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Creando estilos de vida sanos

Desde que probé la cocaína me dije: ¡Ésta sí es la reina!

Trataré de traer a mi memoria algunos de los momentos más importantes de las tres fases que quisiera presentar en este testimonio:


Primera parte

Siempre fui una persona muy amigable, social, desinhibida y abierta. Mi niñez fue normal, sin problemas de ningún tipo; me llevaba muy bien con mi familia y tenía todo lo que un niño dentro de mi Comunidad podía tener y tal vez un poco más, ya que vengo de una familia con una posición social y económica muy buena.

Desde el kínder asistí a colegios de la comunidad, hasta terminar la preparatoria. Como adolescente, en las diversas excursiones que se realizaban, tuve mi primer contacto con el alcohol, que después se convirtió en abuso. Desde muy pequeño, he gozado de las emociones fuertes, los riesgos, hacer siempre lo prohibido; tal vez no tanto por el hecho de hacerlo, sino por gozar la sensación de la alta adrenalina en mi cuerpo. Esa sensación de peligro la desarrollé en donde pude, incluso en la realización de deportes altamente riesgosos: afortunadamente y por disposición de Dios, jamás me lamenté de haber tenido un accidente serio. Desde esa fase, considero que Dios me ha cuidado de una manera impresionante.

Después de haber pasado por todo lo que pasé, no me queda ni una duda que hay un Ser Supremo siempre a mi lado. De no ser así, hoy no estaría escribiendo estas líneas.

Todo continuó normalmente, hasta que entré a la universidad, en  donde tuve el primer contacto con la marihuana. Era lo que estaba de “moda” en ese tiempo.

La mayoría de mis amigos la empezaron a utilizar de manera esporádica y desde entonces puedo decir que se inició una manifestación seria de conducta adictiva a los placeres prohibidos o inaceptados por la sociedad. El gozar, no sólo el momento de consumirla, sino desde correr el riesgo al comprar el producto era muy emocionante y lo disfrutaba tal vez más que al consumirla, creciendo la necesidad de que la adrenalina corriera por mis venas.

Desde entonces se manifestó en mí un déficit de atención e hiperactividad, para los cuales nunca recibí tratamiento, sino hasta hace apenas un par de años. Esto lo quiero recalcar, puesto que considero que, de habérsele dado importancia en ese entonces, tal vez no hubiera sucedido todo como sucedió.

Aún así, años después, sigo agradeciendo a Dios por haber pasado lo que viví y estar donde me encuentro. Terminó mi era de estudiante, mientras que el uso de alcohol y de marihuana iba cada día en aumento. Lo hacía porque tenia “derecho” a hacerlo -como todo mi grupo-. Después de todo, cumplía con mis obligaciones: tener buenas calificaciones, ser “responsable” en mi casa, terminar una carrera y el postgrado que me ofrecían, el cual  no terminé debido a que, por primera vez en mi vida tuve una consecuencia: descuidé los estudios porque la diversión y la pachanga fueron lo más importante.

Empecé a trabajar y mi labor  estaba muy ligada al alcohol, ya que me relacionaba con clientes importantes, además de que tenía que realizar algunos viajes. En mi grupo de amigos –a quienes ya no frecuento- se manifestó un alcoholismo de alto grado... ya que nuestra vida transcurría alrededor de lo mismo. Comenzábamos a tomar desde el jueves y terminábamos la noche del domingo; estábamos muy pocas horas sobrios, y esto sucedió durante más de cinco años.

Posteriormente, seguí trabajando en lo mismo y me casé. Mi vida no cambió radicalmente, puesto que lo más importante seguía siendo la botella.

Llegaron los hijos y me introduje a lo que considero que a la larga fue mi perdición: la cocaína. Desde que la probé dije: “¡Ésta sí es la reina!”. La sensación que recibía satisfacía  tres placeres: uno,  el de conseguirla siempre con alto riesgo, así como de portarla y transportarla a todas partes. Luego, la gran “ayuda” que me daba el poder ingerir grandes cantidades de alcohol y nunca estar borracho y, finalmente, el diablo interior que permanece constantemente sin poderte deshacer de él y que me llevó a realizar irresponsabilidades jamás imaginadas en esa época: desde relaciones constantes extra maritales, hasta una total ignorancia y descuido de mi familia y de mi trabajo.

Siempre he dicho que el final de esta época debe ser marcada por un fondo... un fondo muy profundo que en cada persona va a ser diferente, pero que gira dentro de una aislamiento total, irresponsabilidad e indiferencia crónica, instituciones psiquiátricas, cárceles, hospitales y hasta la muerte En mi caso, nunca llegué a las cuatro últimas… a pesar de estar muy, muy cerca.

