https://www.high-endrolex.com/17 Umbral
Creando estilos de vida sanos

Olor a la gasolina, es lo más reconfortarle

Paciente de sexo masculino, de 13 años de edad (cursando el 8vo grado); color de la piel: blanco. Residente en Artemisa. Con antecedentes de laringitis aguda, es traído a consulta porque desde hace más o menos 8 meses está inhalando gasolina.

La primera vez fue accidental y sintió como una "borrachera", le resultó agradable y comenzó a hacerlo voluntariamente. Entonces sólo lo hacía cuando tenía hambre, no todos los días y una sola vez al día. Más adelante fue incrementando la frecuencia de las inhalaciones, hasta hacerlo cada vez que ve la gasolina, con hambre y sin ella, hasta más de una vez al día y llegando a forzar una puerta para poder inhalar. El paciente refirió que al inhalar la gasolina "se pone frío, pálido, sudoroso, se le enreda la lengua, gaguea y sale corriendo de la habitación". Esto último, aclaró que se debía a que percibía como si los objetos le fueran a caer encima, por eso salía corriendo de donde estuviera, veía "bichos" pequeños volando, oía al tanque de gasolina que le decía que no aspirara la gasolina, que era malo, a veces le hacían "psss", miraba, y no veía a nadie, los objetos daban vueltas alrededor de él, sentía los dientes como si no fueran suyos, blandos, como si se le doblaran; contradictoriamente, se sentía muy contento, desinhibido, más fuerte. Permanecía en tal estado alrededor de 10 a 15 minutos, luego se sentía débil.

Los padres (la madre, educadora de círculo infantil, el padre, chofer de motocicleta de una empresa de cultivos varios), después de haberlo sorprendido en varias ocasiones inhalando, conversaron con él y pensaron que lo dejaría de hacer por voluntad propia. Pero al sorprenderlo nuevamente, decidieron llevarlo al pediatra, quien lo remitió a consulta de psiquiatría, donde se decidió su ingreso para mejor estudio y tratamiento.