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Creando estilos de vida sanos

¿Cómo afectan las drogas al cerebro?: testimonio de una exadicta

La autora probó opiáceos, cocaína y alucinógenos cuando era menor de edad. Sus padres la echaron de su casa y casi no los veía durante los diez años siguientes en los que estuvo involucrada con las drogas. Empezó a pasar sus días con adictos y a vivir en una especie de nebulosa. Literalmente, estaba convencida de que la marihuana y el alcohol eran sus mejores amigos para transitar en este mundo. Ya no pasaban 24 horas sin que consumiera algún tipo de píldora, bebida o porro.

Estafó, robó tarjetas de crédito y mientras estuvo enredada en ese inframundo, se expuso a innumerables peligros. Cuenta en su libro que en un momento llegó a ver cómo asesinaban a una persona en el carro de su novio, y a ella misma le tocó lavar la sangre para borrar la evidencia. En algunos días deseó con todas sus fuerzas no volver a consumir jamás. No obstante, llegó a un punto paradójico en el que no era fácil vivir con las drogas ni sin ellas. “Sentí que no podía seguir consumiendo, pero tampoco podía vivir sin estas sustancias”, cuenta en un reciente artículo del diario británico The Times.

En ese camino, Grisel entendió que el problema reside, más que en las sustancias, en la poderosa capacidad de este órgano para responder a la alteración química que producen. Cuando las drogas ingresan con regularidad al cuerpo, reemplazan “a las que produce de forma natural este órgano, y ocupan su lugar en los receptores específicos que tiene reservadas para ellas”, explica a SEMANA Juan Daniel Gómez, psicólogo y doctor en adicciones en la Universidad de Múnich.

En pocas palabras, cuanto más tiempo una persona toma una droga, su cerebro se acostumbra a recibirla hasta llegar a necesitarla. Gisel ejemplifica este proceso con un símil: un adicto al café no lo toma para recuperar energías y seguir trabajando, sino porque se siente cansado y requiere recibir la dosis de café para funcionar. Lo mismo sucede con los bebedores, “que no van por cocteles para relajarse después de un día duro, sino que su día está lleno de tensión y ansiedad porque beben mucho”, explica. Y, en el caso de la heroína, la euforia que produce y bloquea el dolor hace que la persona no pueda dejarla debido a que sin ella siente un dolor insoportable.

Por esa razón, muy pocos logran rehabilitarse y una sola recaída implica volver a una adicción aun más fuerte. De hecho muchos recomiendan no volver a probar la droga, pues al alargar el periodo de abstinencia, el cerebro deja de extrañarla.