 

Segunda parte

Al estar en mi “fondo”, totalmente aislado, sin amigos, sin familia, sin trabajo, con mi autoestima por los suelos, enfermé de estar enfermo a diario, sin importarme si al otro día amanecía vivo o muerto, con una dependencia total, usando cantidades inimaginables de alcohol y droga que me causaban un efecto reversible, lo que significó que, en lugar de sentir esa sensación que experimentaba en mis primeros años, el efecto era cada vez peor -o sea, ya ni lo había- y para conseguirlo, las cantidades eran mayores... pero los efectos negativos también. A pesar de que recibí algunos indicios de amigos en recuperación, desconocía totalmente que existía una luz verde en mi futuro y que si quería, podría lograr salvarme de mi adicción. Un terapeuta  me informó que mi problema era serio, que él me podía ayudar, pero que no podría resolver mi problema. Para ello, debía yo  pedir ayuda profesional; jamás podría salir solo. ¿Cuántas veces traté de hacerlo, cuántas promesas fallidas tuve en mi vida, cuántos cambios geográficos?  Jamás pude solo…se me propuso acudir a clínicas especiales para el tratamiento de adicciones situadas en México y otras en EUA. Obviamente, mi nivel de negación rebasaba el de aceptación, por cierto el más difícil de superar. Una vez que el nivel de aceptación crece y por lo menos iguala al de negación, está uno listo para recibir ayuda, llámesele como se le llame. Cuando la humildad baja y se está dispuesto a hacer lo que se le recomienda, se puede decir que se está listo para empezar.

Cuando por primera vez uno entiende que Dios es el que maneja el coche y olvidamos que uno es el chofer de su propia vida, empezamos a entender un poco qué fue lo que pasó y lo que está pasando. Cuando inició un despertar espiritual, comencé a tener fe y a creer que con la ayuda de Dios era posible salvar mi vida, especialmente cuando me situé en el presente y traté de salirme por completo de todos los problemas externos que amenazaban. Cuando supe que lo peor es indiferente e intrascendente, si lo comparo con la salvación, empecé  mi recuperación.

Es ahí donde mi Poder Superior me indicó que necesitaba aislarme de todo lo que oliera a México, por lo que acudí a una clínica en Estados Unidos y decidí quedarme allí hasta que terminara mi proceso (eso lo indica el tiempo, que es importante mencionar, es el mejor aliado en la recuperación). Todos pensamos al principio que como nos dicen que esto es una enfermedad, pues me voy a tratar y curar, la realidad es que ésta es una enfermedad incurable, que siempre permanecerá ahí, y lo más peligroso es que siempre excita el diablo que nos está llamando e invitando a que caigamos de nuevo en donde estábamos. Hay quienes jamás pueden regresar e inevitablemente encuentran la muerte...lo digo por los tantos casos de amigos y conocidos que ya no están conmigo.

 

Tercera parte

Hoy puedo decir, después de casi diez años de estar sobrio que el camino no ha sido fácil. Tal vez es más sencillo estar del otro lado porque para mantenerte limpio, tienes que hacer muchos esfuerzos, sacrificios y trabajo. Claro todo eso tiene su debida recompensa y satisfacciones.

Para mí lo más importante ha sido que, con el tiempo, otra vez con mucha paciencia, sin exigir; sino esperar todo, absolutamente todo se ha colocado donde tenía que estar en el momento. Dios ha sido extremadamente generoso conmigo, dándome lo que necesito (material y moral) en el justo momento adecuado. El tiempo, la paciencia, la fe, la espiritualidad, la honestidad, la ayuda a los demás, la entrega a la familia, al trabajo y especialmente a la comunidad.

Si dijera que jamás en mis sueños hubiera podido imaginarme el lugar en donde hoy me encuentro, no exageraría. Es muy importante mencionar que, para mí, una fue la vida anterior y otra es ésta. Hace diez años he vuelto a nacer; de hecho, año con año, he celebrado mi rehabilitación, acudiendo siempre donde me tendieron la mano y recibí toda la ayuda.

La credibilidad de mi familia, la realización de mis objetivos, de mis sueños; el entender que la vida se vive sólo por hoy, que el ayer ya pasó y por lo tanto no puedo cambiar ni remediar el pasado. Hoy es el día más importante de mi vida y puedo intentar con mi máximo esfuerzo ser una mejor persona.