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Creando estilos de vida sanos

David, la condena del juego

Hola, soy David, tengo 36 años y soy ludópata desde hace 20 años aproximadamente.

Con 16 o 17 años empecé a jugar a las maquinas tragaperras solo de vez en cuando (como empezamos todos los ludópatas), pero cada día que pasaba jugaba con más frecuencia y cantidades de dinero más altas. En ese momento empecé a mentir, manipular e incluso robar pequeñas cantidades de dinero para seguir jugando. Entonces me metí en lo que yo suelo llamar “El embudo del jugador”, que significa que ya solo juegas para recuperar lo que ya has perdido.

Tras esto empecé a combinar las maquinas tragaperras con las salas de bingo (había premios más grandes y me sería fácil recuperar el dinero perdido)…. ¡Menuda tontería!, la excusa de todo ludópata para jugar cada vez más. Por supuesto esto me llevo a que mi novia me dejase, perdiese a la mayoría de mis amigos y las discusiones en casa fuesen más frecuentes. Empecé a pasar casi todas las horas del día entre salones recreativos y sobre todo salas de bingo.

Poco después mi padre al ver que ya no avanzaba en mis estudios, (en vez de ir a clase estaba jugando), me dio una nueva oportunidad y me consiguió trabajo como administrativo en la empresa en la que él trabajaba.

Tras esto parecía que empezaba a recuperarme y dejar de jugar (mi novia volvió conmigo, volvía a salir con mis amigos y en casa estaban muy contentos conmigo). Pero las típicas frases de un jugador de: “Yo controlo cuanto juego” o “Cuando quiera dejo de jugar”, son completamente falsas y sin ayuda es muy difícil salir de esto (por no decir imposible), pero con ayuda y muchas ganas claro que es posible. Prueba de ello es que estuve varios meses jugando solo algún día a la semana (pensando que controlaba), después empecé a ir al casino algún sábado con unos conocidos (entre 15 y 20.000 pesetas cada una pasábamos allí toda la noche), y tras eso lo siguiente fue empezar a ir todos los días a jugar al bingo y a los recreativos todo el tiempo que me dejaba libre el trabajo, con la diferencia de que esta vez para que no me dejase mi novia llegue a convencerla para que me acompañase cuando iba a jugar diciéndole que era divertido, que no había que gastar mucho dinero y que a veces se ganaba….otra de las virtudes de todo jugador ser mentiroso y manipulador, bueno de esta manera me gastaba el sueldo del mes en unos días y cada día que pasaba más me endeudaba, hasta que llegó un momento que mi deuda ascendía a 500.000 pesetas y para poder pagarlas no se me ocurrió otra cosa que coger las llaves de la oficina donde trabajaba, coger 400.000 pesetas de la caja e ir al casino para intentar recuperar el dinero que debía.

Por supuesto perdí las 400.000 pesetas, mi novia decidió dejarme definitivamente y yo llamar a mi padre para contarle lo que había hecho. Al día siguiente mi padre tuvo que reponer en la oficina el dinero que yo había robado sin que se enterasen en la empresa (ya que se podía jugar su puesto de trabajo después de 30 años).

Tras este incidente decidí marcharme de casa, sin saber a dónde iba a ir ni de que iba a vivir, entonces empecé a discurrir la manera de conseguir dinero, y son los conocimientos informáticos que tenia mas la imaginación que yo le eche, y lo que se me ocurrió fue engañar al banco falsificando documentación, transferencias bancarias, contratos, etc…para poder conseguir dinero lo más rápido posible, tras comprobar que funcionaron las primeras transferencias falsas que realice aquí en Vigo, decidí marcharme a La Coruña en dónde alquile un piso y me dedique a ir todos los días al bingo y al casino a gastar todo el dinero que conseguía sacar de los bancos, de esta manera llegue a estafar a todos los bancos y cajas de ahorro que había en La Coruña, por lo que tuve que empezar a viajar por toda España para continuar con mis estafas bancarias, a cada ciudad que llegaba hacia 1 o 2 transferencias de 3000 euros aproximadamente y a los 6 o 7 días cuando acabada el dinero me iba a otra ciudad, así estuve viviendo casi un año recorriéndome todas las ciudades de España y gastándome todo el dinero en bingos, tragaperras, loterías y sobre todo en casinos.

A día de hoy me es imposible calcular cuánto dinero he podido gastar en este tiempo, pero si me paro a pensar en que he estafado a todas las entidades bancarias que existen en España en una o varias ocasiones….El dinero que he gastado en el juego en ese tiempo no lo podría ganar ni estando dos vidas trabajando de sol a sol.

Por todo esto, la policía tras haber estado casi un año investigando y buscándome por todo el territorio español, me acaba deteniendo en Madrid y me lleva a la cárcel.

Me realizan varios juicios por estafas que había cometido y había sido reconocido como autor de las mismas siendo condenado a una pena de 13 años y medio de prisión.

De esta condena he cumplido 11 años recorriendo varias prisiones de España y pasando un infierno en cada día de esos 11 años que estuve encerrado. Estando allí dentro, falleció mi madre, conocí la droga, vi morir a compañeros y perdí 11 años de mi vida (dese los 25 a los 36 años). Gracias a Dios, hace 8 meses aproximadamente me concedieron el tercer grado y me trasladaron a la prisión de Vigo (donde solo tenía que ir a dormir). Me encontré en la calle después de todo este tiempo, sin amigos, sin novia, sin trabajo…. pero con una familia que siempre me ha apoyado y ayudado (me pregunto muchas veces) ¿Qué habré hecho yo para tener esta gran familia?. Y lo mejor

de esta historia es el final, cuando hablo con mi familia y le digo que quiero ir a la asociación AGAJA para que me ayuden a tratar la adición que padezco.

Desde el primer día que llegue a la asociación, me recibieron con los brazos abiertos y con su ayuda estoy empezando una nueva vida llena de alegría y buenos momentos, llevo 6 meses en la asociación y ahora mismo ya estoy en libertad condicional, he recuperado la relación con mi padre y el resto de la familia, estoy estudiando de nuevo en la universidad, estoy sacando el carnet de conducir, juego en el equipo de futbol-sala y lo más importante, estoy empezando a disfrutar verdaderamente de la vida.