía que, a su vez, con frecuencia se convierten también en productores de la misma, es decir en violadores y/o abusadores de niños. En internet la pornografía alienta no sólo lo mórbido sino que también permite, gracias a su relativo anonimato, los más execrables delitos.
Internet puede también llegar a ser un medio para propiciar conductas adictivas sexuales, desde obtener material pornográfico ilegal a facilitar delitos sexuales (Galbreath & Berlin, 2002; Griffiths, 2001). Las tecnologías cada vez más avanzadas en internet con potentes ordenadores, exploradores, cámaras digitales abren nuevas posibilidades de crimen para el delincuente cibersexual. Estos delincuentes cibersexuales usan ordenadores para ver, almacenar, producir, enviar, recibir y/o distribuir por ejemplo a niños diversas formas de pornografía, igualmente pueden atraerlos para perseguirlos o comunicarse con otros delincuentes sexuales. Proporciona un método para el delincuente cibersexual afectando a la víctima sin incurrir en ningún tipo de contacto físico. (Bowker y Gray, 2004).
Señales de advertencia de la adicción al sexo en internet
Una vez destapada la botella en algunas ocasiones y para algunas personas puede ser difícil cerrarla, a medida que los usuarios empiezan a sentirse cómodos con las formas de sexo virtual pueden experimentar cambios en su comportamiento o señales de advertencia que pueden darnos la pista de que se han hecho adictos (Young, 2001):
– Habitualmente gastan cantidades significativas de tiempo en las salas de chat y mensajería privadas con el único propósito de encontrar pornografía en línea o cibersexo.
– Se sienten ansiosos por encontrar actividades en línea sobre sexo.
– Participan en fantasías sexuales que no suelen llevarse a cabo en la vida real.
– Prevén la próxima sesión en línea con la expectativa de que van a encontrar excitación sexual o gratificación. A menudo pasan de cibersexo a sexo telefónico o a sexo real.
– Esconden sus interacciones en línea a su entorno más significativo.
– Sienten culpa o vergüenza acerca del uso de la red.
– Se masturban mientras buscan pornografía o con el chat erótico.
– Invierten menos tiempo en sus relaciones sexuales reales o prefieren la pornografía o el cibersexo como principal forma de gratificación sexual.
Consideraciones finales
Como se ha señalado, resulta poco probable que las personas con adicción al sexo en internet lleguen a la terapia con este problema como su queja principal. Es muy frecuente racionalizar o negar la adicción a internet. A causa de la naturaleza obsesiva de sus comportamientos sexuales y el contenido vergonzoso de los mismos, los pacientes tienden a mentir y a evitar contar sus historias y acciones verídicas Un problema de adicción a internet puede emerger como una queja sobre un trastorno del sueño (bien porque no pueden dejar de descargar imágenes o por no querer terminar una sesión de Chat), como una amenaza o pérdida real de trabajo, como un problema de pareja, o incluso como un hecho delictivo (incluyendo el acoso sexual). Lo más frecuente resulta que sean las cuestiones relacionadas con los problemas de pareja el motivo principal para acudir a consulta.
El hecho de que exista una gran comorbilidad en este tipo de problemas complica la evaluación y el tratamiento, el terapeuta, si lo sospecha debe indagar sobre ello. Weiss (2004) cree que es imprescindible realizar un buen diagnóstico diferencial ya que esta patología puede presentar una alta tasa de comorbilidad con el abuso de sustancias y con otros trastornos. Young y Rogers (1998) estudiaron la posible existencia de una relación entre el uso problemático de la red y la depresión. En una investigación realizada a través de una página web hallaron que los sujetos que hacían un uso patológico de la red presentaban signos de depresión leve o moderada valorados a partir del Inventario de Depresión de Beck. En la misma línea, Kraunt et al. (1998) en un estudio realizado con 169 casos, encontraron una asociación entre el uso excesivo de internet, la sintomatología depresiva, la soledad, la disminución de las relaciones interpersonales y de comunicación con la familia, y un mayor aislamiento. La relación entre un alto uso de internet y el incremento en los niveles de depresión ha aparecido en varios estudios (Kraut et al., 1998; Petrie y Gunn, 1998; Young y Rodgers, 1998b). Sin embargo, existe aún mucha controversia sobre si la depresión es la causa o el efecto de la adicción a internet. Según Pratarelli et al., (1999), se produce un ciclo en el que la soledad y la depresión alimentan el uso del ordenador/ Internet lo que, a su vez, conlleva una mayor soledad y depresión, la cual la actividad de los usuarios se incrementa a medida que aumentan sus sentimientos de incomunicación.
Asimismo, Black, Belsare y Schlosser (1999) encontraron en un estudio que el 52% de los sujetos referían problemas escolares o académicos a causa del uso de ordenador, el 43 % informaba de pérdidas laborales o académicas, el 38% referían problemas por abuso de sustancias y el 19% trastornos de ansiedad, el 52% de la muestra cumplía criterios para al menos un tipo de trastorno de la personalidad, siendo los más frecuentes el trastorno límite de la personalidad (24%) y el trastorno antisocial (19%). Los trastornos en el control de los impulsos también resultaron frecuentes, el 19% eran compradores compulsivos y el 10% jugadores patológicos. En un estudio realizado por Yang (2001), con una muestra seleccionada de 1.296 adolescentes de entre 12 y 19 años, se halló que aquellos que hacían uso excesivo del ordenador (6,1% del total de la muestra) presentaban además otra sintomatología asociada: obsesivo compulsiva (13%), mayor sensibilidad interpersonal (11,6%), somatización (9,4%), ansiedad (8,7%) y hostilidad (8,7%).
En la medida que internet se vaya extendiendo y popularizando, también habrá más personas con problemas derivados de su uso inadecuado, por ello resulta necesario que los profesionales de la salud mental conozcan estos trastornos, que diseminen adecuadamente la información proporcionando marcadores para evaluar si el comportamiento de algunos individuos podría hacerlos vulnerables y desarrollar estudios, investigaciones y programas de prevención. Lamentablemente, la afición a internet es resistente al tratamiento, implica riesgos significativos y tiene altas tasas de recaída (Block, 2007). Además, la presencia de trastornos comórbidos hace que sea menos sensible a la terapia (Block, 2007). En general, los tratamientos se enfocan hacia la adicción a internet en sí, sin distinguir entre sus diversas modalidades, en este caso la sexual que es la que nos ocupa, y las técnicas y los programas cognitivo conductuales usados en otras adicciones son los que han mostrado evidencia científica.