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Creando estilos de vida sanos

Historias reales de personas que viven con el trastorno del espectro autista

Jack, el hijo de la autora

Juguemos un juego, ¿de acuerdo? Les daré algunas pistas y ustedes tratarán de adivinar quién soy.

No soy una persona, un lugar ni un objeto. No pueden verme, tocarme ni olerme.

Me consideran una afección humana pero, en realidad, soy un conjunto de síntomas.

No juega con otros niños.

No le gusta si vamos a casa por otro camino.

Se sienta y se pasa horas desarmando la aspiradora.

No me mira.

Soy el dedo con un tic y la mano que aletea.

Soy el niño silencioso con la mirada baja y que camina en puntas de pie.

Soy un diagnóstico, un trastorno; un recuadro que se marca en un formulario médico o una posdata al final de un correo electrónico.

P.D.: No sé si lo sabías, pero me dieron el diagnóstico de Jack.

Haré que tengas días malos y buenos, y después días malos y buenos.

Vivo en todos y cada uno de ustedes, ya sea que lo sepan o no.

Soy la fiesta que hace que te pongas tímido y la etiqueta de tu camisa que te molesta. Soy la parte crujiente y pegajosa de las semillas de frutilla y el zumbido abrumador del aire acondicionado.

Hago que algunas personas salten y aleteen, y a otras que mastiquen chicle y corran por millas o se tuerzan el cabello.

Soy la repetición del DVD Baby Einstein.

Soy filas largas y prolijas de motores de tren “Thomas the Tank” que serpentean en el salón familiar. Ver estas filas te hará sentir frenético, frustrado, nervioso y vacío.

Soy horas de “Minecraft”.

Algunos días, tengo sabor a vergüenza y amargura que quema desde el corazón de una madre como acidez estomacal.

Pero otros días, tengo sabor a la alegría más pura, como el algodón de azúcar, la felicidad y el orgullo que explotan en tu corazón.

Lo hizo. ¡Dijo “mamá”!

Puedes encontrarme en las iglesias, las sinagogas y las mezquitas.

Estoy en las escuelas y los teatros, en los parques de juegos y las bibliotecas.

Por alguna razón, las personas celebran mi día en abril. Usan el color azul. Pero, en realidad, soy todos los colores del mundo; rojo por el sábado y amarillo por el sol que brilla demasiado.

Pero también son daltónico.

Estoy en la India. Estoy en Jamaica. Estoy en las Filipinas, en Wisconsin y en Sierra Leona. Puedes encontrarme en Rusia y Japón, en San Francisco y en Bélgica.

Tal vez te sientes frente a mí en la mesa todas las noches o tal vez levantes la mirada y veas mi reflejo en el espejo al cepillarte los dientes antes de dormir.

Vivo en un niño de 10 años de New Hampshire. Su nombre es Jack.

Un día, hice que tuviera miedo del viento. De hecho, tuvo tanto miedo que no salió de su casa todo el  invierno.

Al año siguiente, fueron los perros. Por mi culpa, no cruzaba la calle si alguien estaba paseando a un perro ya sea grande o pequeño.

Y bueno, hice que este niño, Jack, tuviera que trabajar mucho para lograr lo que a otros les sale naturalmente: el lenguaje, las bromas y las expresiones faciales. Pasa gran parte del día ansioso y confundido. Soy su enigma envuelto en los waffles del jueves y los panqueques del sábado.

Mami, es jueves, los jueves hay waffles, hay waffles, hay waffles.

He estado aquí desde el comienzo de los tiempos, a pesar de la fachada de normalidad creada por las generaciones anteriores a ti.

No existe lo normal. Estoy aquí para recordarte esto.

Cómo me veas depende de ti: una molestia, un berrinche, un trastorno o un cordero curioso que usa el traje de lobo. ¿Puedes ver más allá de mis largos dientes amarillos y mi mata de pelo para encontrar el niño tierno y gentil que está debajo?

Debido a mí, Mozart escribió sinfonías largas y complicadas. Se decía que su oído era tan sensible que podía encontrar la diferencia en los tonos más sutiles.

Los historiadores explican la forma en que Miguel Ángel hacía boceto tras boceto hasta que la pose final estuviera perfecta en su mente rígida e inflexible. Debido a mí, la Capilla Sixtina explota con luz y color. Los registros demuestran que a Albert Einstein le iba pésimo en el colegio. No aprendía de la misma forma que los demás niños.

Y Sir Isaac Newton, el de la manzana que cayó del árbol, no tenía amigos. No comprendía a las personas e insistía en mantener una rutina estricta e inquebrantable.

Y también está Temple Grandin: una mujer tan inteligente y compasiva que revolucionó la industria del ganado con auténtica perseverancia y determinación.

Como puedes ver, una mente calma también puede tener grandes pensamientos, e incluso dentro de la persona más quieta, existe una voz. O una pintura o una canción.

Soy tantas cosas. Soy la esperanza y la posibilidad. Soy la música y los sueños, la bondad y el color. Soy la gravedad.

De modo que, por favor, antes de entrar en pánico o de juzgarme (antes de correr a buscar una cura o apresurarte a llamarme “raro”), trata de recordar mi valor. Recuerda mi bondad.

Te enseñaré el significado verdadero del amor incondicional; un amor tan poderoso y fuerte que reacomodará tu corazón.

Al principio, probablemente ni siquiera te darás cuenta de que estás aprendiendo de mí. Soy tan sutil que, prácticamente, soy invisible.

Pero cada hora, cada día, cada año, tú y yo haremos las paces. Pisarás con cuidado sobre las largas filas de trenes y admirarás las ciudades complicadas de “Minecraft”.

Cada jueves al amanecer, encenderás todas las luces de la cocina y tomarás la máquina para hacer waffles para ese niño que, finalmente dijo mamá.

Te olvidarás de lo normal.

Soy el autismo. Y haré que seas mejor. Haré que tu familia sea mejor.

Si me dejas, haré que el mundo sea mejor.