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Creando estilos de vida sanos

¿Valió la pena? Por Alison P. (EUA)

Lo que sucedió aquella vez viene a mi mente cada noche antes de dormir. Nunca lo podré borrar.

Empezó como cualquier día normal, aunque no se le pareciera nada a la normalidad porque esa noche 3 amigas y yo íbamos a probar Éxtasis. Todo el mundo decía que era lo máximo, y a nosotras nos parecía relativamente seguro.

Así que esa noche Karen, Cynthia, Liza y yo estábamos más que listas. Liza hizo una fiesta para celebrar su cumpleaños de 16 años junto con sus amigos más cercanos. Cynthia, Karen y yo llegamos a su casa como a las 6:30 p.m. Fuimos las primeras en llegar. Las 4 subimos al cuarto de Liza y nos sentamos a platicar de lo emocionadas y nerviosas estábamos de probar una “tacha”. Era la primera vez para todas y teníamos un poco de miedo. Decidimos tomar las pastillas a las 9:30 p.m. y quedamos de vernos en el cuarto de Liza para hacerlo.

Todos empezaron a llegar a la fiesta. Algunos trajeron regalos de cumpleaños y otros trajeron alcohol. A las 9:30 ya había mucha gente y la mayoría estaban borrachos.

Cynthia y yo subimos para encontrarnos con Liza y Karen. Liza no estaba muy segura de querer tomarse la píldora. Yo le dije que era su decisión y al final accedió a tomarse la mitad.

Nos metimos al baño, nos tomamos las pastillas y regresamos a la fiesta. Al cabo de 45 minutos me empecé a sentir un poco extraña. Empecé a ver borroso, la música se escuchaba muy fuerte, se me subió la adrenalina y sentía el corazón latiendo muy rápido. Me dio mucha sed y me rechinaban los dientes sin control. Bailaba al ritmo de la música, me la estaba pasando muy bien, pero esto no duro mucho.

Alrededor de las 11:30 p.m. noté que había gente corriendo a la cocina a llenar botellas de agua para llevarlas al piso de arriba, pero no le di importancia. Me quede con otros amigos y buscamos a Liza y a Karen.

Como a las 12:30 Cynthia y yo subimos al cuarto de Liza y la vimos sentada en el piso con la mirada perdida. Estaba muy pálida, se le iban los ojos y vomitaba. Había estado vomitando desde las 11:00 p.m. y nadie sabía que hacer. La gente le seguía dando agua y ella seguía vomitando. Cuando nos dimos cuenta de lo que pasaba, todos en la fiesta estaban muy asustados.

Unos gritaban que le dieran agua, otros decían que no. Algunos proponían llamar a emergencias, y otros decían que no, que todo iba a estar bien. La verdad es que nadie sabía que hacer.

Después de un rato la mayoría de la gente se fue y el hermano de Liza, de 17 años, nos dijo a los que quedábamos que nos escondiéramos en el sótano porque iban a llamar a una ambulancia. Así lo hicimos y desde ahí pudimos escuchar a los paramédicos.

Me empezó a dar mucho miedo. Karen estaba muy alterada y no podíamos calmarla, nos confesó que cuando ya no estábamos Liza se había tomado la otra mitad de la “tacha”.

Cuando los paramédicos se llevaron a Liza, salimos del sótano y nos quedamos en la casa esperando a que nos dieran noticias desde el hospital. A las 3:30 a.m. sonó el teléfono y yo contesté. Era la mamá de Liza para avisarnos que su hija había entrado en coma. No lo podíamos creer.

Llamamos a nuestros padres y uno de ellos no paraba de gritarnos: “Espero que se hayan divertido, su amiga esta en coma... ¿Valió la pena?”. Luego nos llevaron al hospital para cerciorarse de que no tuviéramos la misma reacción que Liza.

Más tarde mi mama y yo regresamos al hospital para ver a Liza. Cuando llegamos había mucha gente. Me quedé atontada, mi amiga estaba conectada a toda clase de tubos y máquinas. Le dije que todo iba a estar bien. Me sentía aterrada. Parecía como si estuviera dormida. Cada vez que cierro mis ojos veo esa imagen.

Los siguientes 4 días fueron terribles. Tuvimos que regresar a la escuela y nos sentíamos muy tristes y culpables.

Cuando regresé a mi casa me dijo mi mamá que Liza había muerto. No podía parar de llorar y de temblar. No entendía porque yo no me había muerto. Yo tome lo mismo que ella, y ella estaba muerta y yo no. Fue cuando me di cuenta de la suerte que tenía de estar viva. Y todo esto por una estúpida píldora.

Mis papás me castigaron por mucho tiempo. Pero lo peor es que perdí una amiga. Ir al funeral de una amiga de 16 años era irreal, no parecía ser verdad. Pienso en Liza todos los días.

Esta experiencia me ha enseñado mucho. Las drogas no valen la pena. Mataron a Liza. Espero que esto sirva para que la gente aprenda que las drogas no son seguras. Matan.

Esperemos que nadie vuelva a perder la vida a causa de las drogas, ¿o estoy siendo idealista?