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Creando estilos de vida sanos

Kilos de sacrificio

Estaba entregada a la enfermedad, todo me daba igual.” La anorexia de Mónica Cresta comenzó como un juego con una amiga, con quien decidió adelgazar al encapricharse de un vestido que vieron en un escaparate. Tenía 13 años y jugar a perder kilos ha sido su peor pesadilla. “Comencé a adelgazar y controlaba mi cuerpo, pero quería más y más.” La lista de alimentos “prohibidos” se hizo eterna, practicaba deporte a destajo y comenzó a tomar laxantes. “Al pesarme cada mañana y verme en el espejo me reconfortaba, pero nunca tenía bastante”, explica la joven.

Forzada por sus padres, ingresó en el hospital psiquiátrico de Salt, pero allí acabó de enfermar. “No comía ni con un embudo, me restringieron cada minuto de mi vida y creí volverme loca. Desaparecí del mapa”, narra Mónica. Era en mayo del 2000 cuando sus padres la llevaron a la recién creada unidad de patologías alimentarias de la clínica Bofill de Girona. “No hizo falta hablar mucho con ella para ver que estaba realmente mal y necesitaba un ingreso”, recuerda el responsable de la unidad, Pablo Chapur. En los cuatro años de funcionamiento, por su consulta han pasado 218 jóvenes, la mayoría chicas, que acudieron por iniciativa de familiares o amigos (71%). De todas ellas, 122 eran bulímicas, 86 anoréxicas y 10 presentaban desórdenes por atracones.